CANTO RODANTE 6
LA CARA OCULTA DE LA LUNA
La gente joven nunca habíamos tenido tanta libertad e información como la que manejábamos en estas dos décadas. Tantos elementos : ropa, droga, libros, películas, literatura... algunos se bebieron los ochenta y sobrevivieron, otros muchos cayeron por su estupidez. Era un mundo urbano lleno de colorínes influenciados por el punk inglés, donde cualquiera podía tocar cualquier instrumento sin haber pasado por el conservatorio, ni tener ideas de escalas, ni saber leer música... pero las ganas de libertad superaban a las muchas deficiencias técnicas que tenían la mayoría de los grupos. Destacaban otras materias, como el cine o la literatura, donde se dio rienda suelta a la imaginación y se supone a esas miles de obras escondidas durante tantos años que ahora podían ver la luz.
El vacío seguía siendo igual de profundo, pero cada vez era mayor la oferta de entretenimiento con que rellenarlo.
El vacío seguía siendo igual de profundo, pero cada vez era mayor la oferta de entretenimiento con que rellenarlo.
Ni todo era un Bote de Colón ni nos convertimos en La Estatua del Jardín Botánico. Lo de sexo, drogas y rock and roll... El pasado es el pasado y el futuro está por ver. La transformación que había sufrido el País era enorme. Se descentralizó en las denominadas Autonomías, los Ayuntamientos empezaron a tener poder y decisión. La entrada de pleno derecho en Europa tenía sus desventajas para aquellos que teníamos una cierta formación de izquierdas : renunciar a utopías y entrar en la OTAN. Pero a cambio de esa libertad tuvimos pan, circo, nuevas carreteras convertidas en autovías, transformación de las ciudades, pequeñas y grandes, en pocos años España se llenó de parques, polideportivos... Lo cual nos convirtió en nuevos ricos y en esa especie de " yuppies " urbanos y brókers que iban a la última en ropa, complementos, coches y dinero, mucho dinero para unos pocos que eran espabilados, listos, audaces, indecentes... Nunca intenté recuperar la magia pretérita, en esos casos se juega más con los sentimientos que con la solvencia, no quise colocar en el álbum la foto que me faltaba, regresar durante unos minutos al lugar en el que quise estar y en el que nunca estuve por edad, por conocimientos, por nacimiento.
La vida va en serio, como leía por estos días el poema de Jaime Gil de Biedma. Algunos de nuestros gobernantes, jefes, banqueros... creían tener algo parecido a un cerebro hasta que ciertas instancias institucionales le informaron de que se trataba de un rumor. Si la década de los 80 era un descoloque y aspirar " la vida "; los 90 fueron colocando a la clase obrera y media, a la altura de tocar el cielo; y ya se sabe que cuando se sube se puede descender demasiado deprisa y sin red.
Jean Renoir decía que el arte no es un oficio, sino la forma en que se ejerce un oficio. Al menos en mi vida de cronista y crítico lo intentaba, salvaguardándolo de mi existencia cotidiana que era muy lineal y con pocos sobresaltos. No me gustaban las sorpresas, de cada diez que me daban once eran malas, mejor dejarlo. Quizás el único arte posible en esa especialidad no consiste en intentar hacer lo que uno quiere, sino en dejar de hacer lo que no se quiere.
Tenía más de lo que creía de El Samurai ( El Silencio de un Hombre, 1967 ) de Jean Pierre Melville interpretado por Alain Delon, siempre me interesaron los pistoleros solitarios o personajes únicos, aunque acabaran mal, que los grupos o aplaudidores.
Había excepciones, instalada la primavera y llegado una vez más mi cumpleaños con cambio de década incluido, transcurridos los primeros treinta, ya pasas a limpio todos los apuntes, lo que no hayas realizado antes olvidaté; el ritmo, la cadencia, tu rostro, tu cuerpo, tu mente, van a otro compás...Mejor celebrarlo con la Luna llena en la terraza y unos pocos de amigos, para variar y dar color a tu existencia. Por una noche llenamos nuestros corazones de colorínes: buena comida y bebidas, risas, música y sobre todo gente, poca, pero selecta. A mis nuevas amistades : Sergio Entrena, que apareció con una de sus múltiples amigas, se unieron Marga y Jaime, aparecieron algunos familiares y el resto lo puso Rita incluida su prima Clara, con todos bastaba para pasar una velada mágica. La Luna nos iluminó con su mirada y empezamos a ver otra de sus caras que se nos ocultaba.
Toda fiesta que se precie tiene que acabar con algún extraviado, alguien que no sabe si amanece o la noche se le acabó. Algunas amigas que Rita trajo, se pasó de tragos, y dos de ellas a las cinco de la mañana subidas en un lateral de la pared de la terraza con el culo al aire: tanto ano como vagina, no se le ocurrió otra cosa que orinar a la calle pese a que fuese un horario avanzado, la calle Huertas cualquier sábado a la noche está muy transitada; por mucho que el orín llegase amortiguado desde una 5ª planta, a nadie le apetece que le meen.
Como era costumbre bajamos aquel verano a Cabo de Gata, instalados en Mojácar como dos guiris urbanitas de la meseta, pasamos los días y las noches solos, con nuestras vidas paralelas, debió de ser ahí cuando Rita quedó embarazada y entonces sí, aquello cambió el ritmo y el latir de nuestros corazones.
Entonces vi la otra cara de la luna.
STICKY FINGERS
Karla nació el uno de mayo de 1991, de madrugada, sin ningún problema ni para ella ni para su madre. Rita empezó a sentirse molesta al acostarnos a media noche, y yo nervioso avisé al médico del seguro. Se presentaron enseguida y llamaron a una ambulancia. En quince minutos estábamos en la Paz. Una enfermera muy amable y con experiencia me comentó el entrar al parto.
- Puede entrar y asistir al nacimiento de su hija.
- Ni de coña, sería un estorbo, creamé, si algo sé es que me conozco. Ya tendré tiempo de ejercer de tutor...
No insistió, aquí la que interesa es la madre y lo que viene...
La sensación de tener en tus brazos una cosa tan pequeña, con su cara rosada, blanquita como la leche, con sus ojos cerrados, respirando... no es descriptible por este narrador. Esa personita era tu sangre y medio ADN se lo habías otorgado de por vida. Lloré... simplemente.
Si había cometido pecados en mi vida, quedé exonerado de los mismos en el instante en que tuve en mis manos a mi hija. Me sentí como Michael Corleone sentado en mi hamaca de la terraza y pensando...tenía descendencia y responsabilidad. Otra vez venía a mi cabeza El Padrino, y no hacía muchas semanas que Rita y yo vimos la tercera parte que se acababa de estrenar.
Pero regresaron a mis neuronas Dedos Pegajosos, esos blues que me perseguirían durante el resto de mis días. La llegada de un nuevo ser a nuestra vida supuso un cambio radical, centro de nuestro universo.
Para Rita se convirtió en su juguete y aunque en aquel momento no lo percibí en todo su esplendor, en nuestro distanciamiento como pareja.
Mantenía que todo es efímero, la felicidad fugaz, el destierro a veces largo, pero lo absoluto lo contemplaba como pasajero, la vida misma es un viaje de la nada hasta convertirse en futilidad, como arena que se escurre entre los dedos. Estaba preparado para ello aunque desconocía el precio a pagar; siempre se paga de muy diversas maneras.
Las cosas más decisivas de la existencia suelen suceder de un modo accidental, lo cual debería darnos una pista sobre nuestra limitada importancia.
En las siguientes semanas mi casa se convirtió en una multitud de gentes que, entraba o salía, según la hora. Más allá de los familiares y amigos íntimos, no conocía a nadie, la más feliz parecía mi pareja, yo callé y sonreía como sólo un idiota hace sabiendo que es un idiota. Me iba a trabajar y al salir del Madrid-Rock iba a casa de mi madre, en el especial del Ruta 66 del verano tenía comprometido un dossier sobre el rock español desde el 75 al 90 y la tarea me absorbía; a mediados de junio debía de entregarlo y documentarlo con datos y fotos. Regresé de manera periódica a mi antigua habitación, donde sólo el rumor del patio vecinal y algún ruido del tráfico en la Plaza se oía, por lo demás tranquilidad y concentración.
Rita disfrutaba de su maternidad en toda su expresión. Tenía la baja de tres meses y por lo que descubrí semanas más adelante no tenía ninguna intención de reincorporarse a su centro de trabajo; parecía que me lanzaba a la niña como arma arrojadiza. Sus pechos se pusieron turgentes y se le ensancharon las caderas, algo normal, su cara rosada y su sonrisa permanente seguía en su sitio.
Tener un bebé significa que no tienes tiempo de nada. Lo absorbe todo a su alrededor. Para mí la madre en el primer año es fundamental, el padre es decoración. A la cría le daba igual quien le cambiara los pañales, le limpiase el culo, las babas y quien la sostenga en sus brazos: necesita comer, mamar, estar limpia de escoceduras, bañadita, echar sus aires, dormir... y le da igual el resto del mundo. La angustia de unos padres primerizos es que no se muera. La observaba durante minutos y deseaba oírla respirar, su barriguita que subía y bajaba acompasada por su respiración; siempre estaba mala : unas fiebres, una disentería, unas flemas, el primer diente... casi cuando arrancaba a llorar era un alivio. Eso sucedía a lo largo de las 24 horas del día y cualquier semana, mes...
Eso nos hizo retirarnos de la calle. O salíamos los tres o sólo yo a cubrir algún concierto, o con Sergio Entrena que aprobó una plaza de Auxiliar de Juzgado y lo trasladaron a Coria, en el norte de Cáceres, y salimos a celebrarlo como se merece. También él abandonaba por una época Madrid, a cambio me regaló un montón de discos de Blues : Sonny Terry & Brownie Mcghee, Memphis Slim, Joe Turner, T.B.Walker... media colección de " El camino del Blues " editados en España a mediados de los setenta y los tres primeros discos de Tom Petty And Heartbreakers. Pequeñas bocanadas de felicidad que ayudaban a seguir.
Llegado el verano aquello se calmó. Los parientes de Rita dejaron de aparecer con asiduidad, eran individuos capaces de conducir su propia existencia a partir de su propio caos. Sólo su madre parecía tener lógica y ser práctica.
Paseábamos los tres por el Paseo del Prado y acabábamos en el Retiro de manera inexorable: tarde tras tarde. Se estaba tranquilo, despejado, conocíamos zonas donde éramos muy pocos, casi todo parejas con niños. En eso consistía nuestra vida y que Rita insistió en no querer seguir trabajando por una temporada y en ¡sorpresa!, casarse. Ha sido la única mujer que me ha pedido matrimonio. Lo rechacé, jamás lo haría. Necesitaba tener mis asuntos en regla: propiedades, trabajos, nóminas... no eludía ninguna responsabilidad, pero pensé que quien estaba conmigo lo hacía porque quería estarlo y no por ninguna obligación alimenticia, ni de hipotecas, ni materiales, si acaso espirituales. Creo que eso había quedado claro, y Rita lo sabía aunque las circunstancias cambiaron, insistía, pero porque nosotros quisimos que cambiaran. Agotó su permiso de maternidad y lo alargó con el mes de vacaciones que tenía, en octubre estaba de nuevo en su puesto laboral aunque el gesto se le torció... Jugó sus cartas hasta el final con un pensamiento que es muy femenino, el querer con el paso de los años cambiar a la otra persona. No lo consiguió y pagué las consecuencias. Nadie cambia a nadie. Sólo evolucionamos y cuando dejamos de hacerlo en paralelo la pregunta es :
- ¿Y ahora qué hacemos?.
- Intentar no hacernos daño.
Karla se quedaba al cuidado por la mañana con una chica diplomada en enfermería que preparaba oposiciones. Por las tardes ya nos tenía a nosotros a partir de las cuatro. Tanto a Rita como a mi nos dieron horario continuado de mañana. Ella también tenía que ir los sábados, yo seguía con dos de libranza y cinco seguidos. Cuando coincidíamos los dos trabajando, alguna de las abuelas nos echaba una mano con la niña.
La cadena Madrid-Rock se había extendido por varias ciudades en el extrarradio de la Comunidad madrileña, así como por Sevilla y Córdoba. La llegada de las nuevas tecnologías me agobiaba. Todas las semanas teníamos que cambiar los estantes y dar nuevas ubicaciones. Las cintas de cassettes quedaron marginadas en los laterales de la planta alta, los nuevos Cds en la principal y por orden alfabético; y los Lps se dividían en bandas extranjeras y españolas, según lo que fueran estaban arriba o abajo. Luego las secciones de Blues, Jazz... Bueno, siempre estabas entretenido. Sólo Teresa, la cual entró en la firma al comienzo y yo éramos los más veteranos, y la única persona a la que podía considerar amiga y quedar a tomar algo fuera del trabajo. A ella la trasladaron a la calle Mayor, donde estuvo hasta el final como máxima responsable.
Pese a todo : era un tipo feliz, tenía salud, trabajo, pareja, hija, casa, moto, vivía como quería, lo que se solía comentar : tener futuro, pero eso sí, tenía los dedos pegajosos.
CORRE, ROCKER
No esperé a ajustar cuentas con la década anterior otros diez años como hizo Sabino Méndez, a su paso por Los Trogloditas, en un libro magistral editado en el 2000. Yo siempre estuve lúcido y sobrio para poder disparar lento pero certero. No podía permitirme el lujo desde niño de dejar que las cosas pasaran, haciéndolas y planificándolas lo mejor que sabías, a veces, sólo a veces salían bien; sino inexorablemente acaban mal.
Nuestro ático de la calle Huertas se nos quedaba pequeño. Aunque Karla se pasó su primer año en nuestra habitación de pareja, la habitación que tenía como "despachito" se inundó de cosas de la niña y la terraza era territorio Sioux.
El escepticismo carcome las vigas de este edificio de la memoria. Todos tenemos derecho a esperar que nuestros mejores deseos coincidan, por una vez, con la realidad. A veces, el desgaste de la vida y del día a día nos lleva a terminar confundiendo la meta con el camino y convirtiendo al medio para conseguir los fines en un fin en sí mismo. No deseaba perder la senda de por qué vivía con quien estaba y tener lo que teníamos como fruto de nuestras querencias. El dinero, el trabajo, te daba la oportunidad de realizar algunas de las fantasías que tenías, aunque ya sabía que la vida es aquello que transcurre mientras tú haces otros planes.
Después de hablar con Marga para una nueva vivienda y ver varios pisos, la alternativa era salir del centro para alejarse y tener una cierta calidad de vida. España, Madrid, se había transformado en un supermercado donde todo estaba abierto todos los días y casi a cualquier hora, apenas unos años más tarde la llegada masiva de los orientales, o chinos, convirtió esto en un Nueva York de los setenta donde a cualquier hora de la noche podías ir a por una botella de leche o una de ron, según, lo cual ni estaba bien ni mal, sólo estaba.
La jugada era la misma que en con la compra del ático de la calle Huertas, pero ahora con la diferencia de que vendía éste, liquidaba la hipoteca pendiente y pedía otra para la nueva vivienda. Asesorado en todo por Marga seguí sus indicaciones. Liquidado el piso de Tirso de Molina donde mi hermana seguía viviendo junto a mi madre, instaladas, me sentía como un Corleone, cuidando en lo que podía de la "familia", que a fin de cuentas era lo único que te quedaba junto con los amigos.
El trabajo de encontrar algo que se te ajuste al presupuesto y al gusto es arduo, a veces cansino, pero me lo tomaba con calma. Rita se despreocupó de todo, sólo me acompañaba a una segunda visita y a escuchar su opinión; ella trabajaba pero como una Corleone añadida, no entraba en los negocios de la familia. Así pues yo lo compraba, yo lo pagaba... aunque mi hermana me echaba una mano con el tema de las nóminas y figurase como copropietaria. Ya comenté hace algunos capítulos que no era normal, nunca sabía si era yo el que estaba cabeza abajo o los demás y si éstos me hacían sentir distinto, sería porque lo era; y de paso quien compartía mis sábanas y mi lavabo también, la cuenta corriente ya comenté que fluía por ríos diferentes, confluían, se alargaban, desaparecían, se unían...
Karla hizo su primer año en el piso de la calle Huertas pero a mediados del verano nos cambiamos de piso y de barrio, a la colonia Bellas Vistas del distrito de Tetuán. Nos alejábamos de las abuelas, pero el metro era línea directa para una y un trasbordo para la otra. Ganamos espacio, tiempo, calidad de vida. Para mi sorpresa, vendido el piso nos quedó algo de dinero, la nueva hipoteca era casi el doble que la anterior pero no pasé de un crédito de quince años a interés variable y saliese el sol como saliese; a mediados de la primera década del siglo siguiente estaría pagado.
La Yamaha dormía en su garaje que tenía dimensiones para un coche, por lo que aproveché para alquilar lo que sobraba para otras dos motos, con lo cual amortiguaba un poco los gastos. El edificio tenía jardín, juegos para niños... el pago de la comunidad era alto, pero sabía que esa vivienda sería mi vivienda para los restos y tal y como Marga me indició, los precios en Madrid en los noventa se dispararon con la creencia de que todos seríamos ricos y europeos, y los bancos como los pavos reales abrieron sus alas tanto que se colaron por los agujeros demasiados gusanos que hibernaron, pusieron sus huevos y nos pudrieron. Al menos yo pude contarlo.
La niña empezó a dormir en su habitación desde la primera noche, yo volvía a tener "mi despachito" donde colocaba mis artículos en el Ruta 66 y a veces colaboraba en las nuevas revistas mensuales que se editaban gratis en Madrid: pasaba artículos, fotos... Rita seguía con el gesto fruncido, pero seguía. Se la veía feliz aunque no casada, una vez asumido el rol de cada uno, las aguas fluyeron con naturalidad después de un año duro.
A los dos parecía que nos había cambiado la cara para mejor, a Karla le daba igual mientras tuviese sus necesidades cubiertas; tenía más espacio, la misma enfermera opositora que aún le quedaba un año para sacarse plaza, terraza más amplia, jardín y la Dehesa de la Villa al lado de casa que era un pulmón en pleno Madrid.
Mi madre hizo reforma en su piso y dejó las paredes de mi antigua habitación sin un vestigio de mi paso por este mundanal ruido: desaparecieron los pósters de The Stones, Dylan, Patti Smith, John Ford... aquello quedó como una patena. Subí todos mis discos y libros con la ayuda inestimable del coche de Jaime y de Teresa, que me ayudaron a transportar en una tarde todo, y todo, era mucho. Coloqué una foto en blanco y negro en mi "despachito" de mi adorado y llorado Rory Gallagher que de por vida se mantendría ahí.
Escribí reportajes de Pearl Jam, U2, R.E.M., Nirvana... que me parecían las bandas del momento, algunas con grandes álbumes desde los ochenta... compramos un equipo de Cds, otro para Vídeos, cambié de cámara de fotos... le propuse a Rita ampliar la familia y me dijo que no, que si no nos casábamos bastaba con una.
El contacto con la vida deteriora.
Jean Renoir decía que el arte no es un oficio, sino la forma en que se ejerce un oficio. Al menos en mi vida de cronista y crítico lo intentaba, salvaguardándolo de mi existencia cotidiana que era muy lineal y con pocos sobresaltos. No me gustaban las sorpresas, de cada diez que me daban once eran malas, mejor dejarlo. Quizás el único arte posible en esa especialidad no consiste en intentar hacer lo que uno quiere, sino en dejar de hacer lo que no se quiere.
Tenía más de lo que creía de El Samurai ( El Silencio de un Hombre, 1967 ) de Jean Pierre Melville interpretado por Alain Delon, siempre me interesaron los pistoleros solitarios o personajes únicos, aunque acabaran mal, que los grupos o aplaudidores.
Había excepciones, instalada la primavera y llegado una vez más mi cumpleaños con cambio de década incluido, transcurridos los primeros treinta, ya pasas a limpio todos los apuntes, lo que no hayas realizado antes olvidaté; el ritmo, la cadencia, tu rostro, tu cuerpo, tu mente, van a otro compás...Mejor celebrarlo con la Luna llena en la terraza y unos pocos de amigos, para variar y dar color a tu existencia. Por una noche llenamos nuestros corazones de colorínes: buena comida y bebidas, risas, música y sobre todo gente, poca, pero selecta. A mis nuevas amistades : Sergio Entrena, que apareció con una de sus múltiples amigas, se unieron Marga y Jaime, aparecieron algunos familiares y el resto lo puso Rita incluida su prima Clara, con todos bastaba para pasar una velada mágica. La Luna nos iluminó con su mirada y empezamos a ver otra de sus caras que se nos ocultaba.
Como era costumbre bajamos aquel verano a Cabo de Gata, instalados en Mojácar como dos guiris urbanitas de la meseta, pasamos los días y las noches solos, con nuestras vidas paralelas, debió de ser ahí cuando Rita quedó embarazada y entonces sí, aquello cambió el ritmo y el latir de nuestros corazones.
Entonces vi la otra cara de la luna.
STICKY FINGERS
Karla nació el uno de mayo de 1991, de madrugada, sin ningún problema ni para ella ni para su madre. Rita empezó a sentirse molesta al acostarnos a media noche, y yo nervioso avisé al médico del seguro. Se presentaron enseguida y llamaron a una ambulancia. En quince minutos estábamos en la Paz. Una enfermera muy amable y con experiencia me comentó el entrar al parto.
- Puede entrar y asistir al nacimiento de su hija.
- Ni de coña, sería un estorbo, creamé, si algo sé es que me conozco. Ya tendré tiempo de ejercer de tutor...
No insistió, aquí la que interesa es la madre y lo que viene...
La sensación de tener en tus brazos una cosa tan pequeña, con su cara rosada, blanquita como la leche, con sus ojos cerrados, respirando... no es descriptible por este narrador. Esa personita era tu sangre y medio ADN se lo habías otorgado de por vida. Lloré... simplemente.
Si había cometido pecados en mi vida, quedé exonerado de los mismos en el instante en que tuve en mis manos a mi hija. Me sentí como Michael Corleone sentado en mi hamaca de la terraza y pensando...tenía descendencia y responsabilidad. Otra vez venía a mi cabeza El Padrino, y no hacía muchas semanas que Rita y yo vimos la tercera parte que se acababa de estrenar.
Pero regresaron a mis neuronas Dedos Pegajosos, esos blues que me perseguirían durante el resto de mis días. La llegada de un nuevo ser a nuestra vida supuso un cambio radical, centro de nuestro universo.
Para Rita se convirtió en su juguete y aunque en aquel momento no lo percibí en todo su esplendor, en nuestro distanciamiento como pareja.
Mantenía que todo es efímero, la felicidad fugaz, el destierro a veces largo, pero lo absoluto lo contemplaba como pasajero, la vida misma es un viaje de la nada hasta convertirse en futilidad, como arena que se escurre entre los dedos. Estaba preparado para ello aunque desconocía el precio a pagar; siempre se paga de muy diversas maneras.
Las cosas más decisivas de la existencia suelen suceder de un modo accidental, lo cual debería darnos una pista sobre nuestra limitada importancia.
En las siguientes semanas mi casa se convirtió en una multitud de gentes que, entraba o salía, según la hora. Más allá de los familiares y amigos íntimos, no conocía a nadie, la más feliz parecía mi pareja, yo callé y sonreía como sólo un idiota hace sabiendo que es un idiota. Me iba a trabajar y al salir del Madrid-Rock iba a casa de mi madre, en el especial del Ruta 66 del verano tenía comprometido un dossier sobre el rock español desde el 75 al 90 y la tarea me absorbía; a mediados de junio debía de entregarlo y documentarlo con datos y fotos. Regresé de manera periódica a mi antigua habitación, donde sólo el rumor del patio vecinal y algún ruido del tráfico en la Plaza se oía, por lo demás tranquilidad y concentración.
Rita disfrutaba de su maternidad en toda su expresión. Tenía la baja de tres meses y por lo que descubrí semanas más adelante no tenía ninguna intención de reincorporarse a su centro de trabajo; parecía que me lanzaba a la niña como arma arrojadiza. Sus pechos se pusieron turgentes y se le ensancharon las caderas, algo normal, su cara rosada y su sonrisa permanente seguía en su sitio.
Tener un bebé significa que no tienes tiempo de nada. Lo absorbe todo a su alrededor. Para mí la madre en el primer año es fundamental, el padre es decoración. A la cría le daba igual quien le cambiara los pañales, le limpiase el culo, las babas y quien la sostenga en sus brazos: necesita comer, mamar, estar limpia de escoceduras, bañadita, echar sus aires, dormir... y le da igual el resto del mundo. La angustia de unos padres primerizos es que no se muera. La observaba durante minutos y deseaba oírla respirar, su barriguita que subía y bajaba acompasada por su respiración; siempre estaba mala : unas fiebres, una disentería, unas flemas, el primer diente... casi cuando arrancaba a llorar era un alivio. Eso sucedía a lo largo de las 24 horas del día y cualquier semana, mes...
Eso nos hizo retirarnos de la calle. O salíamos los tres o sólo yo a cubrir algún concierto, o con Sergio Entrena que aprobó una plaza de Auxiliar de Juzgado y lo trasladaron a Coria, en el norte de Cáceres, y salimos a celebrarlo como se merece. También él abandonaba por una época Madrid, a cambio me regaló un montón de discos de Blues : Sonny Terry & Brownie Mcghee, Memphis Slim, Joe Turner, T.B.Walker... media colección de " El camino del Blues " editados en España a mediados de los setenta y los tres primeros discos de Tom Petty And Heartbreakers. Pequeñas bocanadas de felicidad que ayudaban a seguir.
Llegado el verano aquello se calmó. Los parientes de Rita dejaron de aparecer con asiduidad, eran individuos capaces de conducir su propia existencia a partir de su propio caos. Sólo su madre parecía tener lógica y ser práctica.
Paseábamos los tres por el Paseo del Prado y acabábamos en el Retiro de manera inexorable: tarde tras tarde. Se estaba tranquilo, despejado, conocíamos zonas donde éramos muy pocos, casi todo parejas con niños. En eso consistía nuestra vida y que Rita insistió en no querer seguir trabajando por una temporada y en ¡sorpresa!, casarse. Ha sido la única mujer que me ha pedido matrimonio. Lo rechacé, jamás lo haría. Necesitaba tener mis asuntos en regla: propiedades, trabajos, nóminas... no eludía ninguna responsabilidad, pero pensé que quien estaba conmigo lo hacía porque quería estarlo y no por ninguna obligación alimenticia, ni de hipotecas, ni materiales, si acaso espirituales. Creo que eso había quedado claro, y Rita lo sabía aunque las circunstancias cambiaron, insistía, pero porque nosotros quisimos que cambiaran. Agotó su permiso de maternidad y lo alargó con el mes de vacaciones que tenía, en octubre estaba de nuevo en su puesto laboral aunque el gesto se le torció... Jugó sus cartas hasta el final con un pensamiento que es muy femenino, el querer con el paso de los años cambiar a la otra persona. No lo consiguió y pagué las consecuencias. Nadie cambia a nadie. Sólo evolucionamos y cuando dejamos de hacerlo en paralelo la pregunta es :
- ¿Y ahora qué hacemos?.
- Intentar no hacernos daño.
Karla se quedaba al cuidado por la mañana con una chica diplomada en enfermería que preparaba oposiciones. Por las tardes ya nos tenía a nosotros a partir de las cuatro. Tanto a Rita como a mi nos dieron horario continuado de mañana. Ella también tenía que ir los sábados, yo seguía con dos de libranza y cinco seguidos. Cuando coincidíamos los dos trabajando, alguna de las abuelas nos echaba una mano con la niña.
La cadena Madrid-Rock se había extendido por varias ciudades en el extrarradio de la Comunidad madrileña, así como por Sevilla y Córdoba. La llegada de las nuevas tecnologías me agobiaba. Todas las semanas teníamos que cambiar los estantes y dar nuevas ubicaciones. Las cintas de cassettes quedaron marginadas en los laterales de la planta alta, los nuevos Cds en la principal y por orden alfabético; y los Lps se dividían en bandas extranjeras y españolas, según lo que fueran estaban arriba o abajo. Luego las secciones de Blues, Jazz... Bueno, siempre estabas entretenido. Sólo Teresa, la cual entró en la firma al comienzo y yo éramos los más veteranos, y la única persona a la que podía considerar amiga y quedar a tomar algo fuera del trabajo. A ella la trasladaron a la calle Mayor, donde estuvo hasta el final como máxima responsable.
Pese a todo : era un tipo feliz, tenía salud, trabajo, pareja, hija, casa, moto, vivía como quería, lo que se solía comentar : tener futuro, pero eso sí, tenía los dedos pegajosos.
CORRE, ROCKER
No esperé a ajustar cuentas con la década anterior otros diez años como hizo Sabino Méndez, a su paso por Los Trogloditas, en un libro magistral editado en el 2000. Yo siempre estuve lúcido y sobrio para poder disparar lento pero certero. No podía permitirme el lujo desde niño de dejar que las cosas pasaran, haciéndolas y planificándolas lo mejor que sabías, a veces, sólo a veces salían bien; sino inexorablemente acaban mal.
Nuestro ático de la calle Huertas se nos quedaba pequeño. Aunque Karla se pasó su primer año en nuestra habitación de pareja, la habitación que tenía como "despachito" se inundó de cosas de la niña y la terraza era territorio Sioux.
El escepticismo carcome las vigas de este edificio de la memoria. Todos tenemos derecho a esperar que nuestros mejores deseos coincidan, por una vez, con la realidad. A veces, el desgaste de la vida y del día a día nos lleva a terminar confundiendo la meta con el camino y convirtiendo al medio para conseguir los fines en un fin en sí mismo. No deseaba perder la senda de por qué vivía con quien estaba y tener lo que teníamos como fruto de nuestras querencias. El dinero, el trabajo, te daba la oportunidad de realizar algunas de las fantasías que tenías, aunque ya sabía que la vida es aquello que transcurre mientras tú haces otros planes.
Después de hablar con Marga para una nueva vivienda y ver varios pisos, la alternativa era salir del centro para alejarse y tener una cierta calidad de vida. España, Madrid, se había transformado en un supermercado donde todo estaba abierto todos los días y casi a cualquier hora, apenas unos años más tarde la llegada masiva de los orientales, o chinos, convirtió esto en un Nueva York de los setenta donde a cualquier hora de la noche podías ir a por una botella de leche o una de ron, según, lo cual ni estaba bien ni mal, sólo estaba.
La jugada era la misma que en con la compra del ático de la calle Huertas, pero ahora con la diferencia de que vendía éste, liquidaba la hipoteca pendiente y pedía otra para la nueva vivienda. Asesorado en todo por Marga seguí sus indicaciones. Liquidado el piso de Tirso de Molina donde mi hermana seguía viviendo junto a mi madre, instaladas, me sentía como un Corleone, cuidando en lo que podía de la "familia", que a fin de cuentas era lo único que te quedaba junto con los amigos.
El trabajo de encontrar algo que se te ajuste al presupuesto y al gusto es arduo, a veces cansino, pero me lo tomaba con calma. Rita se despreocupó de todo, sólo me acompañaba a una segunda visita y a escuchar su opinión; ella trabajaba pero como una Corleone añadida, no entraba en los negocios de la familia. Así pues yo lo compraba, yo lo pagaba... aunque mi hermana me echaba una mano con el tema de las nóminas y figurase como copropietaria. Ya comenté hace algunos capítulos que no era normal, nunca sabía si era yo el que estaba cabeza abajo o los demás y si éstos me hacían sentir distinto, sería porque lo era; y de paso quien compartía mis sábanas y mi lavabo también, la cuenta corriente ya comenté que fluía por ríos diferentes, confluían, se alargaban, desaparecían, se unían...
Karla hizo su primer año en el piso de la calle Huertas pero a mediados del verano nos cambiamos de piso y de barrio, a la colonia Bellas Vistas del distrito de Tetuán. Nos alejábamos de las abuelas, pero el metro era línea directa para una y un trasbordo para la otra. Ganamos espacio, tiempo, calidad de vida. Para mi sorpresa, vendido el piso nos quedó algo de dinero, la nueva hipoteca era casi el doble que la anterior pero no pasé de un crédito de quince años a interés variable y saliese el sol como saliese; a mediados de la primera década del siglo siguiente estaría pagado.
La Yamaha dormía en su garaje que tenía dimensiones para un coche, por lo que aproveché para alquilar lo que sobraba para otras dos motos, con lo cual amortiguaba un poco los gastos. El edificio tenía jardín, juegos para niños... el pago de la comunidad era alto, pero sabía que esa vivienda sería mi vivienda para los restos y tal y como Marga me indició, los precios en Madrid en los noventa se dispararon con la creencia de que todos seríamos ricos y europeos, y los bancos como los pavos reales abrieron sus alas tanto que se colaron por los agujeros demasiados gusanos que hibernaron, pusieron sus huevos y nos pudrieron. Al menos yo pude contarlo.
La niña empezó a dormir en su habitación desde la primera noche, yo volvía a tener "mi despachito" donde colocaba mis artículos en el Ruta 66 y a veces colaboraba en las nuevas revistas mensuales que se editaban gratis en Madrid: pasaba artículos, fotos... Rita seguía con el gesto fruncido, pero seguía. Se la veía feliz aunque no casada, una vez asumido el rol de cada uno, las aguas fluyeron con naturalidad después de un año duro.
A los dos parecía que nos había cambiado la cara para mejor, a Karla le daba igual mientras tuviese sus necesidades cubiertas; tenía más espacio, la misma enfermera opositora que aún le quedaba un año para sacarse plaza, terraza más amplia, jardín y la Dehesa de la Villa al lado de casa que era un pulmón en pleno Madrid.
Mi madre hizo reforma en su piso y dejó las paredes de mi antigua habitación sin un vestigio de mi paso por este mundanal ruido: desaparecieron los pósters de The Stones, Dylan, Patti Smith, John Ford... aquello quedó como una patena. Subí todos mis discos y libros con la ayuda inestimable del coche de Jaime y de Teresa, que me ayudaron a transportar en una tarde todo, y todo, era mucho. Coloqué una foto en blanco y negro en mi "despachito" de mi adorado y llorado Rory Gallagher que de por vida se mantendría ahí.
Escribí reportajes de Pearl Jam, U2, R.E.M., Nirvana... que me parecían las bandas del momento, algunas con grandes álbumes desde los ochenta... compramos un equipo de Cds, otro para Vídeos, cambié de cámara de fotos... le propuse a Rita ampliar la familia y me dijo que no, que si no nos casábamos bastaba con una.
El contacto con la vida deteriora.
Comentarios
Publicar un comentario