KIKO AMAT : REALISMO A PIE DE CALLE

 Distintas reseñas en algunas revistas de rock, tipo Ruta 66 o Rockdelux, o en prensa más generalista, El País, de los que soy lector asiduo desde hace años, me dieron a conocer al autor catalán, bien en alguna entrevista con él mismo o vía reseña de alguna de sus novelas.  Posteriormente, era el mismo Kiko Amat que con sus artículos a través de las rotativas especializadas en rock o en los distintos suplementos culturales de La Vanguardia, quien me hizo centrarme en su obra y hallar a un escritor de forma accidental, un apasionado del pop, militante callejero y periodista sin carrera con un amplio espacio para el sentido del humor.



La soledad suele subestimarse


 Literatura directa, personajes salidos de las calles más calientes de la ciudad, punks descerebrados con ganas de pegarte una patada en el culo, paranoias múltiples en seres solitarios en la mayoría de los casos rodeados de otros semejantes que no entienden su entorno en el que desarrollan sus patéticas existencias.
 Todas las novelas que he leído de Kiko Amat tienen el denominador común de la rapidez, de la línea directa con un realismo a pie de calle, ritmo acelerado y un sentido del humor prodigioso, fácil de entender, de digerir, de observar a cada página, porque los personajes que hace protagonistas son muy sencillos de tropezarse con ellos a ras de calle, verlos en una terraza o en cualquier plaza de cualquier lugar, a poder ser urbanita.
 Su obra se puede leer como quien escucha una conversación en la taberna del bar mientras estás apoyado en el mármol del mostrador hojeando un periódico, y de pronto levantas la vista para observar, bien a los habladores o comensales, que reclaman tu curiosidad. Algo dicen que te gusta o interesa, sin más. Pues algo parecido sucede con las novelas de Amat, son directas como flechas, buscan como objetivo que apenas te muevas de tu sillón y sigas página tras página para ver qué pasa con esos personajes a veces descerebrados, situaciones que de una manera o de otra todos hemos vivido o intuido, salidos de las calles, en pleno auge económico del país y despegue de la década de los 80, con el ladrillo como lanzadera; la España moderna y cosmopolita, del avituallamiento en los organismos internaciones, y que de pronto se encuentra con gentes al margen de tanto desarrollo, autoexiliados que de tanta luz no son capaces de encontrarse a sí mismo.
 Y todo desarrollado con amplio sentido del humor, nada de literatura de barrio dura y peligrosa. Canciones, muchas, Amat hace acopio de un amplio despliegue de conocimiento de la música pop, sobre todo a partir de los 80 en adelante, forma parte de su obra como fragmento fundamental en cualquier narración.


EL DÍA QUE ME VAYA NO SE LO DIRÉ A NADIE.- 2003.- 
 Con el sonido de fondo de la Barcelona más metropolitana condensada en sus barrios y calles, 2 personajes buscan su yo más auténtico, esa capaz de cebolla que les ilumine el camino extraviado de sus errantes existencias.
 Seres que necesitan del apoyo de los demás para abastecer sus economías de gestos, de emociones, que viven aislados dentro de la gran ciudad, que no les gusta sentirse parte de nada y sin embargo, echan de menos el cariño y el consuelo de los demás, como niños adolescentes ya crecidos que no acaban de romper su cascarón del todo..
 Julián es un tipo que trabaja en una librería, vive solo en un pequeño apartamento atestado de discos, mayormente de los 80, donde es un entendido, y graba cintas ce casete a algunas esporádicas amistades y rollos pasajeros femeninos. Se mueve por tabernas del barrio de Gràcia y es escrupuloso con su vestuario hasta el extenuación, sobre todo con sus recién planchas camisas y la limpieza de sus zapatos. Se siente solo y desorientado y no se encuentra bien del todo
 Habla y gesticula solo en largos soliloquios del todo y la nada, y busca ser invisible y sobre todo, no dar explicaciones.
 En una novela primigenia de Amat, corta y concisa, tampoco su otro personaje nada muy allá. Octavia posee un voz prodigiosa pero no para el canto, sino para la programación de contestadores telefónicos, grandes superficies si se tercia y el la monotonía de la voz en el metro, aquello que indica cada parada y circunvalación. Abandonada por su novio y dejada por su mejor amiga que se lía con el "ex", piensa en huir un día de Barcelona, esa ciudad que le aburre pero que le da una vida confortable y agradable pero que no haya en ella  su epicentro de la existencia.



Todos mis conocimientos y aptitudes son de cosas que no dan dinero.


 Humor y emociones, pensamientos profundos, humor y desarraigo familiar, canciones de la década de los 80, Barcelona como telón de fondo. sirven a Kiko Amat como presentación de su primer trabajo literario, ese mundo que el autor conoce de primera mano dejándonos un mundo subterráneo en una páginas que condensan el nervio más profundo de una canción pop.





 Entendí que la finalidad de toda vida debía de ser el evitar trabajar a cualquier precio y no cesar de cuestionarlo todo



COSAS QUE HACEN BUM .- 2007.-
 Narrativa directa, reflexiones vehementes, diálogos cortos, exposición del material concreto, como si nos faltase aliento para desarrollar el largo trayecto de un individuo, Pànic que va directo a toda pastilla, la que puede dar de sí el puño de su acelerador de una Vespa-160 que coge lo máximo 111 km/h y da con sus huesos contra un árbol en el Camping La Ballena Alegre.
 Como si de una canción punk se tratara: directa a tus instintos, sabremos que el muchacho vive una odisea interior, sin apenas arraigo social, y que antes del fatal suceso que no acaba con él como una pieza de taxidermista, suspendida del cielo por hilos de oxígeno. 
 De madre catalana y padre británico, pierde a ambos a la edad de 8 años en un accidente aéreo, sin más familia que una hermana de su progenitora, la vida de Pànic sufre un vuelco como no podía ser de otra manera. Su existencia normal en Inglaterra acaba tras una última noche en casa de unos amigos de sus padres que al día siguiente previos hechos los asuntos burocráticos con el consulado español, le meten en un avión en Heathrow camino del Prat, donde le espera su tía abuela Àngels, con quien se cría en una pequeña localidad catalana, Sant. Boi.
 Esa dicotomía de no saber de dónde es realmente ni a dónde se dirige, le perseguirá toda su vida, pero será su mente hiperactiva la que le lleve por derroteros como el surrealismo o la búsqueda del satanismo; pero también por el amor adolescente de Eleonor, una compañera de instituto, la masturbación casi diaria y la música soul. Nada nuevo bajo el sol, normalidad que se lleva con una narrativa ágil y amena.
 La finalización del instituto lleva aparejada la marcha de Pànic a Barcelona a estudiar Filología Románica donde a través de otra mujer, esta vez Elvira, entrará en contacto con un grupo marginal que se hacen llamar los “vorticistas”, unos extraños seres, más dandis que otra cosa, que en ese torbellino de influencias, intentan dar un golpe que no será otra cosa que volar un repetidor de la luz. Mientras, vive sus odiseas instalado en casa de otro familiar relativo, Lola, que no es consanguínea a Pànic, si no que estuvo casada con el hermano de su padre. La susodicha es guapa, de 35 años, cabellera larga y dientes relucientes que se gana la vida de educadora. No se molestan.
 Toda la novela es un correcalles, anfetaminas, litros de cervezas, humor agridulce, situaciones rocambolescas y largas reflexiones, unas veces en compañía, otras en soliloquios ocurrentes que te sacan una sonrisa benévola o una carcajada sin más.
 Kiko Amat recurre con talento y gracia a contarnos algo manoseado, pero nuevo a la vez, esa peripecia en sí misma no se diferencia del típico proceso de maduración de un muchacho disconforme con el mundo. Pànic, que no sólo es el protagonista y narrador, nos encarna la figura del rebelde sin causa hasta la saturación: solitario, descontento consigo mismo y con la sociedad, entregado a manías obsesivas, buscando con ahínco la pertenencia a un grupo, pero lo que realmente más anhela, es encontrar un lugar en sí mismo y saber hacia dónde va, si es que va hacia algún lado.


Ya te he dicho mil veces lo que intentarán hacerte. Tratarán de convertirte  en una hormiga león. En un zángano de colmena, sin voluntad propia, supeditado a los deseos de la abeja reina.


 Su siguiente obra que cae en mis manos es Rompepistas, de nuevo con un lenguaje directo nos describe las distintas peripecias de un joven adolescente, perdiendo esa piel de púber y alcanzando la 1ª juventud, en este extrarradio que es Barcelona.
 Tiene tintes autobiográficos en las distintas etapas que se desarrolla la novela. No en vano Kiko Amat dejó sus estudios a los 17 años, mitad punk y skinhead, aunque luego se podía ser mod, bailar soul o garaje, engancharse con The Clash o Generation X, depende del día y de la noche, de las amistades que frecuentes a esa edad en la que tu cerebro es una esponja que asume más datos que de niño. Te vas formando, y para hacer parte de la realidad de tus sueños, la existencia te estampará contra el asfalto.
 Si uno quiere bailar en la pista de baile, llevar buenos zapatos, hay que ganarse la vida de camarero en un hotel en Londres, luego residiría en el Soho y sería dependiente en una tienda de discos londinense; montador en una cadena de montaje de Seat… pero también había tiempo de hacer pintadas con spray en las paredes y calles barcelonesas y aledaños, reivindicando la personalidad, publicar magazines donde dar rienda suelta a la vena creativa. Y así se forjan los personajes que acabarán llevando su existencia, a veces alegre, a veces triste y descabellada, a las novelas, aquellas que Amat sabe distinguir entre realidad y posibles.


Bolsillos vacíos y cojones llenos



ROMPEPISTAS.- 2009.-
  Hubo una época en que yo no era quien soy. En aquel tiempo era otro, y respondía a otro nombre. O quizás es que fuese otro yo, quizás es sólo que tenía 17 años, y los 17 años son otro planeta distinto. Un mundo extraño donde las cosas se hacen de otro modo, de un modo que nos puedes juzgar con instrumental de hoy.

 Así comienza Rompepistas, una crónica social y política del entorno de Barcelona de unos adolescentes con ideas e imaginación.  ¿Quién no la tiene a esa edad?, con ganas de explorar todo: drogas, novias, música, pintadas callejeras. Un entierro de un amigo les une a varios de ellos años después, cuando ya no son lo que eran, entrando en la cuarentena y cuesta reconocerse en esas fotografías del b/n que eran entonces, a mediados de 1987, por donde arranca Rompepistas; y aquellos chavales, hoy hombres con sus múltiples paranoias y frustraciones, también alegrías, ya no son el combo alegre que les unía escuchando punk, teniendo como ídolos a seguir a The Clash o llegar a formar un grupo de rock contundente como Los Duelistas. Ahora, cuando se encuentran ya no son capaces de llamarse Carnaval, ni Chopped, ni Rompepistas, porque ahora prima lo que pone en su carnet de identidad.
 El paso de una piel a otra, las preguntas que todo el mundo debe de hacerse: ¿mereció la pena, estoy dónde quiero? Siguen escuchando punk, reggae, ya no pegan patadas a las puertas, no se desesperan por unas victorias pírricas en los temidos callejones del extrarradio barcelonés. No se ha perdido el sentido del humor, hay que llenar la taza exacta de líquido de misantropía e ingenuidad, que nos les debe de abandonar nunca.
 Perder la inocencia para entrar de lleno absorbido por el sistema, como “la hormiga león”, no nos tiene por qué hacer forzosamente abandonar el sentido lúdico de la vida y no desperdiciar jamás el sentido del humor.

 Y, aunque no me doy cuenta en ese momento, quizás éste es el fin definitivo de tu niñez. El día en que te das cuenta de que tus padres ya no pueden ayudarte, ni protegerte del dolor, y que estás desnudo en medio del huracán de basura que está empezando a soplar. La tramontana de mierda que se levanta en la distancia, acercándose.



No puedes abrazar un recuerdo


 Tras la lectura de Rompepistas, excelente novela si se entiende por pasar un rato agradable leyéndola, casi generacional, tal vez el único pero es que a mí me pilla con varias primaveras, como a muchos, pero no es óbice para degustarla con una sonrisa eterna en la comisura de los labios a los largo de 300 páginas, a fin de cuentas viene a recordarte varias cosas que hiciste o dejaste de hacer, más allá del núcleo de población en la que te criaste, antes de la era digital de móviles y smartphones, explorar la amistad, la culpa, bailar, reír, llorar, son eternos personajes etéreos que todos llevamos pegados a nuestra epidermis. De vez en cuando es muy sano echar un vistazo atrás para saber por qué estamos dónde nos encontramos ahora.



Uno sabe que es adulto cuando
Pasa la mayor parte del tiempo
Cagado de terror o paralizado de pura abulia



 Tardaría un tiempo en hacerme con la siguiente novela de Kiko Amat. Exploración de un fracaso de un personaje que no se encuentra a gusto con su trabajo, su relación de pareja rota y un hijo a cuestas que no sabe muy bien qué pinta en su nueva vida. La maduración mal entendida, reflejo de la sociedad en las que nos hemos instalado de tener que trabajar para pagar cosas que en realidad no necesitamos, más allá de unos cuantos discos y libros con los que ir tirando, pero ¡ay, siempre hay un ay! Habrá que ganarse las lentejas, pagar las facturas, cobijarse del frío invierno, tomar el sol como el lagarto cuando la primavera asome, refrescarnos el gaznate con unas cervezas, amar, soñar, vivir…



El miedo es un determinante capital
Del espíritu humano



ERES EL MEJOR, CIENFUEGOS.- 2012.- 
 Novela como si fuese un cuento a la antigua usanza, aquellos que de niños devorábamos tebeos (hoy comics), con ilustraciones de Sergi Puyol, a trazos cortos, capítulos llevaderos, trepidantes y sentido del humor marca de la casa, ameno, interesante, a veces cargante, en ocasiones irreverente, pero siempre entretenido, esta obra de Amat sigue por los derroteros de las anteriores pero dando un amplio salto en el tiempo.
 Ya hemos abandonado la década de formación que fueron los 80, tal vez ahora Cienfuegos, ahora es el apellido quien manda sobre el nombre de pila, ¡ah, y nada de motes o sobrenombres! Atraviese la raya de la 4ª década con un puñado de mierda que arrastra de su pasado, aquellas malas decisiones tomadas en su momento y aquellas otras que no por no tomarlas también tuvieron sus consecuencias. Es decir, de aquellos polvos estos lodos.
  No es que el nuevo alter ego de Amat no escuche música, claro que lo hace Cienfuegos. The Undertones, The Beat, The Jam, The Specials… pero es que ahora estamos en la 2ª década del siglo XXI; y nuestro héroe es un descosido sentimental y un atormentado personaje que ha perdido por ser un piernas a su amada, Eloísa, con quien ha sido feliz, pero es incapaz de estarse quieto y asentado como sus numerosos años le aconsejan y ver crecer a su hijo Curtis. Incluso seguir desarrollando su carrera de periodista en La Nación, periódico para el que trabaja, pero Cienfuegos busca la calamidad continuamente.
 Aparecen personajes y el núcleo central de la ira callejera con las numerosas protestas por el entorno enrarecido, el 15-M; las asentadas en la Plaza de Cataluña, los desahucios; etc. Y Cienfuegos ya ni siquiera puede bailar porque cada vez le cuesta más llevar la concha de caracol que soporta en su cabeza, una ex de la que sigue enamorado, un hijo que le hace dudar de todo, un trabajo atropellado, unas amistades que no le gustan, ni siquiera el mismo se quiere y cada mañana se lo recuerda su imagen distorsionada en el espejo de según en qué cubículo amanezca.
 Trepidante, tragicomedia, a ratos conmovedora, en ocasiones cargante, pero lo dibujos de Puyol suavizan el asunto y te sacan alguna sonrisa. Amena e interesante a partes iguales, asistiremos a la caída inexorable de Cienfuegos y a una posible redención, como si la jaula se abriese y fuera no nos esperase ningún ratón al acecho, tal vez surja el amor, la armonía, o quizás es que hemos madurado y en eso consiste este asunto, podernos explicarnos a nosotros mismos que la crisis de los 40 es sencilla: se trata de un fenómeno que convierte a los hombres en niños. Tratemos de darle la vuelta a la tortilla sin que se nos caiga en la encimera, o peor, en el suelo, aunque sea de Porcelanosa.


¿Adónde te mudas cuando el lugar del que
Quieres mudarte eres tú mismo ?



El gran salto.-  Hay un periodo de madurez buscado. Kiko Amat hallará nuevos alicientes y recursos publicando su 5ª obra en Anagrama, salta de Contraseñas, donde su literatura, digamos, puede ser fronteriza y subcultural, con grandes reseñas al cómics, al rock de los 80, ... aunque algunas situaciones no se difuminan: como las cuestiones familiares, el barrio, la época en la que te ha tocado vivir, o sobrevivir.
 Se encamina hacia su mejor obra, Antes Del Huracán, pero las sucesiones vitales de su literatura permanecen aunque aquí con cierto toque de madurez, como si Amat entrase ya en la 1ª división, y no sólo por el salto de editorial, sino por la cuestión en sí de su obra. Parece cerrar una etapa generacional para adentrarse en territorios más diáfanos.
 Quizás su experiencia vital de haber hecho tantas cosas para dedicarse a la literatura de pleno derecho, pero haciendo el bachillerato de la vida, buscándose como vulgarmente se dice, la existencia, como repartidor de propaganda, camarero de hotel, vigilante de camping... le haya dado las alas suficientes para acometer, ya muy en serio, literatura, aunque  el camino anterior es alentador y desde luego, digno de leerse y tenerse en biblioteca que se precie de tal.


 Todo se deshace. Ver a tu padre llorar es como ver la pared de nuestra casa convirtiéndose en plastilina.


ANTES DEL HURACÁN.- 2018.- 

 Siempre me preguntado qué pasa con la gente que anda como un zombi o está tirada en la calle, recubierta con unas cajas de cartón, deambulando con carrito de la compra por las Avenidas y pidiendo a las puertas de los supermercados. ¿En qué momento se rompieron? ¿Qué sucedió? No deja de ser un fracaso de todos, en general, de sociedad, de formación, de introducción, no hablo de personal con algún deterioro de "serie", en el origen mismo del ADN, es de los otros, de los "normales" que en algún instante la cadena se rompe y no se vuelve a soldar, definitivamente.



¿ Por qué alguna gente permanece intacta hasta el día de su muerte, pero otra se parte en pedazos mucho antes? ¿Cuál es la ecuación de la cordura? ¿ Por qué nosotros?


 En Sant Boi de Llobregat existe un psiquiátrico, Santa Dympna, donde Amat coloca la obra, allí, un muchacho normal de infancia regular y de barrio obrero, se encuentra internado hace 2 décadas, pagando lo pecados de sus padres, de su madre ya fallecida, de un progenitor a ratos ausente, de un hermano mayor con tendencias autoritarias, donde vivían en una casa baja, húmeda, camaretas para los chicos, posters, el Mundial de 1982 y la Guerra De Las Malvinas como telón de fondo.
 Hasta que varios hechos estallan y la locura se desata. Ya no vale agarrarse a Clochard, un perro con agorafobia que acogen en casa, ni el acuario que su padre cuida en los momentos que aquello parece una familia, normal. Ni Priu, el mejor, el único amigo que puede tener Curro Abad, protagonista de Antes Del Huracán.
 Un niño frágil, que desea amar y ser consciente de que se le desea, pero la realidad es muy distinta, sus fobias, sus tics, son poca cosa hasta llegar a la esquizofrenia, que no se salva ni su madre, desterrada a su mundo interior de locura, ni los abuelos, seres lejanos, casi etéreos. Sólo está el colegio, el barrio, las pandillas, a veces su hermano, en ocasiones la casa... poco refugio para la que se va gestando en su cerebro.
 A modo de capítulos duales y soliloquios, Amat, convierte a Curro Abad en su un ser marginal, en una dicotomía semejante a Quijote/Sancho, cuando internado en el psiquiátrico, encuentra en "su mayordomo Plácido", el suelo terrenal.
 Melancolía, humor, tristeza, trazos de ironía para no poder salir ya nunca de las telarañas de un cerebro que no es apto, para una sociedad productiva.


No habla. El hombre de las batallitas ya no estaba allí. Es fuerte, pensar que puede morirse el hombre que eres, todo lo que has sido.


LOS ENEMIGOS.- 2021.- 

 Texto que parecería menor, claro equívoco, parece inofensivo en sus apenas 90 páginas, pero encierra toda la " mala baba " que de una manera u otra, todos llevamos a flor de piel.
 Fobias injustificadas, naturales, invisibles, erróneas, instantáneas, estériles...

Enemigos, maestros gratuitos.

 Con el fino humor característico de Kiko Amat, nos desglosa un manual para ver por dónde caminamos en esas inquinas nuestras hacía nuestros semejantes. Y si somos fríos, tal vez inteligentes, desarrollar esas manifestaciones a terrenos benignos, todo ello sea dicho, sin instrucciones previas ni nada por el estilo. El texto, ya digo escaso, no es un manual de instrucciones ni un ensayo al uso.

La venganza requiere un cierto poder y medios, y tiempo para poder realizarla.

 Es muy posible, que si conseguimos eso, dominar esa inquina visceral, muchas veces subjetiva, vivamos mejor, pero claro, siempre hay que contar con el factor humano. Amat desnuda su ser de forma sincera, y eso le libera para acometer ciertos deslices personales para colocar al lector en su punto justo, o al menos para que piense.
 Los Enemigos funciona como un directo a la mandíbula, sin preámbulos...




BIBLIOGRAFIA SELECCIONADA



EL DÍA QUE ME VAYA NO SE LO DIRÉ A NADIE.- 2003

COSAS QUE HACEN BLUM .- 2007

ROMPEPISTAS .- 2009

ERES EL MEJOR, CIENFUEGOS .- 2012

ANTES DEL HURACÁN.- 2018

LOS ENEMIGOS..- 2021












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