Ahora sí : ya empiezo a entender, lo importante es lo que está detrás de la piel

  1.  Poco a poco y sin darse cuenta se fue quedando fuera, como ese perro sin amo, como ese gato acostumbrado a ir cada día a por un puñado de pienso que alguna mano anónima dejaba detrás de la alambrada.
  2.  Una mañana aparecieron varios individuos muy bien trajeados con sus maletines, gafas de montura, cara y cuerpos de no pasar hambre durante décadas ni de preocuparse demasiado por cómo iba su cuenta corriente, ni de mirar demasiado cuánto costaba el menú del día ni reparar en gastos varios de empresa.
  3.  El caso es que alguien llamó a varios empleados: ni altos ni bajos, ni mujeres ni hombres, ni de una edad ni de otra. Varios, medio centenar y fueron desfilando por un despacho con amplio ventanal que daba a la Avenida con numeroso tráfico a esa hora del día, pero que curiosamente no se oía  ningún ruido. A cada uno se le fue dando un sobre: contenía una carta de finiquito,un cheque y una pequeña carta firmada por el Director de la Empresa en la que se le daba las gracias por sus muchos años de servicio, su entrega y dedicación y en la que exponía su final de servicios con dicha entidad.
  4.  Pasado el susto, o mejor con él acuestas e incrustado en su ya deteriorado cerebro, buscó un lugar dónde asimilar que ya no volvería a trabajar. Al fondo del pasillo había un pequeño jardín con bancos donde los empleados salían de vez en cuando a echarse un pitillo. Se sentó en uno, buscó en su americana y encontró la cajetilla, sacó un pitillo y lo encendió con Zippo. aspiró hondo, esa primera calada era como un chute de  monóxido que iba directo a sus pulmones, pero más mataba el despido que el humo del cigarro. Estuvo unos segundos como ausente, étereo, sin verse a sí mismo. De pronto reparó en que estaba solo, nadie había tenido la misma idea que él, pensó que  después de tantos años con algunos de sus compañeros intercambiarían opinión de sus desgracias, se despedirían, quedarían para llamarse, ver cómo transcurrían sus existencias; pero debieron de marcharse todos. Mejor, así no tenía que hablar. 
  5.  Salvo a sí mismo no tenía que dar  ninguna explicación. Poco a poco se construyó una tela de araña para cuando eso pasara. Venía sucediendo en los últimos años, cada vez se despedía a más gente y salvo en temporadas muy señaladas que se incorporaba personal nuevo, casi siempre joven, o al menos por debajo de la treintena, aquello hacía tiempo que no era esplendoroso como en otras épocas pretéritas. No daba tiempo a hacer nuevos amigos, apenas unos meses y los de reciente contratación eran de nuevo despedidos hasta nueva llamada, el  que podía venir o acudir siempre que no hubiese cambiado mucho su vida laboral o familiar. A veces, observaba, venía casi la misma gente: mejor para los veteranos, no tenían que enseñarle muchas cosas nuevas, si era nuevo del todo, una semana se la tiraba corrigiendo, analizando lo que el otro hacía. Ahora ya no tendría que hacerlo más.
  6.  Bien pensado poco le importaba. Llegado a cierta edad consiguió pagar su hipoteca, hacer las muchas reformas que todo domicilio necesita y conservarlo lo mejor que su economía se lo permitía. Casa, coche y demás vicios los tenía más o menos controlados. La relación que mantenía con sus hijas era todo lo buena que cabía esperar de un padre con 52 años con unas universitarias de 20 y de 18. De sus respectivas madres mantenía una distancia aconsejable, lustros ha que nos las quería ni deseaba y el tener dos criaturas de mujeres distintas no le creaba  ningún problema: cada uno vivía su vida, regía su casa y hacienda.
  7.  Transcurridos unos meses de su nueva existencia, mentalizado de que el " sistema " le echó definitivamente, que su currículum laboral descarriló y como un muñeco despedido de una noria jamás volvería a aceptar un trabajo deplorable, muy por debajo de sus cualidades técnicas,  ni con un salario de adolescente. Se apañaría con lo que el Estado le otorgó consumidos los dos años que el Ere de la empresa le cubría. Acudió como fiel siervo a cursos para " mayores " de 45 años que el INEM impartía cuando le llamaban; pasaba lista cada tres meses y acudía a cada escasa entrevista que algún descolocado empresario le ofrecía... tenía tanto tiempo que le dio por pensar. Ordenó su vida, sus escasas pero apreciadas pertenencias : discos, libros, dvs y revistas.
  8.  Contactó con amigos, conocidos... y empezó una andadura anárquica en la que él era el único dueño de su hambre, de su tiempo y espacio, de su amor y sus agonías. Pasados los meses y cubiertas las mínimas necesidades económicas para una subsistencia, dejando de lado lo superfluo y quedandose con el muñón de la cebolla: comenzó a escribir en revistas, publicar fotos, escuchar música con deleitación, saborear cada verso que a sus ojos llegaba y cada línea que su cerebro era capaz de captar.
  9.  Y por primera vez en su vida se sintió feliz consigo mismo; su cuenta corriente ya no era su enemiga, su piel se arrugaba y sus huesos le crujían, pero era parte del negocio de existir, la única prueba palpable de que vivía. Se sintió liberado de la gran estafa que es el futuro y decidió vivir el presente.

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