CANTO RODANTE 8 ( último )


   SÓLO LOS PECES MUERTOS SIGUEN LA CORRIENTE



 George Orwell escribió "1984" a primeros de la década de los 40, donde planteaba la alucinante visión de un estado totalitario como posibilidad futura, un hecho cada vez más cercano. Fueron estos acontecimientos en los que se inspiró el autor para escribir "Rebelión en la Granja", que le sitúan en al año 1943, momento en que escribió la novela y que no pudo ver publicada hasta bastantes años más tarde, lo cual no impide que su mensaje sea actual, abierto, sobre la corrupción que engendra el poder y lanzar una diatriba furibunda contra los estados totalitarios de cualquier signo.
 Nadie pensaba a finales de los 90 y en vísperas de cambiar de siglo, que estuviéramos vigilados por el ojo del gran hermano, ahora que parecíamos tan libres, los supermercados llenos de gentes comprando a cualquier hora, casi abiertos más de doce horas, muchedumbre por las calles, barra libre, cambios de coches cada cinco años, de casa cada diez, cualquier electrodoméstico en cualquier momento, todo parecía quedarse desfasado en minutos: lo material, los espiritual, las risas congeladas, los amores fugaces...
 Y sin embargo estábamos sometidos al gran mercado del consumo y no parecía existir nadie que se daba cuenta o simplemente se dejaban mover corriente abajo como un pez inerte. En La Rebelión de la Granja de Orwell existía una trama: los animales de la granja se sublevan victoriosamente contra sus dueños humanos, pero pronto surgen entre ellos las ambiciones y rivalidades que hacen fracasar la rebelión.
 Tenemos claro el enemigo, derroquen... ¿ Ahora quien manda de entre nosotros ? Pasaba constantemente en el trabajo, en las relaciones sociales, en la comunidad de vecinos... parecíamos conocer el problema, ahora había que solucionarlo y todos parecíamos tener la pócima mágica para salvar al enfermo.
 España seguía gozando de un turismo cazurro y plebeyo a lo largo de todo el año, acusado todavía más en los meses de estío que nos convertía en puta barata de Europa, esa a la que queríamos llegar y no podíamos porque nuestros dirigentes sólo pensaban en aquí y ahora, culo veo culo quiero. Y las masas, esas enormes colas de gentes que llenaban las grandes superficies a cualquier hora del día y de la noche cuando se empezaron a instalar cadenas de cines, almacenes de juegos, cafeterías... les seguían por ver quien era el pez mejor muerto ese fin de semana.
 Yo trabajaba en un gran almacén de discos, mi trabajo me gustaba, disfrutaba con él. Las nuevas tecnologías se instalaron definitivamente en la gran superficie: los CDS y DVD estaban desplazando al vinilo de décadas, a las cintas de las películas.  ¿Eran de mejor calidad ? Discutible, al menos ocupaban menos espacio y prácticos los primeros para escucharlos en el coche, pero... siempre hay un pero. El sonido, la textura, el peso, las portadas. Eso  hizo que poco a poco recorriese la calle de La Salud que tenía al lado de la Gran Vía en busca de las muchas tiendas de discos que aún quedaban en Madrid, hallaba en sus estantes algún vinilo que no podía conseguir en mi trabajo, algunas eran buenas y los tenían clasificados por orden alfabético y facilitaba la búsqueda.
 El país entero parecía estar enfebrecido en el calor de una nueva adquisición, el vacío seguía siendo igual de profundo, pero cada vez con mayor oferta de entretenimiento. Todo se volvía de una banalidad que asustaba, echaba para atrás al más pintado, no existía ni una sola de las artes que fuese sublime si acaso por un rato. Cine, música, televisiones con todos sus canales; organismos, instituciones. Los socialistas cayeron del poder de la Administración Central por acumular tantos despachos que perecieron en la trampa de la rebelión de la granja de Orwell; y la derecha como la zorra que aguarda a que el cuervo suelte la presa, lo aprovechó, tan viejo como la tos.
 Efectivamente : los tiempos han cambiado pero para mal y nunca con el sentido que Dylan le dio al tema ni aquél que Loquillo desde la Barcelona a primeros de los 80 se desgañitaba en decirnos que padres y madres no critiquéis aquello que no sabéis. Lo gracioso del chiste es que esos progenitores eran hoy en los 90 los que tenían que haber cambiado el país, el planeta y sólo se  dedicaron a coger la merienda para hoy, mañana el diablo proveerá... Ocupaban despachos, oficinas, números, habían accedido a los Consejos de Administración. Para saber quien era fulanín dale un cargín y algo de dinerín... Se lo oí a mi madre muchas veces y observé que estaba en lo cierto, en cualquier empresa, trabajo; el pobre obrero aspiraba a ser tan imbécil como el rico, deseaba lo que él: dinero, poder.
 ¿ Qué hacer ? Ser tú mismo en todo momento y lugar. Como el buen árbol a veces tienes que perder hojas, ramas enteras sino quieres que te lleve por delante ese viento idiota que te arranque las raíces y entonces, caído en el suelo, serás pasto de orines y harán de ti un fuego para calentar estómagos agradecidos.
 En aquellos tiempos no intuía todavía que las nuevas tecnologías me quedarían sin mi trabajo, que los nefastos gobernantes que tuvimos en España a nivel nacional, autonómico o municipal nos dejarían en la más absoluta miseria ética y moral, y sobre todo, que me robaron los sueños.
 Instalados en mi casa era feliz, me sentía orgulloso de mi vida al lado de Mónica como si ese fuese mi último cartucho, y lo era, con mi pareja desarrollándose a mi lado crecí mucho. Era una persona exquisita, culta, elegante, esa elegancia innata que algunos tienen nada más convertirse en espermatozoide; esa piel, ese cutis, sus maneras de andar, de sonreír, de agarrar el cigarillo entre sus dedos antes de llevárselo a los labios rojos y exhalar la calada. ¡ Clase ! De eso presumía.
 Los distintos cambios en la administración afectaron a Mónica, pues Radio 3 dependía de los presupuestos generales del Estado y cambiaba de dirección más de los que se quisiera. ¡ Los políticos, esa especie de androides sin cabezas ! Pero pese a las idas y las venidas no le fue mal salvo que cambiaba de horarios hasta llegar a estar de noche a mediados de la década siguiente. Nuestra vida era cómoda y pensé por una vez que quizás aquello no fuese efímero, transitorio.
 Mónica no me hizo cambiar la foto enorme que tenía de Rory Gallagher en la cabecera de nuestro dormitorio, pero fue lo único que conservé en su sitio tras la reforma dos años después y su total llegada a la plaza de toma y mando. Yo dejaba hacer pues ya se sabe que las mujeres tienen mucho mejor criterio a la hora de colocar cosas y porque yo estaba para otras cosas.
 Al verano siguiente nos fuimos los tres una semana a Berlín y otra a Amsterdam, el resto lo pasamos en Madrid y sólo en octubre pasamos un puente en mi adorado Cabo de Gata. Poco más porque en abril del año siguiente Ruth nació una mañana soleada del 15 de abril en la Paz, como su hermana, y también sin complicaciones y sin que el padre quisiese entrar a ver cómo salía.
 Así pues me encaminaba al final de este siglo con dos hijas, tan hermosas como sus madres y sanas. Como parecía que traían un pan debajo del brazo, apenas unos meses después Rock de Lux contactó conmigo para que colaborase con ellos, la editorial era ligeramente diferente al Ruta 66, la línea parecida, más enfocada al Pop blanco que al Rock. Acepté porque me gustaba el reto y sobre todo porque no nos vendría mal algunos ingresos, todo dependía de cómo me sintiera y si me corregían mucho. No acabé de sentirme cómodo en su piel y unos meses después abandoné el invento. A finales de los 90, Rolling Stone España se empezó a editar en castellano en nuestro país y me ofrecieron colaborar, lo hice creyendo que la línea editorial era la americana a la que llevaba leyendo quince años, pero pronto me di cuenta de que aquello era superpop para idiotas, a veces merecía la pena la portada y alguna foto,  el resto era para adolescentes impresionables, no para críticos serios. Todavía el papel mandaba y algunos nos lo tomábamos en serio. Siempre se podía aprender algo.








                                                                  RUTA   66

 Llevaba años trabajando en el Ruta 66 y lo hacía de manera artesanal. Aún les mandaba los artículos en mi querida Olevetti a doble espacio y bien cuidado y presentado. Luego llegaron lo ordenadores a mi vida, pero era el momento de dar un respiro a mi vida de crítico rockero en activo. Dos hijas: Ruth demasiado pequeña, Karla ya algo grande pero no suelta; mi trabajo, los horarios de mi pareja y el pack que con ella traía: familia, amigos y allegados y sobre todo mi inmenso amor hacia esa criatura que era Mónica, requería de mi concentración al cien por cien dado mis múltiples limitaciones si quería tener  éxito. Ya se sabe, sólo sabía hacer una cosa bien, varias, todas me salían mal y era de los que pensaba que mejor hacer poco y bien, que no mucho y mal. Lo de los platos giratorios, controlo algunos, demasiados no doy abasto. Con enorme dolor de mi corazón me despedí de ellos con un hasta luego que duró cinco años.
  Con el dinero sólo hay dos problemas : tener demasiado o no tenerlo. Por lo tanto era muy felino en la caza y comida, años de necesidad no de pobreza, me habían hecho precavido. Con el fallecimiento de mi padre aprendí bien la lección, con él éramos una familia acomodada de clase media con aspiraciones; los bancos te prestan en función de tu capacidad de endeudamiento. Eso nunca se me olvidó, la última vez que pedí algo a la Caja de Madrid era para reformar el piso y no volví a requerir sus servicios, a mediados de la década entrante tenía todo pagado: casa, reforma... y el proyecto de mi vida en común con Mónica y mis dos hijas.
 Con Rita en Argentina, había montado una empresa de cosméticos con varios socios, tenían deudas pero les iba bien, aparecía por España cada dos años. Como nuestra relación casi siempre fue al revés, era ella la que mandaba pasta para su hija ahora de manera regular y hablábamos cada dos semanas. Parecía que todo iba civilizado. Si de algo puedo estar seguro en todos mis años de vida, es el haber convivido con buenas mujeres más allá de los contratiempos de cualquier relación, de vez en cuando te pisas o te caes.
 Sonja siguió con nosotros y muchas noches se quedaba a dormir. Ruth tenía sus momentos de dormida y buena y otros de que no, nada nuevo para mí. Se le subió el sueldo porque ahora eran dos las niñas a cuidar y de Mónica, pues ésta se iba por las mañanas a la emisora y aparecía a media tarde cuando salía del programa. Dos años más tarde la pasaron con un horario de 12 de la noche a 2. ¿ Qué le iba a hacer ? Al menos siempre tenía los fines de semana libres.
 Con su familia y su entorno intenté llevarme bien, al fin y al cabo eran personas bastante bien instruidas y coherentes. De hecho con la reforma del piso estuvimos tres meses viviendo en casa de sus padres, incluida Sonja, parecíamos que nos habíamos trasladado en una gira permanente, no dejaba de ser divertido; su madre siempre se quejaba de que no íbamos a verla y de pronto se encontró invadida y sitiada.
 El rock de los noventa era impresentable por sí solo sin necesidad de equipararlo con el de décadas anteriores. Había perdido fuerza, reivindicación, incluso alegría. Cada banda imitaba a la otra, esta sonaba como aquella y el otro como el demás atrás. Falta de imaginación, a mejores medios técnicos peores resultados. Era global, desaparecidos la inmensa mayoría de los grupos nacionales que a finales de los 70 y 80 llenaron incluso plaza de toros. Me daba la intuición que el rock que se hacía, salvo honrosas excepciones y estilos, estaba vacío de contenido y alma; se buscaba más el oro olímpico y salir en la foto, que expresar música de verdad sin pensar en vender. Me encontraba rodeado de músicos por parte de la familia de Mónica, y a veces algunos sábados o domingos las sobremesas se alargaban cuando venían a nuestra casa a comer.
 El rock quedó relegado en los medios de comunicación, apenas unas pocas emisoras emitían algo y socialmente pasaba desapercibido, como si toda una generación de músicos y seguidores hubiese desaparecido. El rap y el hip-hop tomaron el relevo en las generaciones más jóvenes, influenciados por las series americanas, y en el extrarradio de las grandes ciudades como modo de protesta con sus existencias en los suburbios. Mala década, había visos esperanzadores en los grupos escandinavos que fueron apareciendo, nuevas bandas que giraban por el viejo continente y siempre había que mirar a América donde las fuentes eran inagotables, ajenas a modas, estilos, etc; ellos eran un estilo en sí mismo en cualquiera de los géneros que apuntaras.
 Para rematar la faena, el 11-S inauguró un estado de excepción a nivel planetario y una paranoia internacional en las que nos vimos envueltos todos por nuestros ilustres gobernantes, manipulados una vez más por el más salvaje capitalismo: siempre en busca de nuevas batallas y en nombre. ahora de los derechos humanos, cuando hace algunos siglos era en nombre de no se sabe que dios, el caso es que se seguían cometiendo las mismas salvajadas. El asunto era colonizar y someter. Había una ventaja: Internet. Cambió todo.
 Ahora tenía tiempo de volver a leer, a visionar películas, a escuchar música en casa. Sólo iba a trabajar y volvía a casa. Las únicas salidas eran a veces a La Moraleja al chalet de Marga y Jaime, no ampliaron familia con el tiempo; y con Sergio, que después de varios años le dieron plaza en Manzanares el Real, para llegar a un Juzgado en Madrid capital, necesitaría otra vida. Luego estaban mi madre y mi hermana, y todo los demás eran por parte de Mónica.
 Una tarde dando de merendar en la cocina a Ruth mientras veía dibujos animados en la tele de la cocina, pensé que de mis dos primeras décadas de vida no conservaba ningún amigo. Leía una vez que la infancia es la columna vertebral de la vida, pues la mía debía de estar doblada. Sólo en la tercera etapa encontré a Jaime y de paso en el pack, a Marga y más tarde a Sergio por una lado y a Teresa por otro. No tenía más amigos. Lo cual, bien pensado, me parecía una barbaridad. ¡ Digo en número !  para un tipo como yo.
 De lo que tengo percepción de mi vida, esta era la época más cómoda, rara vez me preocupaba de algo más salvo de que las crías tuviesen algo en forma de enfermedad; pero comían, dormían y crecían como las plantas bien regadas y al sol. Algo que siempre me sorprendió es lo que necesita un niño para desarrollarse : clases de todo tipo, deportes de cualquier color... No tengo la idea de que mis progenitores en ningún momento me dieran tanto material, con una bici o un patinete pasaba los veranos en el Retiro bajo su vigilancia; la adolescencia con un balón ya era el tipo más feliz. Mi hermana heredaba mis juguetes sin ninguna complicación por su sexo, yo también jugaba con sus muñecos y realizábamos obras de teatro con diálogos surrealistas.
 Ahora a parte de las clases normales del colegio y de la ristra de deberes que traían a casa, sobre todo Karla, había que hacer alguna actividad extra escolar decían: natación, patinaje... A veces cogíamos el coche y nos largábamos a la sierra madrileña a pasar el día para no estar abducidos de tanta memez. A los consejos escolares siempre que podía iba Mónica, incluidos los que le tocaban a Karla, ya me conocía y prefería no aparecer a no ser absolutamente necesario. Acaba discutiendo. Daba igual, con cualquiera. Me alteraba el pulso la estupidez de padres de mi misma quinta que habían estudiado lo mismo que yo, vivido las mismas situaciones y la perspectiva de la vida era opuesta.Volvía a estar cabeza abajo y los demás en vertical.
 No entendía muy bien los planes de estudios. Pero viendo como iba el asunto no era muy optimista. Las dos niñas iban a un colegio público al lado de casa, se juntaban con niños de su edad y de distintas nacionalidades, parecía que la lucha de clases era un invento del siglo XIX, había cierta uniformidad pero no estaba de acuerdo en que los chicos tenían que imitar a sus mayores y triunfar. ¿ En qué ?

 Rescaté textos que tenía perdidos en diversas carpetas desde mi adolescencia, y que por una razón u otra, no pude publicar en La Luna en la década de los 80.
 Recopilé cuentos, artículos y busqué afanosamente las dos novelas que en las noches turbias del invierno escribía en mi cuarto. Las volvía a leer ahora con la perspectiva que te daba tener 20 años más. Todo lo fui corrigiendo y añadiendo al pasarlo a los discos duros del ordenador. Era una ventaja corregir, añadir... Me había retirado del todo de la calle y sólo muy esporádicamente, durante los siguientes años, asistía a algún concierto al mes de alguna banda grande, principalmente americana. Iba con Mónica preferentemente, luego en La Riviera, El Sol... nos juntábamos con más conocidos o familiares por parte de ella. nunca estábamos solos. Las niñas quedaban con Sonja y podíamos hacer algunas escapadas. Los conciertos multitudinarios, tipo Palacio de los Deportes, eran algo ya muy extraordinario.
 Nuestro espacio como pareja quedó reducido a cenas con amigos algún sábado y cines o teatros.
 Busqué editor para mis " cuentos " y tardé dos años en que algún iluso me los publicase, ya estaba decidido a autoeditarme, cuando Juan Palacios, de Anagrama, quiso publicar los relatos desperdigados de La Luna. Un año después veía mi primera novela publicada, apenas 1000 ejemplares, pero eso era lo de menos. La felicidad se da en pequeñas porciones y esa era suficiente.
 No echaba de menos nada de lo anterior. Recopilar todo y exponerlo aquí, era tentador y me llenaba. Sólo quería tener contenta a Mónica y observar que el brillo de sus ojos no se apagara o que yo no estuviese en su luz. Todo lo demás debía esperar.

                               

                                       SPANISH  BOMBS

 Decidí llevar una vida pequeño-burguesa con pensamiento crítico de todo aquello que me rodeaba, dando alternativas cuando las tenía y callando lo que no sabía. Procuraba mantener mi cerebro bien alimentado, y en la medida de lo posible gozar el Carpem Diem, porque poco más se podía hacer. A cada instante me daba cuenta de que somos delgados como el papel. Existimos a base de suerte, entre porcentajes, temporalmente. Y eso es lo mejor y lo peor, el factor temporal, efímero.
 Procuraba pasar el mayor rato posible con mis hijas porque ese momento, ese instante, jamás se volvería a dar y era ahora cuando sus cerebros como esponjas asumirían los grandes conceptos que tú pudieras darles, luego las influencias exteriores serían imparables. 
 Competir con sus compañeros de clase y nuevos amigos, la televisión, las nuevas tecnologías... era una batalla perdida, lo sabía, así pues me vieron leyendo, pegado horas al ordenador, escuchando música, comprando películas en familia en el Fnac o recorriendo las tiendas segunda mano de dvds o vinilos.  Observaron a su madre en la misma línea - Karla nunca llamó mamá a mi pareja, siempre fue Mónica y para Ruth, por asociación de ideas de su hermana mayor siempre la llamaba por su nombre de pila -, cosas que pasan en una familia. Ya se sabe que todas ellas son iguales, las que son felices, las que no, cada una lo son a su manera.
 En este mundo global en el que vivimos, único Planeta para todos, un estornudo del Emperador podía ser un serio constipado a esta parte del Atlántico. Un ataque salvaje al centro del imperio capitalista por unos desharrapados y desheredados de este cuerpo celeste que no brilla con luz propia sino por reflexión de la luz del Sol, en torno al cual giramos, podía dar al traste con toda la economía mundial. A esos seguimos, como guardia pretoriana al gran Emperador de Tejas, hacia una guerra canalla, cruel e inútil, como todas.  
  Stanley Kubrick describió este fenómeno en  ¿Teléfono Rojo ?  Volamos hacia Moscú ( 1964). Y seguíamos igual. La democracia no nos trajo más inteligencia ni menos subordinación, el tema era ¿ a usted quién lo maltrata más ? Las empresas gastan fortunas en crear marañas de incentivos y obstáculos para limitar la libertad del consumidor, creyendo que cuantos más móviles tenga, mejor casa, más coches, mejores y más lejos las vacaciones, etc; será más libre. Quizás no quiera darse cuenta de la letra pequeña, a fin de cuentas hay una lección que todos aprendimos de escolares: "de aquí vivo no sale nadie".
 Las olas de la intransigencia llegó a Madrid en forma de atentados de varios trenes de gentes humildes, trabajadoras, estudiantes que a primera hora de la mañana iban a sus quehaceres. ¡ Que mortal moraleja ! matar a quien no tiene ninguna culpa. Existimos a base de porcentajes. Que curioso que desde que tenemos noticias, siempre mueren los mismos para seguir manteniendo a los de siempre.
 El atentado de Madrid, uno más, pero esta vez no fue ETA, eso nos ponía en el ojo del huracán, se trataba de estar en los organismos internacionales con pleno derecho, no para esto, pero alguna culpa tendríamos a parte de que la principal era de quien ejecutaba y organizaba el asunto; nos pilló con mi madre en la Paz porque justo el día antes se había caído en casa y se fastidió la cadera. ¡ Cosas que pasan !
 Era como si el destino me hubiese reservado el cuidar a la familia durante los años que no ejercí de crítico de rock de manera activa, sí pendiente de lo que ocurría y de mis reportajes de fotos por aquello de matar el gusanillo. Dos años después y a uno de que acabase de terminar de pagar mi hipoteca, la cadena Madrid-Rock cerró sus puertas en el 2005 y con 46 años me vi despedido por primera vez en mi vida. ¿ Y  ahora qué ? Indemnización y a la calle.
 Empieza el efecto dominó. A mi madre se le empiezan a caer las cosas de las manos y una mañana es ella la que se cae y no se rompe nada como la otra vez, pero aquello no tiene buena pinta. Ella es mayor que yo: 28 años y 30 más que mi hermana. Creo que no tocaba, pero tocó. No podía creer tanta mala suerte con mis progenitores, siempre pensé que hasta la octava década uno podía seguir, a partir de ahí cada día, semana, mes... es un milagro ver la la luz del Sol. 
 No podía más, la nada me devoraba y la realidad me aplastaba. Volví a colaborar con el Ruta 66 y en abril del 2005 saqué un especial que iba en su número y portada de Rory Gallagher, mientras empecé a buscar trabajo a mi edad. Mónica seguía con sus horas nocturnas en Radio 3 y no parecía que hubiese cambios, hasta un año después que también le rescindieron el contrato con varios ilustres de las ondas : Diego A.Manrique, Jesús Ordovás ...

 Mi madre tenía una enfermedad terminal. Dimos con un excelente oncólogo y un cuadro de enfermeras exquisito, lo cual habla bien de la tropa obrera cualificada y preparada, y sobre todo que le satisface su labor. Lo que iba a ser unos meses se convirtió en tres años intentando llevar una vida " digna ", en la medida de lo posible.
 En esos 36 meses mi madre se nos fué, Mónica se tuvo que reestructurar y entrar de secretaria en un bufete de abogados por mediación de sus muchos tentáculos familiares; las chicas crecieron hasta hacerse dos adolescentes libres y pensantes. Mi hermana decidió seguir en el piso de Tirso de Molina una temporada, pero las paredes se le echaban encima y antes de que todo el sistema capitalista y este país se hundiera una vez más en la miseria de sus corruptos gobernantes y la ignorancia y opulencia del pueblo: decidió poner el piso en venta y a través de nuestra agente particular, Marga, iniciar una vez más el mecanismo.
 Tuvimos suerte: esta vez los dados sacaron dos seises. En el 2008 aún se podían vender pisos y los bancos daban créditos para comprarlos, fue justo en ese momento que la bala pasa rozando o te da de lleno y te quedas tieso. Con lo que sacamos una vez pagados impuestos, mi hermana - que seguía de jefanta en El Corte Inglés de Preciados - se compró una casita a las afueras de Madrid, que siempre fue su sueño- y por primera vez en mi vida tuve algo de dinero que dejé para " las niñas " a ver por dónde tiraba cada una.
 Vendí mi querida Yamaha, tantos años después, vendimos el mini de Mónica y compramos otro coche que utilizaba yo para ir a trabajar, pues estuve cinco años de oficinista en una empresa metalúrgica en un polígono industrial de las afueras del sur de Madrid. Curiosamente mi compañera dejó de ir a su labor en coche e iba en metro, los papeles se cambiaron.
 Todo cambia para que siga igual, la frase es de Lampedusa. Pero los homínidos eramos incapaces de aprender, Marcuse tiene una genialidad de pensamiento : lo que arrojas contra el capitalismo, éste no sólo te lo devuelve, sino que encima te lo cobra
 Cinco años de vulgar oficinista, me dejaron patidifuso de lo que era trabajar en una gran multinacional que se creía dueño de toda tu vida  a cambio de una nómina y una cesta de Navidad. Una mañana de finales de diciembre del 2010, entre medias de tantas fiestas y puentes, cuando la gente estaba pensando en " otras cosas "; aparecieron cinco tipos y una tipa muy bien trajeados por la gran nave industrial, con paso firme, rígido, apenas miraban a izquierda y derecha, acompañados por los duendecillos de nuestros jefes que apenas les sujetaban el cinturón de sus pantalones para que no se quedaran en calzoncillos de marca. Iban asustados los segundos, firmes los primeros. Portaban excelentes trajes de Emidio Tucci a medida, complementos caros : zapatos, calcetines, corbatas...de los que comen bien, van en avión a cualquier sitio, veranean donde quieren y calientan sus camas quien les apetece en cada momento. Mal asunto.
 En sus manos, los seis, balanceaban unos bonitos maletines y todos se dirigieron a la Sala de Juntas. Poco a poco, porque los veíamos los oficinistas desde nuestros despachos separados con mamparas, apenas despegábamos los ojos del ordenador pero de reojo, fijábamos nuestras vistas hacia donde ellos se encontraban, nos fueron llamando uno a uno. Todos salían con un cheque en la mano y una bala en la cabeza caminando inertes. 
 Cuando llegó mi turno ya sabía lo que pasaba. Así pues me evité la sorpresa. Llamé a Mónica desde mi mesa de trabajo y le dije que estaba despedido. Era una reestructuración de empresa, quizás más adelante cuando las cosas se arreglen, ¿ arreglen ? nos volverían a llamar. ¿ Saben aquello de las relaciones maritales cuando quedan como amigos y se dan un tiempo para solucionar problemas y aclarar ideas ?
 Un tipo como yo no tiene ningún futuro, laboral se entiende, salvo que se convierta en empresario, ¿ de qué ? Decidí decidir que ya que habían decido por mí, arrojar la toalla y dedicarme a vivir lo mejor que pudiera el resto de mis días. No podía más con este país, que al igual que Quevedo o Machado, me dolía España.
 Pocas semanas después de arreglar todos los papeles del INEM hice un último intento en el mercado laboral, para un tipo como yo pese a realizar un curriculum-vitae corto, apenas dos sitios donde había trabajado, una vida laboral que se acercaba a los 30 años y como único argumento buen manejo de informática e inglés. Sólo conseguí trabajar de teleoperador o de conserje en un hotel con turno de ocho horas rotativas, y eso porque en éste exigían idiomas y tenía opciones. No me veía como Jack Lemon en una nave con cien tipos todos hablando al mismo tiempo  ( El Apartamento ), ni como Dick Bogarde ( El Portero de Noche ). ¡ Por cierto, con un sueldo miserable ! Para andar de rodillas mejor morir de pie.
 Eso era lo que la clase media habíamos conseguido en tres décadas: repartir mierda sin ni siquiera tenerla pinchada en un palo de lo fina que era.
 Me dediqué en cuerpo y alma al periodismo escrito y fotográfico, ahora que tanto en papel ( de dudoso tiempo ) o virtual ( en forma de Internet ), a seguir ganándome la vida. Eso me hacía feliz y libre.
 Por primera vez iba a ir a Estados Unidos, a Detroit para realizar una entrevista a James Newell Ostemberg ( Iggy Pop ) que un año antes había reunido a The Stooges con la desgracia de que su guitarrista:  Ron Ashenton fallecería poco después. Intentaría sacarle todo lo que pudiera La Iguana y hablar de los nuevos proyectos, pues la banda seguía adelante con James Williamson como guitarrista, nada nuevo para él. De paso actualizar Detroit-Rock y repasar lo acaecido hacía 30 años.
  Ya puestos, trabajaría en la segunda novela de corte negro y seguiría la senda de los maestros americanos que me habían marcado en las dos últimas décadas : Paul Auster, Charles Bukoswski, William Borroughs, Truman Capote, Ernest Hemingway, Jack Kerouac, Annïs Nim, Henry Miller y añadir a la lista a Harumi Marumaki.
 De pequeño cuando había visitas en casa me preguntaban :
- José ¿ tú que quieres ser de mayor ?
- Nada. 
 Apenas tenía cinco años, pero la cara que puso mi padre a punto de soltarme un bofetón y la " charla " posterior, ya a solas, me quitaron las ganas de tanta espontaneidad.
 Pasados otros cinco años, la pregunta fue la misma por distinta visita:
- José ¿ qué vas a ser de mayor ?
- Jubilado.
 La carcajada fue general, pareció que aquello gusto a los de casa y a los de fuera.
 Pues eso.

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