D Y L A N

  A finales del año pasado, el 11 de nuestra era, tuve que pasar varios días en casa pensando en mi nuevo destino. La crisis financiera, el agotamiento mental de cualquier empleado con sus empleadores, el tener " ideas propias ", que no ocurrencias, el saber ya a ciencia cierta y con edad suficiente, que todo esto es una monumental y gran estafa. Me refiero al estado del bienestar, el concepto de nación, conjunto de nacionalidades, o como sea esto que llamamos "País ".
 Si tenemos en cuenta la suma de años que uno lleva existiendo, todo o casi nada de lo que me enseñaron no me ha valido absolutamente para nada. Si tengo que escoger el colegio poco me induce a pensar que es útil. De los empleos desempeñados en distintas empresas: extinguirlos sería ser demasiado benevolentes. De los dirigentes saqué una conclusión hace algunos lustros: sólo protegen los intereses políticos de su partido, intentará joder a la competencia y atemorizar con datos arbitrarios a la ciudadanía y sólo les moverá el poder conservar el mando a cualquier precio.
 Hasta la fecha sólo había hecho lo que me mandaban, también es más fácil; fui puntual , leal,eficaz y rentable, mi labor siempre era objeto de contabilizar, como un entrenador de fútbol, cada semana : examen. Pero parece ser que eso ahora ya no era suficiente. Había incluso que obedecer sin hacerse preguntas, todo iba cada vez para atrás, pedías tiempo muerto para reflexionar y sólo existía un problema: el dinero que nos hace esclavos de todo. Bueno, pues tuve que elegir : o vivo como quiero o no existo como desean los demás, aún a riesgo de ser consciente de que si me quedo con mi " razón " también me quedo sin amigos. Quizás había llegado el momento de dejar de ser Walter Brennan para
 pasar a ser actor principal y  no un secundario de lujo, para beneficios de otros y sólo recoger las migajas propias que  te servían para hacerte más miserable.
 Llega un momento en tú existencia que debes de tomar decisiones sin vuelta atrás: dejé de trabajar en un sitio que no me gustaba para seguir pagando cosas que no me eran necesarías. Y entonces empecé a observar con detenimiento en qué perdía el tiempo mi gata : Dylan. Horas de estar en mi casa con las ventanas bien cerradas porque hacía frío, era el invierno, no llovía pero sin calefacción se estaba mal. Y apenas la veía. ¿ Dónde se metía semejante vichejo ? Más de una década juntos y aún tenía la capacidad de sorprenderme. No reparaba en ella antes tanto como ahora. Después de desayunar salía de mi casa en dirección al trabajo y si venía a mediodía no tenía mucho tiempo de jugar con ella, apenas una caricia y poco más. No era hasta la noche que la observaba. Pero ahora era distinto. Yo no tenía que salir a ninguna parte. trabajaba desde casa, sólo tenía que encender el ordenador e ir de a poquitos a mi marcha pues yo era desde hacía semanas mi propio jefe. En el armario de la habitación grande ya no se podía meter como antes de hacer  la reforma en el verano.

 Bien, pues haraganeaba toda la mañana. A veces se levantaba al unísono contigo, remoloneaba, se te acercaba a los tobillos, maullaba, se le apetecía desayunaba a tus pies en la cocina, sino se largaba a meterse debajo del edredón que tú acababas de dejar con el calorcito de tu cuerpo. Si te daba por volver a echarte : o compartías la cama con ella o se iba a un sofá del salón a meterse debajo de los almohadones. Y así hasta el mediodía, a veces salía, a veces no. Se arqueaba todo su cuerpo con una flexibilidad que ya quisieras tú en los años mozos. Hacía sus necesidades, se aseaba con sus patitas delanteras, se te echaba encima en cuanto te sentabas, la rascabas hasta que se hartaba de ti y volvía a desaparecer. En la primavera se escapaba enseguida a la terraza a comer las plantas para acto seguido vomitar. Al parecer le iba bien para su digestión. Pero ahora no salía, volvía a dormirse toda la tarde. Si nadie acudía a tú casa, ni nadie llamaba, no se sentía molestada de ruidos ni de molestias. Le importaba muy poco que salieses o entrases, que estuvieses o no. Ella dormía. Tenía sus necesidades cubiertas: comida, calorcito en otoño, fresquita en primavera, casa, toda la casa para ella, no tenía que compartir nada, tú eras un accesorio más de ella. " Dylan " te tenía a ti, no tú a ella. Le cambiabas el cuenco del agua a diario, pienso reciente y a veces alguna golosina extra.
 No sabía de Gobiernos, primas de riesgos, comunidades, vecinos, recibos que pagar, fallos en el coche o malos humos de tu pareja. No tenía noción de sí misma : no entraba en sus reglas que quizás enfermaría algún día, fallecería como todos, sería nada como antes fue. Y empezaste a ver que no se estaba tan mal como ella vivía. Lástima de no ser felino. Tú cada vez que cazabas ibas raudo a buscar el árbol más próximo para poner a buen recaudo la comida que no podías devorar de un golpe; sabedor como eras con los años que las hienas aparecerían de un momento a otro. Y regresarías allí para yantar de a poquitos cuando la caza era escasa, y era tan escasa en estos tiempos difíciles, que envidiaste muy mucho a " tú Dylan ", que sin decir una sola palabra, te estaba dando una lección de vida. ¡  Que trabajen otros !

Comentarios

Entradas populares