VIDAS CRUZADAS # 10




   " La gente no vive grandes vidas y profundas. La gente, por desgracia, o por suerte, vivimos vidas baratas " .

VIDAS CRUZADAS .-

 Toñito coloca con parsimonia pero concienzudamente sobre las tablas delante del quiosco todas las revistas y coleccionables que espera ir vendiendo a lo largo de la jornada. Hace frío, cae un  pelona y pese al trajín que se trae no se ha quitado ni el gorro negro sobre su cabeza ni los guantes de espuma sobre sus manos. Poco a poco irán apareciendo clientes habituales que se llevarán bajo el brazo el periódico respectivo o alguna cajetilla de tabaco que ha esta hora sólo pueden comprarle a él, apenas son las 07.45 de la mañana.
 Toñito como es habitual ha desayunado en casa de su madre, pero esperará un par de horas más hasta que Miguelito le haga un receso en el kiosco y pueda escaparse a tomarse un café y algo de bollería. Por fin acaba de colocar todo mientras atiende a los operarios de Boyaca que descargan de sus furgonetas los nuevos pedidos; firma los albaranes y atados a una cuerda les devuelve algunos paquetes. Es primero de mes, hace frío, es noviembre y parece que está como de mal humor. Le ocurre cuando el otoño llega, luego se calma, se echa su primer pitillo y cuando el café llega a su estómago a eso de las 10 ya sonríe y vuelve a ser el Toñito que todos conocemos: amable, dirachachero... 
 Pepa viene corriendo, coge dos revistas que Toñito le tiene reservado y apenas con el cambio en la mano sale a paso ligero en dirección al metro de Francos Rodríguez que la llevará diresta hasta Pueblo Nuevo y luego hace el transbordo para Suances, donde como cada mañana corre calle abajo hasta llegar a la redacción del País, apenas son las 08.55 cuando enciende su ordenador y aún sudorosa por la carrerilla mira a su alrededor. Se pone triste, algunos compañeros ya no están en el periódico, el maldito ERE ha dejado huecos, sillas vacías, ordenadores sin luz, asomando sus cabecillas por encima de la mesa como pidiendo un amo que los vuelva a encender, tardarán tiempo...
 Paquito ha recogido un montón de colillas del José Marvá, incluso el que vende cupones a la entrada del centro clínico le tenía guardado en su mariconera dos pitillos intactos. Se los da en cuanto le ve, sus ojos echan chispas, mira a su alrededor y recoge algunas colillas, baja por Bravo Murillo y en la gasolinera esquina con Lope de Haro le echa un vistazo a un puro medio entero que está al lado de una papelera. Lo sostiene en sus manos y se lo guarda. Sigue calle adelante hasta que llega al kiosco de Toñito, ya son las 10.00, éste se ha tomado su café con bollería y le encarga ir al estanco a por unos cartones de Marlboro y uno de Fortuna. Le da cinco billetes de 50 euros y Paquito, cabeceando va por la acera, espera al semáforo en verde y cruza la Avenida. Hace el recado, vuelve al kiosco y Toñito lo cita para la 13.30 para otro recado... Por ahora no le ha dado nada a Paquito, ya caerá algo a lo largo del día, no desespera. Mientras tanto se sienta en un banco de la calle Numancia, le gusta esta calle de " clase media con pretensiones " aunque él no sabe que significa esto, sólo que se está tranquilo rodeado de jardín, silencio, coches aparcados... se fuma un primer pitillo del día, de los que le dio su amigo que vende cupones, mientras exhala el humo ve pasar a Purita con su paso lento, rítmico, acompasado, siempre bien vestida, sola, tranquila ¿ adonde irá, o mejor, de dónde vendrá ? Ni va ni viene, solo está.
 La mujer camina en dirección a su casa, viene de la Cruz Roja de la Avenida Reina Victoria de recoger una analítica, nada serio: rutina, pero necesaria para saber cómo andamos por dentro.
 Purita ya habló con sus dos hermanos y ha decidido poner el piso familiar a la venta y coger un apartamento para ella, lo más  nuevo posible y con ascensor. Sus parientes han dicho que sí y que la mayor parte se la quede ella, que por eso no habrá problema. Ya dijimos que Purita  fue despedida hace meses y como está el panorama es consciente de que no volverá al mundo laboral jamás. No es buen buen momento para vender, sí para comprar, pero o lo hace ahora o se le pasa el asunto. Además está deseando vender los muebles, ha ido empaquetando en cajas los utensilios caseros que no utiliza; ropa que le recogen cada semana los asistentes de la calle Zurita para repartir entre los necesitados. El caso es que a Purita le convenció el vendedor de la inmobiliaria que vino a ver su piso y firmó una exclusiva junto a sus hermanos por tres meses. Quiere vender, quiere quitarse el olor a rancio de la vivienda, quiere luz en su vida. En eso va pensando cuando pasa delante de un chico que está sentado en un banco, - Paquito - que fuma un pitillo y se cruza con un tipo alto,  enjuto, bien vestido, recubre su cuerpo una capa negra y echando humo por su cachimba: el Marqués de Bradomín que desayunado del Nebraska está en su paseo matutino. Deja tras de sí el aroma inconfundible de lo fumadores de pipa. Camina y camina hasta que llega a los Jardines de la calle Francos Rodríguez y luego desciende hasta llegar a Jeronima Llorente, le apetece leer, hace fresquillo, no se está muy bien en la calle, decide irse a casa. Se cruza con Etelvino que junto a Edelmira se disponen a ir al mercado de Maravillas a comprar. A ella le gusta ir de puesto en puesto observando: aquí la carnicería, allá la pescadería, un poquito de fruta... y así se le va hora y media hasta que Etelvino cansado de ir detrás de su mujer como un perro faldero se dispone a ir con el carrito y sentarse a tomarse un riojita a la cafetería del mercado.
 Se le ha echado la mañana encima, casi son las dos cuando la pareja sale del mercado Maravillas. Se disponen a cruzar Bravo Murillo esperando al semáforo en verde con una multitud de gente a su alrededor... junto a ellos se ha posicionado Delfín, que bien abrigado, impecable en su vestimenta va a su lado y les adelanta en el paso de cebra, la pareja tira hacia la izquierda, él tira para arriba pensando en que hoy llamará a Sara para que acuda a su casa o quizás la llame y se pase por el piso de la scort, le sale más económico pero no quiere esperar y menos cruzarse con alguien. Delfín es muy suyo y no tiene necesidad de  ningún sofoco. Camina por Bravo Murillo esquivando a otros transeúntes, pero se le ve cómodo y feliz, a la altura de la calle Pamplona, ya al lado de su casa observa a Daniel que sentado en la balaustrada de cemento juega con su gato Verne; pese a que hace frío se les ve muy alegres: a homínido y felino.
 Bah -  se encoge de hombros Delfín - , cada cual con su razón.
 Saluda a Toñito cuando pasa delante del kiosco, éste a su vez imparte órdenes a Paquito, que quieto le escucha y afirma, poniendo todos sus sentidos en lo que le dice el primero. Detrás suyo aparece Gustavo Adolfo, nuestro Marqués de Bradomín  que viene a recoger unos libros de teatro que compra todas las semanas. Pagados, se los guarda en una bolsa que Toñito le ha dado y dando una vuelta a su capa negra, desciende por la calle Pamplona en dirección a la taberna asturiana donde a las 14.30 degustará el menú del día...

La felicidad consiste principalmente en controlar tu propia vida, en aceptar y ser lo que uno es; esperarla relacionandola  exclusivamente con el bienestar material es un obstáculo.
 La felicidad no depende de lo que nos falta, sino del mero  esmerado cultivo y buena administración de lo que tenemos.




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