BENITO PÉREZ GALDÓS: III .- NOVELAS ESPIRITUALISTAS .-

  Benito Pérez Galdós publicó entre 1880 a 1905, un total de 11 novelas que marcan una etapa concreta de la historia de España. En ellas se ven representadas una forma de literatura donde los personajes tienen la rara habilidad de ser solidarios y cuyo epicentro de varias de estas obras es Madrid y algunos pueblos manchegos, que no dejan de ser otros figurantes más en el escenario que el escritor canario desea dejar reflejo de una realidad cruda, áspera. Donde se limita a exponer, no entra en juicios de valor, no juzga, sólo analiza situaciones.
 La mendicidad, las puertas de las iglesias, los suburbios, sobre todo cuando la situación acontece en Madrid, y como contraposición, otro sector social que vive acomodadamente, algunos renuncian a ciertos privilegios; pero abundan lo personajes laterales de la vida: marginados por diversas circunstancias, abocados a estar en el arrabal de la existencia de manera permanente, que mal viven en las calles, en los centros de acogida.
 A lo largo de los años varias de las novelas de Benito Pérez Galdós fueron llevadas al cine con dispar suerte. Ya sabemos que una cuestión es la calidad literaria y el lenguaje cinematográfico otro, también, claro, quien esté dirigiendo el proyecto tiene su valor y el enfoque particular.
 Si nos centramos en este periodo de novelas espirituales encontramos algunas adaptaciones curiosas, como las que llevó a cabo Luis Buñuel con Nazarín y Tristana. Otras, propias de su entorno social acogieron a Misericordia de Zacarías Gómez Urquiza o El Abuelo, Román Viñoly, adaptación argentina, pero me quedo con la de José Luis Garcí, 1998. En cualquier caso han sido llevadas varias novelas, y quizás la serie española de TVE de Mario Camus sea la que mejor retrataba el espíritu galdosiano, con Fortunata Y Jacinta.
 Puestos a destacar novelas interesantes de este periodo me quedo con Tristana, Nazarín, Misericordia  y El Abuelo; aunque es menester reivindicar la " serie de Torquemada ", ese prestamista al que Galdós le dedica nada menos que 4 novelas y al que le referiré el final.


La vida de los demás es molde de nuestra propia vida y troquel de nuetras acciones.


TRISTANA - 1892.- 

 Tristana en opinión del vulgo circunvecino, no era hija, ni sobrina, ni esposa, ni nada del gran Lope; no era nada y lo era todo, pues le pertenecía como una petaca, un mueble o una prenda de ropa. De ella se servirá Galdós para observar o creer al menos, en la emancipación de la mujer a finales del siglo XIX.
 A lo largo del texto se verá como evoluciona la bella y hermosa joven a sufrida muchacha con aires de grandeza, utopías varias, amor frustrado y la búsqueda constante de su propio ser, su personalidad que a medida que la novela avanza observamos los distintos vericuetos a los que se ve sometida Tristana.
 Avanzada o no a su tiempo, lo desconozco, pero las influencias de Cervantes, una vez más en Galdós, son tan evidentes desde la primera línea del texto, cambiando la Mancha por un lugar que sí quiere reconocer en un hidalgo de buena estampa y nombre peregrino, que no se aposenta en casa solariega, sino en el barrio de Chamberí, ya cerca del Depósito de Aguas de Cuatro Caminos, en la ciudad de Madrid
 Y por distintos avatares y " hombres de honor ", desde luego lo que se considera Lope Garrido, ya entrado en años, se hará cargo de Tristana, huérfana de sus prógenitores a la edad en que las mozas empiezan a merecer calificativos risueños. Pero hete aquí que Galdós desea tener a una muchacha libre de obra y pensamiento, donde sea capaz de desarrollar una actividad que no sea la de simple esposa, hija, actriz o prostituta, como vía de ganarse el sustento.
 El simple hecho de que acabe viviendo en casa de Lope Garrido y que Tristana se enamore de Horacio Díaz, a la postre pintor, le abrirá el camino a la joven para instruirse en materías no sólo píctóricas, sino en el excelso estudio del órgano.


 El amor surgirá en Tristana en forma del joven pintor Horacio Díaz, en aquellos paseos vespertinos cerca de Cuatro Caminos, acompañada de Saturna, y eso alterará a la muchacha que busca el cariño y el amor que Lope Garrido nunca supo darle, más bien le arrebató el tesoro con que el que cualquier muchacha decente sueña con entregar a quien ame. Porque Tristana no está casada con su marido..., digo, ni con su papá... digo, con ese hombre.

Te miro como esposa y como hija, según me convenga.


 Pero la novela de Galdós se transformará en un drama cuando Tristana tenga que ser amputada de una parte de su pierna izquierda, a riesgo de no perder la vida a causa de la grangena. Una vez más, Augusto Miquis aparece en el textro, el médico que conocemos. Y dará un giro a su amor por Horacio Díaz, el todo poderoso y tirano Lope Garrido, a quien bien sabe Dios que sólo por sostener a este pobre niña y alegrar su existencia, puede llegar a soportar la degradación y vergüenza, incluyendo su claudicación familiar y eclesiástica. A fin de cuentas, en Tristana, Galdós nos coloca a un individuo y viejo hidalgo y a una joven con utopías, que uno en el final y otra al comienzo, sucumbem a las fauces de la sociedad de la que forman parte, el sistema se los come.


Algunas novedades.- Galdós sacará al poco del inicio de Nazarín de sus páginas a Madrid, que ya sabemos forma parte del elemento narrativo del escritor canario, como un personaje más, y en esta ocasión el extrarradio de la capital del reino se convertirá en el proceso narrativo. Nazario Zaharín andará por caminos en una mezcla curiosa de personaje quijotesco, muy de España, y Cristo redentor.
 Será con El Abuelo, no sólo Madrid desaparece de sus páginas salvo en contadas alusiones a La Corte, sino que será dialogada en su mayor parte salvo las exencias galdosianas de la minuiosa descripción de personajes, a modo de introducción para una mejor comprensión del lector, y de los ambientes.
 Ambas novelas serán llevadas al cine con muy buenos resultados, aunque ya sabemos que el lenguaje cinematográfico y literario, mantienen pautas diferentes.
 En ambas novelas: Nazarín y El Abuelo, también encontramos, o mejor no, que los personajes que se intercambiaban de una novela a otra en Galdós, en ambos textos, todos son seres nuevos en las páginas, lo cual resulta curioso.



NAZARÍN .- 1895.- 

 Cuanto se diga de lo mísero y desamparado de aquella casa es poco. Apenas un sofá de paja en la salita, 2 baúles, una mesa donde estaba el brevario más otros 2 libros y una cómoda, y una pieza, que se podría llamar alcoba, donde se veía una cama con un jergón con fláccida almohada y ni rastro de sábanas ni de colchas.
 Como si de un pordiosero se tratara vive el clérigo Nazario Zaharín. En el centro del Madrid de finales del siglo XIX,, con un  portal ancho como de mesón, todo desconchado en miles de dibujos, lleno de suciedad y allí el hueso de la pared desnuda. Daba alguna misa de vez en cuando, pues no tenía templo al que agarrarse de continúo, por decisión propia de libertad y de no querer deber favores a nadie.
 Galdós nos presenta un ser quijotesco, fuera de su tiempo y entorno, puro en el más amplio sentido del término, que susbsite a base de lo que le dan los demás, apenas un mendrugo de pan le puede servir para el resto del día. Un bendito dejado de la mano de Dios, ése ser etéreo al que consagra su mortal existencia y la entrega absoluta de su ser.
 
 No huía de las penalidades, sino que iba en busca de ellas.


 Galdós se muestra entrañable con un personaje curioso. Que lo dejada todo porque nada tiene salvo su fe inquebrantable en el Señor, con eso, le sirve de alimento a veces de cuerpo y le es suficiente en el alma para sobrevivir en unos tiempos en que un nuevo Jesucristo no es bien acogido, como no lo fue el judio errante en su momento. 


 Un hecho puntual hace que tenga que abandonar su humilde morada, acusado de prender fuego al edifcio en el que habitaba, y en su echarse al camino para predicar y ayudar a los demás a cambio de lo que vaya saliendo, pues ya sabemos que Dios prooverá, le siguen en su trayectoria errante 2 desperdigadas de la sociedad, por voluntad propia renuncían como Nazarín a cualquier dictamen social impuesto. Ándara y Beatriz y así, de la mano certera de Galdós sabremos que coquistados tantisímos derechos, los pueblos tienen la misma hambre que antes tenían.
 Nazarín tomado por loco y aventurero, es lo normal, no deja de ser un caballero errante y tozudo en sus ideas que predica con el ejemplo de su persona ayudando a cuanto se lo requieren a cambio de nada, pues él, en su fuero interno sabe que a quien tiene que rendir cuentas, sabe muy bien lo que hace y piensa, y con eso le basta hasta para cubir la desnutrición de su cuerpo.

 








MISERICORDIA.- 1897.-
La obra se desarrolla en Madrid, en las tabernas, los fisgones y las miserables casas de dormir. Las calles de Mesón de Paredes, La Plaza del Ángel, la calle de Toledo, el puente de Segovia, la calle de La Cabeza, y hasta un pequeño retazo en forma de excursión que se produce al final del texto, al Pardo.
 Benigna es una mujer que ha llegado a la edad de 60 años sin nada más en su poder que el respirar cada mañana. Ha servido por periodos amplios a Doña Paca, venida a menos con el paso del tiempo y su viudedad, pero que vive ajena a su miseria.
 Francisca Juárez iba a teatros y banquetes, pero es Benigna quien en su miserable existencia, le guarda como un perro fiel pidiendo limosna en las puertas de las iglesias y dando lo que recoge al cabo del día a la que siempre consideró su " señora", quien a su vez mantiene a 2 parásitos de hijos.


 Pero vete tu ahora a volver del revés el mundo, y a gobernar la compasión de los señores.


 Galdós coloca en Misericordia, sobre todo en el inicio, sus pretensiones. Traza las decadencia de las clases medias, y el reguero de personajes es amplio:Francisca Juárez, Almudena el moro ciego y Frasquito Ponte. Y reserva el resto de la obra, para las andanzas de Benigna, sus miserias, sus angustias, hasta la purificación y liberación final.


- Dios es bueno.
             - Conmigo no lo parece.


 Como refleja Galdós, el dinero es el arreglador infalible de cuantas dificultades hay en el mundo, por eso Benigna ha pedido durante años vestida de harapos, los que tenía en ese momento y día, limosna para mantener a doña Francisca Juárez, y siempre hay alguien que le recuerda que puede ser acogida en la Casa De La Misericordia de Santa Isabel, que se encuentra en la calle de Hortaleza 83, para que sus huesos descansen en paz y sin tantas amarguras callejeras, pero Benigna, tiene dignidad.


El dinero lo ganan, Senén, todos aquellos que con paciencia y fina observación van detrás de quienes lo pierden: fíjate en esto.


EL ABUELO .- 1897.- 

   Jerusa, población norteña, inventada de la imaginación del Galdós, se encuentra rodeada de un bosque, formado de corpulentos robles, hayas y encinas donde un tortuoso sendero la atraviesa, donde se ven los surcos trazados por los carros. También da por el Norte a un acantalido donde se estrellan las olas del mar, mientras por el Sur cierra el paisaje la espesura de la vegetación.
 Allí, entre otras gentes, viven Leonor y Dorotea, 2 lindas niñas de 15 y 14 años respectivamente, de tez bronceada por el campo y la sanura natural campestre y el aire marino y el sol. Pero su corte aristocrático no lo pierden, nietas del Conde Albrit e hijas de Lucrecia, condesa viuda de Laín, mujer hermosa de 34 años, de rostro alabastrino, perfil elegante y fiel reflejo anglosajón, pues ella es irlandesa.
 Las niñas, a las que su madre llama Nell y Dolly, viven de manera momentánea en La Pardina, casa de campo de frondosa arboleda de frutales, al cuidado de Gregoria y Venancio, matrimonio sin hijos y dedicados a la hacienda, que pertenece a Lucrecia.
  Don Rodrigo de Arista-Potestad, conde de Albrit, es un hermoso y noble anciano de luenga barba blanca y corpulenta figura, ligeramente encorvado que viste ropa gastada y muy usada, calza gruesos zapatos y se ayuda de un bastón a modo de báculo. Venido de América, donde creyó que le debían un imperio, antiguas tierras en Perú, ahora está desahuciado y solo, viviendo de la caridad de sus antiguos vasallos que a duras penas le soportan debido a su ensiablado carácter: despótico y colonial. Cree que todo el pueblo de Jerusa le debe favores, pues tiempo ha... él les mantuvo y dió estudios a varios de sus personajes que a lo largo del texto, irán apareciendo.


 La llegada del conde de Albrit y de Lucrecía a Jerusa, convulsionará la pequeña población, pues a uno le mantiene en vilo el saber cual de las 2 nietas que tiene es de su sangre y cual no; a la otra un hermetismo sobre la vida que llevó con Rafael, su marido.
 La duda permanente, la cobardía, traíciones, el adulterio, una España feudal, todo en 5 actos, donde las descripciones de Galdós sirven de introducción a un texto dialogado

Albrit no tiene más vicios que que la rabia de verse pobre y el orgullo de casta, que se le ha recrudezido con la pobreza.


 Pasa la España de clases, la pérdida de las colonias, del antiguo imperio que va quedando en lo que fuimos y llegamos a ser y de lo que nos cuesta emprender de nuevo el camino, siempre dominado por las clases, el abolengo mal entendido, en vez de buscar la luz en el desarrollo que la sociedad española se empeña en retrasar. El choque de ideas, carácteres, entre el conde de Albrit y Lucrecia, pero la novela no estaría completa sin el elenco de personajes secundarios, pero necesarios en el texto galdosiano. Así, personajes como Senén, criado que fue en tiempos de la casa de Laín, hoy funcionario y buscavidas; Gregoria y Venancio, los guardeses y cubiertos de la idiosincrasia, casi manchega y cervantina, sanchos a pesar de todo; como Don Carmelo, el cura orondo de Jerusa, José María Monedero, el alcalde lacayo y servicial que pretende respeto, como Vicenta, su mujer y escudera y ensalzadora de los muchos elogios que se le deben a su marido y hasta el padre Maroto, el prior de los Jerónimos, en esa lucha crepuscular en que la Iglesia debe de estar en todas partes.
 Posición al margen desprende el personaje de Pío Coronado, instrunctor y maestro de las adolescentes Leonor y Dorotea, ser pusilánime y puro, con el que el viejo Albrit compartirá las únicas charlas agradables que puede soportar.
 Tal vez, cuando ambos filosofan, llegan a preguntas incómodas: el mal ¿ es el bien ?


La serie de Torquemada.- Al final Galdós tomará un personaje que apareció por 1ª vez en Fortunata Y Jacinta, Francisco Torquemada, un prestamista y usurero que en parte por la desgracia de los demás, sus errores cotidianos, o simplemente por vivir por encima de sus posibilidades, se ven abocados a tener algo de dinero con el cual salvar el honor en algunos casos como le pasa a La De Bringas, o deudas de juego, o más simple, para salir adelante en su quehacer doméstico.


 También Francisco Torquemada sse presenta como dueño de algunos inmuebles, de los cuales aparece cada domingo de manera pragmática y eficaz, a cobrar semanalmente. En 1889 aparece la novela Torquemada En La Hoguera, a la que seguirán en años posteriores otras 3 con el ilustre personaje como protagonista. A fin de cuentas, le sirve a Galdós para sacar a relucir la avaricia, piratería callejera de una gtan ciudad como se iba conviritendo Madrid a finales del siglo XIX, cazar una cierta espiritualidad mientras su prosa es como siempre, precisa y certera en detalles y momentos.
 Alianza Editorial publicará en 1967 Las Novelas De Torquemada, ejemplar que tengo y en que se desenvuelve dicho personaje en sus 4 obras. Y aunque el primer texto - técnicamente pertenezca a su ciclo de Novelas Contemporáneas-,  para seguir el hilo, desgranaré aquí también la publicada en 1889, Torquemada En La Hoguera.


¿Envidia, o sería castigo? ¿Sí se había dispuesto así para anodadar al tacaño cruel, al casero tiránico, al prestamista sin entrañas?


TORQUEMADA EN LA HOGUERA.- 1889 .-

  El asunto se presenta melodramático.como un quemadero inhumano que tantas vidas consumieron las llamas, o al menos eso existe en la creencia popular. 
 Con el paso de los años Francisco Torquemada se ha ido enriqueciendo con sus negocios de prestamista y alquilador de inmuebles. Su aspecto serio, casi circusnpecto y autoritario, le ha salvado hasta la fecha de incurrir en graves errores y ser temido por cuandos le conocen o piden sus favores, tal vez porque no conocezca otra manera de salir adelante.
 Desgraciados y pillos, con el tiempo le amasaron una fortunita a Francisco Torquemada, hasta compró una casa corredor en la calle de San Blas con 24 habitaciones donde cada domingo pasaba a cobrar el alquiler de las mismas, recibos en mano y bastón con puño de asta de ciervo. Hasta los cambios de gobierno lo llevada bien el prestamista, aunque la época de los conservadores le fuera regular, pero en 1881, con la entrada de un nuevo ejecutivo Torquemada aumentó sus emulumentos con sus prestamos y ya estaba con el ojo echado a un nuevo inmueble para comprar y dejar las habitaciones en alquiler, cuando Silvia, su mujer, empeoró de un cólico miserere, quedándose viudo con una hija, Rufina, y el menor Valentín, niño prodigio en su escasa década de existencia, que contraerá unas fiebres que le llevaran a la muerte.
 Galdós aprovecha para instar al cambio en Francisco Torquemada, hombre que se vuelve piadoso y temeroso de Dios en la búsqueda de la fe interesada si consigue salvar al pequeño. Actos de caridad carentes de autenticidad por adolecer de ella; la avaricia le ha llevado a estos extremos. Se presentan personajes planos y carentes de identidad propia, meros adláteres y algunos son claramente desaprovechados, como la tía Roma, quizás algunos diálogos sobran y se extiende demasiado en hechos de cierta redención por parte de Torquemada, que como sabemos, aún buscando el benefico propio en la salvación de Valentín, no sucederá tal cosa, la piedad mal entendida y sólo el acudir a Dios cuando se necesta en provecho propio.



 Ningún hombre agudo en desprecio de nadie delante de personas desconocidas, porque el diablo las carga.


TORQUEMADA EN LA CRUZ.- 1893.- 

  Doña Lupe, La De Los Pavos, amiga durante años de Francisco  Torquemada siempre le asesoró bien, pues el prestamista llevaba sus ahorros y ciertos tejemajes bursátiles de la señora. Pero ella fallece un 15 de Mayo, fiesta partronal madrileña, guiño galdosiano y en tal día, en la calle de Toledo donde residía la finada, existe mucho tránsito de gentes que vienen de la romería instalada en los pradera de San Isidro. Asesorada por la difunta en sus últimos encuentros, le insta que deje su viudez y la pena añadida de la pérdida de su hijo, a contraer nupcias con alguien de cierto status social, aunque sea venido a menos, si de verdad quiere Francisco Torquemada ascender social y posicionalmente.
 En el velatorio de Doña Lupe, conocerá o más bien, vislumbará a una señora, Cruz Del Aguila De La Torre-Auñón, con clase y estilo, buena oratoria y dicción, que cautivará al prestamista, sin saber que la susodicha vive casi en la indigencia, de una aistocracia venida a menos. Junto a ella viven su hermana Fidela y el pequeño Rafael, ciego desde hace unos 7 años.
 Con el transcurrir de los días y a través de José Ruíz Donoso, amigo íntimo de la familia Aguilas, antiguo funcionario público, jubilado y casado sin hijos, protector de dicho linaje, Francisco Torquemada se irá introduciendo en las vidas de ambas mujeres y de su hermano Rafael, acudiendo cada noche a la terturlia que se celebraba en casa de los susodichas. Poco a poco algo se le va pegando al prestamista, en modales, correción, manera de vestir... de la forma más sutil que él podía hacer, que no era mucho, pero sí despacio.
 José Donoso ejerce de celestino y el buen hacer de Cruz ( de ahí el título de la novela ), harán que aunque Francisco Torquemada no sea muy galán, su olor a salpicón con el que solía acometer la cena, le dejaba un olor a cebolla que le precedía, pero hasta en eso, la mayor de las Aguilas, le acabó por convencer, si quería encumbrarse en la sociedad, más sutil, elegante. Hasta que Torquemada deja las sospechas para pasar a la acción y decide casarse con una de las Aguilas. Por consenso familiar, pese a la oposición de Rafael, Cruz decide que sea Fidela, de 29 años, más joven, pues ella ronda los 40; además está cansada de sacar adelante a la familia, de sufrir las incomodidades económicas, rendida de batallar con el Destino después de una década desgraciada. Ya pulirá ella a Torquemada.
 Galdós se sirve de los personajes, más que en otras ocasiones donde las calles, tabernas, cafés... son claros portagonistas. Aquí hace un claro homenaje al Siglo de Oro Español: desde José Donoso, una Celestina donde el prestamista no da una decisión sin que el jubilado funcionario le asesore, o como un escalón social que ascender como sucedía en El Lazarillo De Tormes al plantearse el matrimonio como tal. Unas buscarán la comodidad familiar, Cruz y de paso Fidela, Torquemada  ese ansiado triunfo social y de amistades que le pueden abrir diversas puertas hoy cerradas para un tipo de su procedencia, y por qué no, buscar una nueva descendencia, afín de cuentas el destino familiar sigue jugando con unas cartas marcadas; pero el escalafon social lo adquiere al casarse con la menor de las Aguilas, sin desmerecer sus enormes virtudes para los negocios.
 Galdós refleja la vida social aristocrática de finales del siglo XIX, ociosa y arruinada, incluso la clase trabajadora sale mal parada porque muchos de sus vicios, los de aparentar: hombres de más necesidades que posibles; empleados con más hijos que sueldo; otros ávidos de la nómina tras larga cesantía; militares trasladados de residencia con enorme familión ; mujeres que dan tés en sus salones y empeñan el verbo para comprar las pastas: Allí le llaman a Torquemada como implacable fogonero de vidas y haciendas, pero ahora se trata de adquirir clase, modales, y en eso va el empeño de Cruz y sobre todo del prestamista, instalado en la calle Silva con nueva vida, de casa, matrimonio, amistades y escalafón social.


Vivir es transigir.
 
 



TORQUEMADA EN EL PURGATORIO.- 1894.-

  Galdós da entrada a nuevos personajes, pero mantiene el núcleo central en los ya conocidos de esta tetralogía. Si Cruz Aguila accede al matromonio de Torquemada con su hermana Fidela y admistra la casa familiar con sutilezas de vieja, a cambio de la representación social con que alimenta el orgullo de pavo del prestamista, una figuración social que acuña poco a poco en su cuñado haciéndole creer que él toma las riendas de su hacienda, cuando no es así.
 Se establece un juego de roles, de supremacía, de mando...porque a la avaricia de Torquemada se une los aires de Cruz para volver a tener el abolengo y lustre de una década antes. Y ambos se sirven mutua y reciprocamente para sus intereses, Fidela es amable, cariñosa y siempre le da la razón a Torquemada, mientras Rafael sigue jugando al aristócratra ofendido que no logra conectar con su cuñado por su baja extracción social de nacimiento, sus modales plebeyos y su vulgaridad, pese a los avances obtenidos por parte de Cruz y la voluntad de Torquemada, que siempre ve en ella un tormento pero también una luz. Por eso, siempre se encuentra en su casa en un purgatorio... deseando gobernar sus asuntos a su manera y según su lógica pastelera. Pero Cruz se le aparece al prestamistga como un Napoleón, soberbia, que impera en su hacienda y casa imponiendo sutil pero eficamente sus conveniencias, hasta el punto de preguntarse Torquemada con quién se había casado, si con Fidela o con Cruz.
 Galdós abre las puertas de la administración, ministerios, gentes, corredores, con la habilidad que ya conocemos por otros textos. Si Francisco Torquemada se sirve del siempre eficaz José Donoso, no deja  los negocios subterrános que traía el hombre desde su aprendizaje, dado al préstamo personal con buenos réditos, desde los tiempos de Doña Lupe, y así con el tiempo adquirió 6 casas de empeños, céntricas y bien acreditadas en Madrid, de 4 dueño absoluto y 2 a medias, entre tanto cerraba el trato de contratos de tabaco de Virginia y Kentuky. Las puertas del Ministerio se abrían al plebeyo Francisco Torquemada.


Si buena ínsula me dais, buenos azotes me cuesta.


 Cruz Del Aguila no se mueve por móviles de vanidad insustancial ni por las grandezas de la vida corriente aristocrática, sus estímulos eran nobles y su empeño era rodear de prestigio y honor al oscuro hombre de negocios que tenía por cuñado, y en parte su manera de darle las gracias por haberles sacado de la míseria y poder recobrar un rango perdido, tiempo ha.
 Galdós estimula en Cruz la osamenta de la burguesía, en Torquemada un Sancho urbano, de a pie, humilde y censor de su existencia, que no necesita tanta parafernalia para ser feliz, que se pregunta a qué tanto lujo, de dónde sacaba su cuñada que para negociar por lo grande debía de dar comidas semanales en su  nueva casa a tanto gandul, diplomáticos que se acercaban hablando de cosas que a Frncisco Torquemada  no sólo no entendía, ni tenía interés en ellas, majaderías como la ópera, las carreras de caballos... que no le aportaban ningún beneficio.
 Torquemada En El Purgatorio, deja al prestamista de la calle San Blas al borde de los cascos de los equinos, pues no sólo en ese ambiente de vanidades que le lleva Cruz a alcanzar el marquesado de San Eloy, a cuenta de cuitas familiares con primos cordoboses, sino que conocerá a una generación de majaderos muy bien vestidos que saben algo de francés y comen en su mesa, a cambio de relaciones sociales. Así por designio a dedo, acabará convertido en Senador por León, y tendrá - otra vez las influencias de Cervantes, convertir al prestamista en un Sancho Panza, con discuso y todo-, a platicar de lo que sabe y de lo que no, para acabar con una reunión plácida y sincera con Rafael, éste desengañado de todo, de la monarquía como fórmula vana, una aristocracia que es una sombra, donde los Torquemadas mandan en un mundo vulgar lleno de prestamistas enriquecidos, el imperio de los capitalistas donde el partriciado de los Medicis es papel mascado. No es difícil adivinar la tragedia, menos para Francisco Torquemada, en la que se encuentra Rafael, esa misma noche se tira desde su habitación por el patio.
 Todavía le queda al prestamista convencerle para que compre el Palacio de Gravelinas, con sus cuadros y armaduras que dentro de él están.
 Curioso Galdós, cuanto más encumbra a FranciscoTorquemada, más triste y rídiculo se siente, eso sí, le queda una luz, su nuevo hijo: Valentín.


Pero tenía ratos de estar conmigo en mí


TORQUEMADA Y SAN PEDRO.- 1895.-

 Galdós recurre a la metáfora permanente en esta tetralogía. Si bien ya conocemos por los textos anteriores las pesquisas, andanzas, alegrías y sufrimietnos de Francisco Torquemada, ahora se unen a sus desvelos el final irrevocable de la efímera existencia, y no sin muchas dudas por ver quien poseerá sus bienes, ganancias obtenidas tras largos sacrificios.
 El nuevo marqués de San Eloy, ahora convertido en un residente en el Palacio de Gravelinas sito en la calle San Bernando, invención de Galdós, se añaden nuevos avatares a la vida del prestamista. Ya lo hemos visto y leído en La Hoguera, en La Cruz en alusión clara a su cuñada y en El Purgatorio que era su vida conyugal con Fidela, el resto de la parentela incluyendo a su hija Rufina y Quevedo, el médico yerno de Torquemada. A los viejos seres que conocemos, se une un San Pedro particular que pasa a formar parte del elenco de personajes que visitan, postulan posiciones, confesor de la familia, el cura Luis Gamborena, capellán de la familia Aguila. No desaparecen José Donoso y reaparece Augusto Miquis, doctor en medicina como bien sabemos los lectores de Pérez Galdós.
 En su nueva residencia, la famlia Torquemada/Aguila para hablar con propiedad mundana, vivía apartada del bullicio de fiestas y demás saraos, desmintiendo fuera de casa su alta posición, si bien de muros adentro se habita bien, con sordidez, menos de lo que el prestamista desearía. Muerto Rafael Aguila, las hemanas Cruz y Fidela llevaban una vida recogida, sin teatros ni ostentaciones mundanas y  Francisco Torquemada en sus negocios, siempre brillantes, ya Senador, pero como a Sancho Panza, en su ínsula de Barataria, vivía acomplejado y a desaire en su palacio de Gravelinas, unido a unas nociones cognitívas escasas en su nuevo vástago, Valentín, niño desgraciado y carente de cualquier talento.

 Convertido el capellán Luis Gamborena en el padre espiritual de semejante elenco, una especie de portero celestial, comprobamos el deterioro mental y físico de Fidela Aguila, hasta su temprano deceso que sólo hace acrecentar las dudas del Creador en el prestamista. Según él, paga demasiados débitos mundanos para un cielo en el que mantiene serias dudas.

Bien podría ser, porque... todos los días está pasando que antes de morirse uno se mueran los otros.


 La prosa precisa de Galdós hace presencia en varios pasajes. Así, al deceso de Fidela Aguila, llegan por la tarde un sinfín de coronas, alguns de mostruoso tamaño, con variada abundancia de flores hermosas. Orgullosas de las fijezas de sus tintas y de su mentida frescura, envidiaban a las otras el rico aroma que ellas no tenían, las vivas no podían disimular sus ganas de marchitarse, incitadas a la modorra en aquella tibia atmósfera de somnolencia. Como suele ocurrir en estos casos, un funeral de tal calibre congrega multitud de personajes, público por figurar y escasos, los sencillos. Y sabemos que desde siempre y en Galdós no es una excepción, España siempre entierra muy bien.
 La lucha insistente de Gamborena por salvar la vida y el alma de Torquemada prosigue encarnizada. Pero como Don Quijote al final, recobrando su mente lúcida, busca el prestamista garantias de su salvación; despedida La Ciencia, a la Religión correspondía lo restante, que era mucho, a juicio de todos.



BIBLIOGRAFIA SELECCIONADA: 1890 - 1905


TRISTANA.- 1892

TORQUEMADA EN LA CRUZ.- 1893

TORQUEMADA EN EL PURGATORIO .- 1894

TORQUEMADA Y SAN PEDRO.- 1895

NAZARÍN .- 1895

MISERICORDIA .- 1897

EL ABUELO .- 1897

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