GUILLE#17



Te he dicho mil veces lo que intentarán hacerte.
 Tratarán de convertirte en una hormiga peón.
En un zángano de colmena, sin voluntad propia,
 Supeditado a los deseos de la abeja reina.


  Mueve su escoba a ritmo lento, circulares, va haciendo montoncitos que deja en los laterales de las aceras y cuando tiene varios camina a paso lento pero firme a recoger el carrito. En él están el escobón en el lado derecho colocado de forma horizontal y en un cubo grande recubierto con una enorme bolsa de basura, se hayan la pala y otra escoba pequeña, en vertical, que sobresalen como oteando el horizonte.
 Empuja con cuidado el carrito y va recogiendo los montoncitos de hojas, colillas, alguna lata de bebida y otros objetos de diversos nombres y, generalmente de pequeño tamaño, que deberá introducir en la bolsa de basura. Apenas son las nueve de la mañana y ya lleva un ratito Guille trabajando. No empieza mal el día, si acaso el mayor trayecto es cuando a las 8.15 tiene que cambiarse y recoger el carrito de la basura desde las dependencias en Bravo Murillo, a la altura del metro Estrecho, y luego camina un largo trecho hasta “su zona “. Luego, casi lo disfruta, no está nada pero que nada mal. La calle de Numancia tiene tramos de oler muy bien, callejones de urbanizaciones, las de Bellas Vistas, resguardado por árboles frondosos que dan frescor; apenas hay gente que sale con sus coches de sus aparcamientos privados o garajes, y escasos peatones. Puede arrancar la mañana de primavera casi hasta contento.
 Luego pasa por Alejandro Rodríguez y Leñeros. A lo mejor el inspector/a aparece. Todas las mañanas alguien tiene que vigilar y en cualquier momento surgirá con el coche blanco con franjas verdes de Parques y Jardines del Ayuntamiento. Otras veces, casi al final de turno a eso de la 13.30, en algunas no viene nadie. Así son las cosas. Mientras esté en su labor nadie le molestará. A eso de media mañana deja el carrito, ya bastante lleno y con dos bolsas de basura grandes repletas, hoy es lunes y hay un poco más de faena; y se echará un pitillo que sacará de su bolsillo exterior izquierdo de su chaqueta verde, la que lleva el anagrama con el escudo de Madrid; en la calle Paravicinos se tomará un café con leche en vaso alto de caña y alguna bollería, porque Ramoni, la dueña, una divorciada de apenas 30 años y rubia de bote, con pelo corto cortado a cepillo, la verdad, “ le pone “.
 Sentado en un taburete alto, moviendo el azúcar dentro del vaso de café con leche, se echa alguna charlita con la anfitriona mientras ven la vida pasar. Pocas personas hay a esta hora en la cafetería en un sitio recogido y que tiene el mayor ambiente, según su dueña, por las tardes, donde la pantalla gigante de plasma recoge las corridas de toros de la Feria de San Isidro o los partidos de fútbol, da igual el equipo y la competición, aquello se pone lleno. Pero Guille prefiere el silencio de la mañana. Parece alguien, es alguien, con su uniforme verde, su pitillo en los labios, amortiguando el calor del café con sus manos posadas sobre la boca del vaso, no importa que haga buen tiempo, a Guille le gusta caliente. Pasa mucho rato en la calle, bueno, todo el tiempo hasta que a eso de cerca de las 14.00 horas debe de dejar el carrito en el centro de Limpieza de Bravo Murillo. Su jornada entonces habrá acabado y cogerá el metro de Estrecho hasta Puente de Vallecas; mira, tiene suerte, toda la línea 1 sin hacer ningún trasbordo y llegará a su casa; luego a eso de las 15.20, aproximadamente, Guille comerá solo en la mesa camilla, mientras su madre observa el telediario de la 1 desde su butacón, a veces dando alguna cabezadita. Guille la mira con ternura y cuando acaba le da un beso en la frente, recoge la mesa y lo apila todo en uno de los senos del fregadero.
 Algunas mañanas, después del café y la charlita con Ramoni, a Guille le da un poco de bajón. Cuando limpia las aceras, las calles, va haciendo sus pequeños montoncitos, si se nota un poco flojo entonces decide saca una cajita del bolsillo derecho de su chaqueta verde, allí va provisto de pastillas Finedal, que es una imitación débil de las anfetaminas, eso si el día va negligente. Si tiene la vertiente un poco más dura y el bajón comienza a convertirse en tristeza, como una cucaracha puesta patas arriba, saca una cápsula transparente con bolitas diminutas en el interior y se echa una en la cuenca de la mano y se la coloca en la boca, traga con un poco de agua que siempre lleva en el carrito, no importa que esté caliente, a veces la llena en el lavabo de Ramoni si nota que va a necesitarla; ahora es Dexedrina, la reina de las anfetaminas. Limpia, pura, potente, efectiva… ya puede recoger con energía en unos pocos minutos la basura y algún cartón despendolado y bolsa volandera sobre el asfalto, mientras asciende Jerónima Llorente en dirección a Francos Rodríguez. Puede, según la mañana, que Guille necesite una u otra, o ninguna, pero la última hora después del café lo lleva un poco mal.
 Guille es un buen muchacho, que trabaja en el Departamento de Limpiezas de Madrid, es decir, que es barrendero. Entró por oposición hace 4 primaveras ya, ¡cómo pasa el tiempo! Algo que creía que sería fácil, pero ya ya… hasta licenciados se presentaron para unas cuantas plazas y él consiguió una. Y eso que no quería, pero fue su madre, La Mari, quien le echó la solicitud y mira, ahora está feliz con su empleo municipal. ¡Quien se lo iba a decir, empleado público!
 Guille vive con sus padres, en el piso familiar de toda la vida en la calle Tajos Altos, es el 2º de otro hermano, Juan, programador informático que a su vez se supone que vive, aunque sea a ratos, con Yoli, que es farmacéutica y trabaja en la Farmacia del 12 de Octubre, de ahí consigue las anfetaminas a coste cero. Su hermano es el listo de la familia, o mejor sería decir, al que le gustaba estudiar. Él no, pero acabó el bachillerato e hizo 2 años de FP que le valió y mucho para entrar en el Servicio de Limpiezas. Antes había repartido propaganda por los buzones de las fincas y fue mozo de almacén hasta que se sacó la plaza.
 Es feliz a su manera. Sabe que su futuro es su presente, ni más ni menos. Ya no se plantea tener novia, de rolletes no pasará. A cumplido en mayo 28 años y seguirá viviendo con sus padres; tiene su cobijo, su espacio, su habitación para el solo con amplio ventanal a la calle y con el paso del tiempo está aclimatando la habitación que fue de Juan en un estudio de música, donde dé a poquitos va poniendo estanterías con discos de vinilos y cds. También ha comprado en el Ikea del Polígono de San Sebastián unos estantes para las cintas de dvs que graba del Plus.
 Cada quince días le toca el turno de trabajo de los sábados. Antes lo llevaba mal, al comienzo, porque él es de quedar con los colegas, que cada vez son menos porque se convierten en hormigas peones que invierten su vida, su tiempo y su talento en casarse e hipotecarse con gastos e hijos proletarios. Guille no seguirá ese camino. Se tomará sus cervezas en el Hebe al que es asiduo, escuchará música, irá a conciertos, seguirá con su colección de camisetas y aunque sabe que es un cuña, definición que tiene para sí y que consiste en quedar con algún amigo y su novia, luego pareja y después mujer, serán un trío, y al comienza mucho ja ja ja ji ji ji, pero Guille sabe que estorba, que nadie le dice nada, pero se abre poco a poco y ahora apenas tiene con quien salir, con quien tomarse unos tragos en el Hebe, como el día de su cumpleaños. Pero bueno, siempre hay gente nueva dispuesta a echarse unas risas, unos pitillos y a él no le hace falta gracia y dentro de lo que cabe, su cartera tiene unos billetes con los que pasar el rato.
 En cuanto a novietas está con varias. Pero nada serio. Bien claro lo tiene, el espejo lo haya en sus padres. Apenas han rebasado los 50 y están viejos, mayores, su propio progenitor que lo llevaba a conciertos cuando era un chavalín y le introdujo en el mundo del rock, está un poco tieso, como acabado. Muchas horas colocando mercancía con el toro automático para tráileres inmensos, demasiadas jornadas y manos duras como piedras. Su madre, otra humilde trabajadora de la limpieza en el centro comercial de Vallecas. Si lo que a él le esperaba era eso, mejor seguir así.  Lo que si lleva unas semanas pensando y dándole vueltas es a cómo entrarle a Ramoni, cree que sí, pero con las mujeres nunca se sabe y no querría dejar de tomar sus cafés con leche y bollería tan especiales cada mañana.
 Además, Guille piensa que la soledad está subestimada.


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