DAVID TRUEBA: CIERTA SOCARRONERÍA
Debe de ser demoledor
ser tantas cosas a la vez e intentar convencerse de hacerlas bien, o al menos
lo suficiente, para que dé de llenar la olla todos los días. Periodista de
formación, que le lleva a llenar páginas con guiones para el cine, TV, a dirigir
algunos films interesantes en estas 2 décadas, por ejemplo Amo Tú Cama Rica – 1991, Pérdita Durango – 1997 o Balseros – 2003; realizar la maravillosa
película-documento junto a Luis Alegre de La
Silla De Fernando – 2006; llevarse algún Goya como director por Vivir Es Fácil Con Los Ojos Cerrados – 2013,
film basado en su novela del mismo título.
Tampoco debe de ser
fácil ser el menor de creo, 8 hermanos, y tener a uno de ellos oscarizado y
además de reconocido prestigio nacional e internacional, me refiero a Fernando.
Al margen de su estancia en la década de los 90 en Estados Unidos, siempre es
enriquecedor vivir una temporada “en el imperio”, el asunto de llenar la olla
le ha llevado incluso a ser letrista de canciones de gente variopinta, Rosa
León o Andrés Calamaro, por ejemplo.
Pero no será por nada
de todo esto, aunque forme parte de su investidura como ser existencial y
mundano, que a mí me llama la atención. Será su narrativa la que le convierte
en un escritor peculiar con un sentido del humor a veces hilarante, incluso
socarrón casi siempre, siguiendo el hilo conductor de su admirado Rafael
Azcona. Una primera novela que cayó en mis manos, la mejor por otra parte de lo
que lleva publicado David Trueba, Saber
Perder – 2008, me hizo seguir indagando en su narrativa y traer a este
blog, algunas de sus obras, las que considero más interesantes dentro de una
escasa producción, aunque en línea más que sugestiva.
Curiosamente empezaré
por la última que he leído y que es la 1ª que publicó, arranca, probablemente,
con lo más a mano que uno tiene al venir al mundo, la familia, por aquello de
que la astilla nunca cae lejos del árbol,
por más que nos empeñemos en alejarnos y nos parecemos más de lo que queremos a
aquellos individuos que nos han dado la vida, pese a nuestros intentos, vanos
por otra parte, de eludirlos casi durante toda nuestra vida.
En las
familias predomina esa virtud de abrazar
la extravagancia cotidiana como normalidad.
Luego descubrí que
David Rodríguez Trueba se crio en el barrio madrileño donde yo he ido a dar con
mis huesos hace algunas décadas, así pues, calles, situaciones y algún personaje
escondido en sus páginas he hallado que me dan una cierta familiaridad con este
autor de gafas y cara agradable, y con el recurrente hilillo de humor socarrón
que recorre toda su obra.
Goyas y demás
prebendas mundanas obtenidas al margen, dan de sí unos libros amenos para su lectura,
fáciles de digerir y de echarse unas cuantas risas por los personajes que salen
de la pluma del autor madrileño.
La mentira puede ser tan buena como la verdad si es utilizada con bondad.
ABIERTO TODA LA
NOCHE .- 1995 .-
Los personajes que habitan la novela solo consumen corazón, pero no están exentos de cierta razón.Tomando como argumento una familia, los Belitre, a los que el narrador llega como amigo de uno de sus miembros, Nacho, al conocerlo en su último curso de bachillerato, el COU, y el formar un grupo de rock con éste, acaba adentrándose en los escondrijos de dicha estirpe.
Con un argumento muy ameno, semejante al llamado realismo mágico, de cuyo autor todos estamos influenciados, García Márquez, David Trueba nos puebla por sus páginas con un lenguaje ágil, agradable de degustar los diversos avatares, primero de la abuela Alma que con esa magia profunda que da la sabiduría y una cierta locura, mantiene una correspondencia que parecía inútil desde hace 17 años, que está en cama porque le daba la gana, se cartea incansablemente con otra anciana, Ernestina Beltrán, donde al morir ésta para sorpresa de sus allegados, les deja una casa a la familia Belitre en la calle Tremps, situada entre la Dehesa De La Villa y Ciudad Universitaria, en Madrid, más bien un palacete de 3 plantas con buhardilla y todo, 2 baños y una inmensa cocina y amplio jardín.
La familia al completo, salvo la abuela Alma, se trasladan a vivir allí dejando su aposento pequeño en Algete, donde vivían casi hacinados. El grupo está compuesto por los padres y sus 6 hijos, todos varones y con características y aficiones muy marcados. Y es ahí donde empieza de verdad a contarse una historia lineal de todos sus componentes, incluidos los abuelos Alma y Abelardo que viven separados; sus manías, sus muchas paranoias, desde el mayor, Felisín, crítico de cine y que un arrebato estando en el Festival de Cannes se casa con una chica, Nicole, ligera de cascos y caprichosa. Basilio, lleno de acné y de problemas, Nacho, el amigo del narrador, guapo, encantador y con enorme éxito entre las mujeres. Gaspar, el romántico, el pequeño Matías con un extraño síndrome de Latimer, que es algo así como que una persona se transforma en otra; el activo Lucas que desea ser escritor para paliar en parte su melancolía; etc.
Personajes, situaciones que pueblen el ecosistema familiar con todos los inconvenientes y facilidades que se pueden dar en un sitio, como el hogar, abierto toda la noche, como los hospitales y comisarias, vengan bien dadas o no. Y como todo no es tan simple, bajo esa superficie la araña teje venganzas, solidaridad, amores frustrados, vidas vacías. Las paredes de su nuevo hogar verán sus miserias y sus alegrías. Todos los personajes creados por Trueba mantienen el tipo, tienen personalidad propia y hasta profunda, existe un punto de conexión con algún personaje que puede despertar empatía en el lector, que poco a poco nos va aleccionando hacia un final abrupto, pero que como toda nube, es pasajera. Como la vida misma.
Todos tarde o temprano recurrimos a escribir vivencias pasajeras, amores frustrados o cosas que nos han pasado, a observar una realidad que no deja de sorprendernos y que en ocasiones nos ofrece una amalgama de posibilidades curiosas cuando menos, sino disparatadas en su mayoría. La 2ª obra de Trueba, sería un recordatorio de lo que fuimos y queríamos ser, ese paso a hacerse adulto que tanto cuesta, ese dejar la piel de capullo para tal vez ser crisálida, viaje a la madurez pero reflejado en la amistad para saber qué estragos hace el tiempo en nuestras vidas.
Tengo la manía de que si un autor/a me interesa, trato en el menor tiempo posible y siempre que mi economía me lo permita, acercarme a más obras suyas, ponderarlas, desmenuzarlas, saber si sigue el mismo camino trazado que en la anterior o por el contrario da un vuelco a la alineación. Trueba mantiene la base, el hilo conductor socarrón. Curiosamente, se mete de nuevo en los vericuetos de 4 hombres, su narrativa es claramente dictada por un varón: sus reflexiones, sus desmesuradas correrías, su punto de vista… en las diversas situaciones que dejan al descubierto los personajes, sus diálogos fluidos; y de nuevo consigue eso que es tan difícil, desarrollar una historia que nos entretenga, que busquemos qué ocurre a continuación del siguiente episodio.
CUATRO AMIGOS .- 1999 .-
Era de las que te domaban a fuerza de esperarlas a la salida de clase cien veces antes del primer beso atrevido, de las que te hacen la primera paja sólo cuando tienen el anillo de compromiso en el dedo. El síntoma es siempre una sonrisa dulce hasta la diabetes, carente de cualquier promesa sexual.
Realizar un largo viaje en compañía de 4 amigos, una reconversión interior que pese a la ligereza extrovertida de unos jóvenes que empiezan a sentir el latido de la responsabilidad en sus cogotes, pero aun así desean prolongar la juventud. Tener pareja de usar y tirar, una especie de muñeca hinchable, ahora sí, ahora no. El círculo se va cerrando, si quieres la afirmación de algo tendrás que claudicar seriamente a varios de tus principios, sino, estás solo, desarmado ante el regimiento familiar y social, esa soledad que siempre está subestimada.
Algo así deben de pensar los 4 amigos: Solo, curioso nombre para el narrador, sus colegas Blas, el más positivo, Claudio el tipo que va por libre y Raúl, eterno adolescente pese a ser padre de 2 gemelos y adicto al sadomasoquismo. Tal vez para huir de sus sombras, deciden hacer un largo viaje por el país (España) en una vieja furgoneta que huele a queso, no hay rumbo fijo, solo perderse para ver si en el fondo acaban encontrándose a sí mismos. Y como toda road movie que se precie, ocurrirán cosas: desde hallar a una anciana que vive sola en un hotel sin necesidad de nadie más que su soledad, a tener problemas en las fiestas patronales de un pueblo con algunos zoquetes de dicho lugar, o el intento de rescatar a una prostituta…
Un largo viaje divido en 3 partes con títulos curiosos: “veinte mil leguas de viaje subnormal, sólo en ninguna parte y es tan duro vivir sin ti o milonga triste”. Esa sería la parte formal, los propios protagonistas tienen otras acepciones, tales como la gran ruta cochina o viaje al centro de las piernas. Todos los capítulos terminan con unas curiosas citas, a modo de reflexión, que Trueba titula “escritos en servilletas”, quizás para poner un poco de cordura a tanto desenfreno alcohólico, juergas y demás excesos de los protagonistas, en un intento, vano por otra parte, de negarse a madurar, o lo que es lo mismo, a hacerse cargo de sus propias vidas.
Como es habitual en Trueba, sus diálogos son frescos, amenos, ágiles, en ocasiones vertiginosos que nos transportan a situaciones que en algún momento o bien hemos sido participes o meros espectadores. Frustraciones, lamentos y emociones enfrentadas, despertarán reflexiones entre borracheras y ataques de sinceridad, como acudir en Lugo a la boda de una exnovia de Solo, mayor masoquismo no cabe en el protagonista, que no se sabe muy bien qué busca en compañía de sus amigos.
Todo el viaje gira alrededor de Bárbara, la novia-amante-confidente de Solo, centro de sus vivencias, eje en el cual transcurre su vida jugando un papel fundamental en la novela pese a aparecer en muchas páginas como una mujer etérea, pero que es de carne y hueso. Cuanto más largo se hace el camino, más cerca se encuentra de ella. No deja de ser una historia de amor no correspondido entre Sólo y Bárbara, una relación que tras la ruptura, el joven convierte en el mayor problema de su vida, ya que la mujer superó con creces la separación, y esto es precisamente lo que traumatiza al protagonista.
Los personajes que habitan la novela solo consumen corazón, pero no están exentos de cierta razón.Tomando como argumento una familia, los Belitre, a los que el narrador llega como amigo de uno de sus miembros, Nacho, al conocerlo en su último curso de bachillerato, el COU, y el formar un grupo de rock con éste, acaba adentrándose en los escondrijos de dicha estirpe.
Con un argumento muy ameno, semejante al llamado realismo mágico, de cuyo autor todos estamos influenciados, García Márquez, David Trueba nos puebla por sus páginas con un lenguaje ágil, agradable de degustar los diversos avatares, primero de la abuela Alma que con esa magia profunda que da la sabiduría y una cierta locura, mantiene una correspondencia que parecía inútil desde hace 17 años, que está en cama porque le daba la gana, se cartea incansablemente con otra anciana, Ernestina Beltrán, donde al morir ésta para sorpresa de sus allegados, les deja una casa a la familia Belitre en la calle Tremps, situada entre la Dehesa De La Villa y Ciudad Universitaria, en Madrid, más bien un palacete de 3 plantas con buhardilla y todo, 2 baños y una inmensa cocina y amplio jardín.
La familia al completo, salvo la abuela Alma, se trasladan a vivir allí dejando su aposento pequeño en Algete, donde vivían casi hacinados. El grupo está compuesto por los padres y sus 6 hijos, todos varones y con características y aficiones muy marcados. Y es ahí donde empieza de verdad a contarse una historia lineal de todos sus componentes, incluidos los abuelos Alma y Abelardo que viven separados; sus manías, sus muchas paranoias, desde el mayor, Felisín, crítico de cine y que un arrebato estando en el Festival de Cannes se casa con una chica, Nicole, ligera de cascos y caprichosa. Basilio, lleno de acné y de problemas, Nacho, el amigo del narrador, guapo, encantador y con enorme éxito entre las mujeres. Gaspar, el romántico, el pequeño Matías con un extraño síndrome de Latimer, que es algo así como que una persona se transforma en otra; el activo Lucas que desea ser escritor para paliar en parte su melancolía; etc.
No hay dolor que un buen cuento no ayude a soportar
Personajes, situaciones que pueblen el ecosistema familiar con todos los inconvenientes y facilidades que se pueden dar en un sitio, como el hogar, abierto toda la noche, como los hospitales y comisarias, vengan bien dadas o no. Y como todo no es tan simple, bajo esa superficie la araña teje venganzas, solidaridad, amores frustrados, vidas vacías. Las paredes de su nuevo hogar verán sus miserias y sus alegrías. Todos los personajes creados por Trueba mantienen el tipo, tienen personalidad propia y hasta profunda, existe un punto de conexión con algún personaje que puede despertar empatía en el lector, que poco a poco nos va aleccionando hacia un final abrupto, pero que como toda nube, es pasajera. Como la vida misma.
Los padres no dejan de ser, en el entramado familiar,
2 electrodomésticos de avanzada tecnología.
Todos tarde o temprano recurrimos a escribir vivencias pasajeras, amores frustrados o cosas que nos han pasado, a observar una realidad que no deja de sorprendernos y que en ocasiones nos ofrece una amalgama de posibilidades curiosas cuando menos, sino disparatadas en su mayoría. La 2ª obra de Trueba, sería un recordatorio de lo que fuimos y queríamos ser, ese paso a hacerse adulto que tanto cuesta, ese dejar la piel de capullo para tal vez ser crisálida, viaje a la madurez pero reflejado en la amistad para saber qué estragos hace el tiempo en nuestras vidas.
Tengo la manía de que si un autor/a me interesa, trato en el menor tiempo posible y siempre que mi economía me lo permita, acercarme a más obras suyas, ponderarlas, desmenuzarlas, saber si sigue el mismo camino trazado que en la anterior o por el contrario da un vuelco a la alineación. Trueba mantiene la base, el hilo conductor socarrón. Curiosamente, se mete de nuevo en los vericuetos de 4 hombres, su narrativa es claramente dictada por un varón: sus reflexiones, sus desmesuradas correrías, su punto de vista… en las diversas situaciones que dejan al descubierto los personajes, sus diálogos fluidos; y de nuevo consigue eso que es tan difícil, desarrollar una historia que nos entretenga, que busquemos qué ocurre a continuación del siguiente episodio.
La juventud termina el día en que tu jugador de fútbol favorito
Tiene menos años que tú.
CUATRO AMIGOS .- 1999 .-
Era de las que te domaban a fuerza de esperarlas a la salida de clase cien veces antes del primer beso atrevido, de las que te hacen la primera paja sólo cuando tienen el anillo de compromiso en el dedo. El síntoma es siempre una sonrisa dulce hasta la diabetes, carente de cualquier promesa sexual.
Realizar un largo viaje en compañía de 4 amigos, una reconversión interior que pese a la ligereza extrovertida de unos jóvenes que empiezan a sentir el latido de la responsabilidad en sus cogotes, pero aun así desean prolongar la juventud. Tener pareja de usar y tirar, una especie de muñeca hinchable, ahora sí, ahora no. El círculo se va cerrando, si quieres la afirmación de algo tendrás que claudicar seriamente a varios de tus principios, sino, estás solo, desarmado ante el regimiento familiar y social, esa soledad que siempre está subestimada.
Algo así deben de pensar los 4 amigos: Solo, curioso nombre para el narrador, sus colegas Blas, el más positivo, Claudio el tipo que va por libre y Raúl, eterno adolescente pese a ser padre de 2 gemelos y adicto al sadomasoquismo. Tal vez para huir de sus sombras, deciden hacer un largo viaje por el país (España) en una vieja furgoneta que huele a queso, no hay rumbo fijo, solo perderse para ver si en el fondo acaban encontrándose a sí mismos. Y como toda road movie que se precie, ocurrirán cosas: desde hallar a una anciana que vive sola en un hotel sin necesidad de nadie más que su soledad, a tener problemas en las fiestas patronales de un pueblo con algunos zoquetes de dicho lugar, o el intento de rescatar a una prostituta…
Las cosas más decisivas
de la existencia suelen suceder de un modo accidental, lo cual debería darnos
una pista sobre nuestra limitada importancia.
Un largo viaje divido en 3 partes con títulos curiosos: “veinte mil leguas de viaje subnormal, sólo en ninguna parte y es tan duro vivir sin ti o milonga triste”. Esa sería la parte formal, los propios protagonistas tienen otras acepciones, tales como la gran ruta cochina o viaje al centro de las piernas. Todos los capítulos terminan con unas curiosas citas, a modo de reflexión, que Trueba titula “escritos en servilletas”, quizás para poner un poco de cordura a tanto desenfreno alcohólico, juergas y demás excesos de los protagonistas, en un intento, vano por otra parte, de negarse a madurar, o lo que es lo mismo, a hacerse cargo de sus propias vidas.
Me da la sensación de
que sólo sabemos ser jóvenes.
Como es habitual en Trueba, sus diálogos son frescos, amenos, ágiles, en ocasiones vertiginosos que nos transportan a situaciones que en algún momento o bien hemos sido participes o meros espectadores. Frustraciones, lamentos y emociones enfrentadas, despertarán reflexiones entre borracheras y ataques de sinceridad, como acudir en Lugo a la boda de una exnovia de Solo, mayor masoquismo no cabe en el protagonista, que no se sabe muy bien qué busca en compañía de sus amigos.
Todo el viaje gira alrededor de Bárbara, la novia-amante-confidente de Solo, centro de sus vivencias, eje en el cual transcurre su vida jugando un papel fundamental en la novela pese a aparecer en muchas páginas como una mujer etérea, pero que es de carne y hueso. Cuanto más largo se hace el camino, más cerca se encuentra de ella. No deja de ser una historia de amor no correspondido entre Sólo y Bárbara, una relación que tras la ruptura, el joven convierte en el mayor problema de su vida, ya que la mujer superó con creces la separación, y esto es precisamente lo que traumatiza al protagonista.
Había sabido sostenerse con calma en la vida
Un poquito más complicada que la anterior, Abierto Toda La Noche. quizás excesiva en los tacos, muy masculino en conversaciones coloquiales pero tal vez soez en literatura, cierto abuso de las mismas y unas reflexiones curiosas, como que la amistad está sobrevalorada como los estudios universitarios, la muerte o las pollas largas. Interesantes me parecen también la cuestión del tiempo que uno tiene cuando está esperando a otra persona, llega tarde y comienza a desmenuzar los defectos del tardón.
Me dejó una
excelente opinión Saber Perder, que
como ya apunté fue la 1ª novela que adquirí de Trueba. Es la mejor de largo,
también en parte me entusiasma, tal vez sería el término concreto, porque añade
vida y pasión a 4 personajes entrelazados y aparentemente poco en común, como
sucede en ese cine de González Iñárritu, obras geniales del cineasta mejicano,
tales como Amores Perros, 21 Gramos o
Babel, algo de todo eso encuentro en la narrativa de Trueba en Saber Perder, las pequeñas cuestiones
cotidianas que te pueden amargar no sólo el día, parte de las semanas, las
derrotas ordinarias, como si esto fuese una competición deportiva y hubiese
medalla al final, cuando lo único importante es respirar, vivir…
Nada es definitivo.
SABER
PERDER.- 2008.-
David Trueba da
un salto cualitativo en su narrativa, y adopta en el relato una posición más alejada que en las 2
anteriores novelas al narrarnos unas historias cruzadas de 4 personajes, a saber:
un maduro Leandro, que acude a más entierros que a nacimientos, una
adolescente, Sylvia, que tiene un accidente en el día que celebra su
cumpleaños. Un jugador de fútbol argentino, Ariel, que como todo sudamericano
viene a buscar la fortuna en Europa; y finalmente Lorenzo, padre de la chica
perdido en el laberinto de su cabeza.
Se nota y mucho la década que transcurre entre
la publicación de Cuatro Amigos y Saber Perder. Trueba ha madurado su
lenguaje, sus reflexiones, su léxico se ha hecho mucho más rico, variado, la
observación le lleva a retratar una sociedad contemporánea y a personas que
tienen cosas en común, la belleza imborrable de la arruga en el cerebro, el
encanto de fracasar. Aun así en toda la novela se pueden ver escondrijos,
rendijas por las que se cuela la luz de la esperanza, y donde la derrota jamás
es definitiva, si acaso necesaria para cumplir una etapa más, un cambio de
piel, una metamorfosis que muchas veces es más interior que exterior.
Sylvia está rodeada en clase por cuerpos a
medio hacer, caras inocentes, brazos y piernas de equivocadas proporciones,
como si todos crecieran a impulsos desordenados.
Divido el texto en 4 capítulos, se alarga por
encima de las 500 páginas, pero son fáciles de leer, entretenidas, pues salta
de la radiografía de un personaje a otro y aunque poco a poco el lector irá
cogiendo cariño, ( tal vez manía ), a algunos de los actores principales,
todo se observa desde una distancia cercana, como si muchas de las cosas que
suceden a lo largo del texto nos pasase a nosotros o estuviésemos en posición
de que nos ocurriera, si es que no nos ha ocurrido en realidad alguna
situación.
Leandro salía a dar un paseo por el barrio
para aprovechar las horas de ese sol limpio de invierno. Compraba sin orden en
el Mercado Maravillas, entre los puestos que conoce de siempre y en los que
elude la familiaridad. En la calle asistía al espectáculo de las gitanas que
vendían ropa, lápices de labios, pañuelos. A veces se perdía por las calles
interiores y sus pasos le conducían a la fachada de la Academia Diapasón y en
horas de clase escuchaba a algún alumno de solfeo o de piano que tocaba con
dedos jóvenes y tentativos.
Los personajes secundarios también tienen su
importancia. Pilar, madre de Sylvia y compañera de Lorenzo, se larga a Zaragoza
para iniciar una nueva vida tras una relación que no da más de sí y en busca de
un soplo de felicidad. Aurora es la abuela de la muchacha y mujer de Leandro,
al que siempre ha cuidado y asistido. Tenemos hasta una prostituta, Osambre y
hasta una vecina de Lorenzo, una ecuatoriana que pone el punto exótico y que se
llama Daniela.
Lorenzo escuchó llegar la mañana, como si la
mañana llegara de puntillas. El ritmo de los coches aumentó. El camión de la
basura. Los primeros zumbidos del ascensor. La puerta metálica de un comercio
que abre en la calle. El despertador de su hija, con esos tres minutos de pausa
que concede antes de volver a sonar.
Ese fenómeno colectivo, aglutinador de masas
sociales en el que se ha convertido el fútbol en las últimas décadas, tiene una
bonita historia en Ariel al que todo el
mundo le augura un éxito seguro en el balompié. Nada mejor que venir de
Argentina, lugar de tantos sueños de adolescentes con el balón y poder ser
fichado en algún club del viejo continente. Incluso para los más neófitos de
este deporte, creo que todo el mundo sabe que cada 10 minutos tanto en la Pampa
como en las favelas de Río de Janeiro, nace una estrella, eclipsada a los pocos
segundos por otra.
Ariel es de esas personas que nunca se
imaginaron llorando en un aeropuerto. Por más ternura que le provocara espiar
las lágrimas de otros en esos lugares de despedidas y de reencuentros, estaba
convencido de que él siempre conservaría el pudor para evitarlas. Ahora se
alegra de llevar gafas de sol, pues tiene los ojos inundados en lágrimas.
TIERRA DE CAMPOS.- 2017.-
Con el humor característico de Trueba, desarrolla la novela intentando penetrar en los entresijos de un cantante pop, aglutinador con una banda formada en los años adolescentes en el colegio de Los Salesianos en el barrio de Tetuán, donde el autor tiene sus raíces, esas que las lleva como puede.
Pasados algunos lustros y con alguna baja por deceso, como dicen los cánones de la música, sino, no sería igual, Dani Mosca reinicia su recorrido como cantante solista, a veces más solo que su alma errante.
Como todo lo que tienes sin haberlo conquistado te resulta prescindible, así el amor familiar, que se abre para tí como un paracaídas, no entra nunca en tus planes más urgentes de salvamento, aunque frena el derrumbe con su fortaleza de viga maestra.
BLITZ.- 2015.-
Uno se gana la vida como puede, y hasta en ocasiones cree que es más listo e inteligente que el resto del personal que te acompaña en el laberinto cotidiano de la existencia. Algo que da a entender Beto, arquitecto paisajista que malvive con su estudio, más llevadero con su compañera Marta, hasta que en un concurso que se celebra en Múnich, uno de sus trabajos ha sido seleccionado para el certamen, acuden con ciertas esperanzas de ganar y abrirse paso, viendo el desolado panorama nacional.
Mucho título pero escaso dinero, allí todo se complicará para el joven arquitecto madrileño al descubrir que su luz, amada y compañera, Marta, vuelve con su antiguo amor, un cantautor uruguayo. Eso sería lo de menos, porque Trueba pone a prueba los sentimientos, el discurrir cotidiano del trabajo, el paso del tiempo como perfecta expresión de la fugacidad, y es ahí, en la fluidez, que dota a cada etapa vital de significado.
El infortunio de los individualistas es jamás sentirse incluído en la palabra todos.
Como todos necesitamos agarrarnos a algo sólido, Helga es una alemana sexuagenaria, voluntaria del congreso que se celebra en Múnich, y con quienes contactan nada más llegar y alojarlos en un hotel. Poco a poco a medida que se desmorona la relación de Berto con Marta y que el proyecto del arquitecto no saldrá elegido como finalista, en el horizonte, borroso, diverso, difuminado, aparece la mujer madura y de vuelta de todo, Helga, que se encuentra en una etapa de su vida donde lo que menos quiere es ser paño de lágrimas, complicarse su existencia placentera y lineal, como buena alemana, acostumbrada a estar sola, a hacer lo que le gusta, cuando quiere, como quiere, donde ya no aspira que nadie le invada su vida, ni los sentimientos ni las personas que llevan adosados cada cual.
Trueba deja al personaje de Berto perdido en Múnich hasta que con ayuda regresa a Madrid, luego reinicia su etapa profesional en Barcelona, precisamente en un estudio competidor suyo en cada certamen que se presentaban, y deja una puerta abierta con Helga, porque lo que evitas es también lo que deseas.
Bailar era la orgía de los pobres, hacer el amor era de proletarios.
Convivir con una mujer es una condena, seducirla, un pasatiempo.
TIERRA DE CAMPOS.- 2017.-
Con el humor característico de Trueba, desarrolla la novela intentando penetrar en los entresijos de un cantante pop, aglutinador con una banda formada en los años adolescentes en el colegio de Los Salesianos en el barrio de Tetuán, donde el autor tiene sus raíces, esas que las lleva como puede.
Pasados algunos lustros y con alguna baja por deceso, como dicen los cánones de la música, sino, no sería igual, Dani Mosca reinicia su recorrido como cantante solista, a veces más solo que su alma errante.
Sin emociones no hay existencias.
Intenta Trueba desdramatizar los asuntos vitales de la vida. Cuando el chico ya convertido en padre de familia, aunque sea de manera poco convencional, músico por devoción, le asaltan demasiadas dudas sobre cómo seguir en el camino profesional, reflexiona junto a un conductor sudamericano, en un coche fúnebre que lleva a su padre al lugar dónde nació, y al parecer quiso ser enterrado siempre, Tierra de Campos, en la Castilla más austera y diáfana que dibujó Machado.
En ese largo peregrinar de kilómetros desde Madrid, Dani Mosca recuerda su vida, azarosa, nostálgica, melancólica, y con naturalidad simula haber llevado una vida plena, conseguido el sueño al que deseaba de adolescente.
Algunos tópicos acaecen en Tierra De Campos, sobre todo tratándose del pop español, una radiografía muy somera pero acertada de una época de país, de ciudad y de barrio, sea España, Madrid y el barrio de Estrecho. Como la muerte, semejante, no sé si consciente por el autor de su amigo Gus, semejante a la de Enrique Urquijo ( Los Secretos) en la vida real, en la calle Espíritu Santo, Malasaña, con la del cantante del grupo novelado, cerca de los bulevares de Alonso Martínez. Mezcla de personas y personajes reales con imaginarios, lugares y emociones que como ríos fluyen hasta llegar a desembocar en afluentes mayores o simplemente se secan antes de llegar a destino.
Saber era saber cuánto no sabías.
Con pulso certero, Trueba da un discurso sereno sobre los tópicos más añadidos a eso que se llama r&r, y lo hace de la dicotomía que establece el protagonista, Dani Mosca, con el conductor del féretro que transporta los restos de su padre para darle sepultura en el pueblo donde nació y al que el protagonista, hoy célebre personaje, quiere dejar un año después de su deceso. Las cicatrices que se marcan a través del cuerpo, como las marcas de los árboles en su tronco, huellas directas del paso del tiempo en todos nosotros.
Nos hacemos mayores, pero no nos hacemos mejores.
QUERIDOS NIÑOS.- 2021.-
La democracia solo tiene un punto débil. Depende de la gente. Esa que sabe guiarse por su propia experiencia, claro que en política quien te protege te domina y es algo que la nueva candidata de un partido con corruptelas debe de amansar, porque Amelia Tomás, la profesora universitaria y ministra de Educación en el último semestre a la llamada a las urnas, trata de evitar y de dar un imagen... digna.
Y para conocer el país, nada mejor que darse una vuelta por varias capitales de provincia y tomar el pulso al mismo, porque en ocasiones una instantánea es la única versión que funciona, no somos un Estado para la esencia, sino para la anécdota.
En eso anda a través de un autobús fletado por el partido Amellia Tomás y un séquito de acólitos que la asesora en todo, incluido el hombre que le escribe las frases más inteligentes, hirientes o farragosas, un periodista llamado Basilio,
La capacidad para olvidar de los humanos es inseparable de su inmensa adaptación al medio.
Basilio es un tipo inteligente pero acomplejado por su enorme grosura que regresó a España tras una estancia en Estados Unidos, ahora escribe, que es la piedra fundacional de la iglesia de un solitario, sabe que nadie es nada de lo que dice y piensa. Pero también es consciente de que la rama de un árbol no puede pretender ser libre sin atender a la raíz que lo ha hecho posible.
No faltan avatares, desasosiegos, mal entendidos.. en una caravana previa a unas elecciones generales y en las 2 semanas intensas de mítines y discursos, castigos que en política no se producen por la magnitud del asunto sino por el efectivo teñido que conlleva.
Amelia Tomas intenta llegar a ser lo que desea parecer, aunque alguna sombra tenga que esconder, sabedora a las puertas de convertirse en Presidenta del Gobierno, de que el tiempo inventa nuevos enemigos.
BIBLIOGRAFIA SELECCIONADA
ABIERTO TODA LA NOCHE .- 1995.-
CUATRO AMIGOS .- 1999
QUERIDOS NIÑOS.- 2021.-
David Rodríguez Trueba .- 10 de Septiembre de 1969 .- Madrid ( España ) .-
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