DIOS TE MANDÓ AL PELOTÓN DE LOS TORPES: Tercera Parte ( Capítulos XIII a XVIII )
XIII
Como ya
pertenecías a la tropa plebeya de pleno derecho, no existían esos tiempos
muertos que los estudios te daban en forma de vacaciones. Aquí había de apurar
los fines de semana o tal vez, algún puente que como el de la Constitución se convertía
en acueducto. Antes de finalizar el año tuviste que ir a Coria a dejar el acta
(o lo que fuese eso) como concejal electo del municipio y que el siguiente en
la lista entrase por ti. No existía mucho problema, el PSOE tenía mayoría
absoluta, en esa época en la que fuera quien fuese encabezando la tropa ganaba
de calle, así estaban las cosas, el personal quería gente nueva, proyectos,
ilusiones, y un cierto pragmatismo en sus vidas a ver si pasaban a colores, que
bastante blanco/negro teníamos todavía.
Pasaste unos
días navideños agradables pese al marcaje de los padres de Rosa que querían saber. Menos mal que la
muchacha en la nueva Constitución del 78 era mayor de edad, pero claro,
dependía económicamente de los progenitores. Tú eras consciente de que esa flor
sólo crecía en ese ambiente, con su luz y sus lluvias y que fuera de ahí la
relación tendía a erosionarse como así sucedió meses después. Desde ese tiempo
para acá sucedió algo que no diste importancia al principio, todas tus
relaciones eran inestables, duraban
dos años y medio y siempre, siempre, eran ellas las que abandonaban el barco
hasta que tú te cercioraste del tema y pusiste puente de plata.
Te fastidió,
claro, a nadie le amarga un dulce y que el asunto acabe. No era tu primer amor,
pero si el que consumaste lo que era estar con una hermosa mujer, inteligente,
llena de ganas por saber y salir adelante. Aquel curso lo acabó bien pero
decidió irse a Cáceres el próximo a realizar Magisterio. Crecisteis juntos como
personas y amantes y siempre le deseaste lo mejor.
Sí podías ibas a
Coria en Semana Santa, quizás algún puente y en San Juan. Si quedaban días,
apenas tenías una quincena de vacaciones el primer año en la editorial,
aprovechabas también para estar en casa
y conocer a tu madre, que en esta época se estableció una relación curiosa entre
tu progenitora y tú, más allá del afecto consanguíneo descubriste a la mujer
que era mucho más allá de las reglas convencionales. En este tiempo, tu hermana
trabajaba de comercial en la editorial que tú estabas, aunque ella casi siempre
estaba fuera de Madrid, una manera como otra cualquiera de conocer España, sus
territorios, sus gentes, sus costumbres…
Marisa Muñoz
llegó a la editorial en octubre, en principio como comercial pero se quedó en
las oficinas. Había acabado Turismo que eran dos años pero realizaba un examen
anual para tener licencia y trabajar en agencias. Venía de estar casi un año en
Londres de au pair y dominaba el inglés que era un gusto, por eso se quedó con
vosotros. Se estaban incorporando nueva gente porque aquello crecía, ahora
llevabais también a Carroggio, Océano y Natural Geografic, buenos libros que
comercializabais.
No tenías
pensado enamorarte de nuevo y tan rápido y menos con alguien que veías cada
mañana, pero… la vida que transcurre mientras tú haces otros planes. Antes de
las Navidades ya salíais y la llevaste a terrenos ideológicos más centrados, tú
eras un rojo de mucho cuidado para ella, pero oye… lo que os reías. La cosa
funcionó incluso cuando ella se marchó de secretaria a Xerox Corporation, que
en ese momento era el mayor proveedor de fotocopiadoras de tóner (tinta seca); se la
jugó porque después de un año con vosotros aceptó un contrato eventual de tres
meses, pero su constancia y perseverancia y las clases de informática que se
metió en esa época en una academia cuando salía de trabajar, dio sus frutos y
fue ascendiendo hasta secretaria de dirección. Pasados los meses Marisa se fue
a vivir a El Carmen con su hermana Marisol y vosotros seguisteis juntos… hasta
los dos años y medio.
Los precios de los alquileres se fueron a las nubes a
mediados de la década de los 80. El mismo ritmo llevó las ventas tanto de
inmuebles nuevos como de 2ª mano. Después de casi dos añitos en La Plaza De
Olavide, el casero deseaba subirte bastante, no podías. Tu siguiente destino
serían apartamentos individuales pero compartiendo cocina y baño, fuiste a
parar a Tirso De Molina, un traslado que coincidió con una nevada frondosa a
comienzos de 1987 cuando antes de la noche de Reyes tú llevabas en bolsas todas
tus cosas. Para el final dejaste lo más
delicado: el equipo estéreo, figuras decorativas que habías acumulado en estos
tiempos y unas bolsas con Lps. El viaje ya lo realizaste en taxi. El taxista te
tuvo que ayudar a subir los dos bafles que más que pesar, eran muy aparatosos;
por supuesto un 4º muy sin ascensor.
XIV
No todo iba a
ser de casa al trabajo, ni mucho menos. Aunque la economía era estrecha, los
bolsillos vacíos y la cartera exigua, te movías por el Rock-Ola de vez en cuando a ver a grupos que estaban en la boca de
todos. Allí viste a Radio Futura con
los hermanos Auserón al frente y un exultante Quique Sierra; Gabinete Caligari,
Loquillo que se fue haciendo con una parroquia en el foro interesante, Los
Secretos, Siniestro Total… pero había que distinguir con la jet set de los
grupos nacionales que grababan sus primeros discos e incluso ya algunos con Lps en el mercado, con
el resto de la tropa más plebeya y marginal que se colocaba en los eventos y
quería sacar adelante sus proyectos, sean musicales, de comics, cine…
Pero existía
todo un mundo subterráneo que de vez en cuando levantaba la cabeza y exponía lo que hacía. Era el momento de que
todo se podía hacer, realizar, existían posibilidades. Desde que te instalaste
a primeros de año en la Plaza de Tirso de Molina, comprobaste la cantidad de
punkys que arrimaban a dicho espacio y que incluso el Rastro, ya tenía
tenderetes en la misma ubicación y se acumulaban a lo largo de la calle Duque
De Alba hasta desembocar en el bullicio de la Plaza De La Cebada. Allí todo
tipo de tenderetes de comics, de propaganda subversiva, discos, libros… cada
mañana dominical al levantarte tenías delante de ti todo un espectáculo.
Cada mañana ibas
andando a la editorial desde la Plaza Tirso de Molina a Barquillo, vuelta a
mediodía y luego después de comer. Pasabas por la Plaza de Jacinto Benavente y
emprendías la calle La Cruz, llena a esa hora matinal de prostitutas, a una de
ellas, de tanto verla cada día ya la saludabas con cierta camaradería. Un
sábado de los que te tocó ir a trabajar, al salir camino de casa te la
encontraste sentada en un taburete de un bar en la calle Espoz y Mina. Andaba
con una cerveza, acabasteis comiendo juntos en casa García esquina con Atocha,
donde alguna vez comiste con Marisa. Era una mujer normal metida en un
laberinto de infortunios, como por ahora el físico le daba, aprovechaba estos
años. ¡Así sin más!
Como no tenías televisión, de hecho llevabas una década
sin verla casi, salvo cuando estabas con tus tíos en Donoso Cortes, donde te
permitías el lujo de ver Popgrama en TVE2,
y porque era a una hora que o estabas solo o a nadie le importaba semejante engendro musical, luego tu pasabas a los
cuarteles de invierno. Poco a poco fuiste bajando a menudo al bar que estaba en
el portal de tu casa, que daba salida a Mesón De Paredes. Allí, un jubilado
majete Miguel y su hijo, también llamado Miguel, originarios de Granada,
regentaban un bareto de los de toda la vida, con sus comidas, pinchos,
cervecitas y una parroquia asidua y normalmente tranquila salvo cuando una
manada de punkys acudía a abrevar, siempre en manada. Por lo general no solían
existir conflictos, pero alguna hostia a mano abierta viste. Normalmente todos los viernes por la noche te quedabas a ver la película de TVE2, que solía ser buena, en ocasiones Miguel hijo y tú cerrabáis el garito a eso de la una y media, el para su casa que vivía en la calle Juanelo con su mujer y dos hijos, y tú, ascendías a la tuya.
El inmueble en el que habitabas tenía 5 plantas, las últimas abuhardilladas donde se instalaban de vez en cuando músicos, gente del teatro y algún esporádico estudiante. Cada rellano tenía 2 pisos y enfrente tuyo tuviste más de un año a Cecila Roth, que no conocías de nada y cada mañana al ir a trabajar te la encontrabas desayunando en la cafetería de enfrente del portal en el bar Mariano. Había hechos cortos con Almodóvar y varias películas del director manchego, en las primeras bastantes corales, ella estaba presente, pero oye, que no la ubicabas. Hasta que una mañana sabatina cuando tú salías de tu apartamento ella abrió la puerta del suyo y bajasteis juntos los escalones hasta que el rellano del 1º había un escalón suelto que a ti te encantaba, y siempre te parabas un rato con un pie colocado allí a modo de pedal de batería y el otro en el aire. A ella le hizo gracia y fuisteis a desayunar juntos. Tú veías que algunos parroquianos la miraban, no era para menos, la argentina era una belleza y despampanante su energía, hasta que entre café y cruasán os pusisteis al día de vuestras respectivas existencias.
Como ella
observó que tú no sabías quien era ella, la tratabas como a la vecina de enfrente
del rellano que veías de vez en cuando, sola o acompañada, sin más, aquí cada
cual hace su vida sin preguntar de quien
eres. Cuando te nombró películas lo único que se te ocurrió decirle que “ah,
tú eres la hermana de Ariel, el de Tequila “. La sonrisa que te ofreció te
alegró la mañana. Luego os saludabais con cierto afecto al veros. Un día
desapareció, ya no era sólo una chica Almodóvar, pero en la Plaza De Tirso de
Molina vivía en la 3ª planta encima de una clínica de sífilis, Victoria Abril,
que veías a menudo cuando no tenía rodaje muchas mañanas sabatinas con sus 2
hijos, entonces muy pequeños que jugaban y correteaban por allí ante la atenta
mirada maternal. Tú ibas por allí a sentarte en algún banquito a leer la
prensa, algún cigarrito y sobe todo a tomar el sol y observar, que desde niño se te dio muy bien. Otro personaje que
ya despuntaba mucho y antes de convertirse en una estrella maisntream era Joaquín
Sabina, quien viste un par de veces en La Mandrágora en la Cava Baja con Javier
Krahe y Alberto Pérez. Ibas con Marisa, su hermana Julia y su novio Manuel Jesús
Bellón, a éstos 2 últimos el ambiente les gustaba mucho… y las canciones.
A Sabina te lo
encontrabas alguna mañana al ir a trabajar porque vivía en la calle Duque de
Alba, donde habitaba en un ático que tenía terraza a la misma calle y a la plaza.
Tú ibas, el venía.
XV
Tú no sólo te habías
querido instalar en Madrid por motivos laborables. Probablemente en Coria te
hubiese ido mejor si supieras buscarte la vida en un pantano tan pequeño.
Porque hasta novia tenías con posibles allí y acomodo hubieses encontrado.
Pero el asunto
era que deseabas navegar a mar abierto aunque perecieras en el intento, y en el
camino ibas. A estas alturas sabías que un favor mata antes que una bala, ésta,
si tienes suerte puede darte en un pie, mano… sitio no muy contundente y que te deja recuperarte y respirar. El primero siempre lo acabas por pagar. Pasadas
las décadas, mantienes esa teoría.
Algo de esto te
debía de estar rondando la cabeza aquel sábado primaveral mientras tomabas un café con pastas en el
café Real de Ópera. Esperabas a Marisa en una de las mesas del fondo cuando un
grupo de gitanillas entraron como comandos, descolocando al personal y robando
cuanto estaba a su alcance. Las dueñas dieron la alarma, para ti fue tarde, te
levantaron la cazadora de cuero negra donde llevabas documentación, dinero, las
llaves del portal y de la casa... saliste tras ellas, apenas unas chavalas de 8
a 13/14 años, eran unas cinco. Durante unos segundos no las tenías a la vista,
luego echaste a correr por la calle de Vergara y la que llevaba tu cazadora al
verte la levantó al aire y sacó cartera, llaves y se acercó a una alcantarilla
para tirar todo. Le imploraste que no lo hiciera y no le harías nada. El problema
era que apareciese parte de su gremio y a ti te iban a romper. Mientras te
acercabas con los brazos en alto soltó todo y cayó en la acera, luego echó a
correr, por un momento creías que era capaz de tirarlo por la boca del
alcantarillado. ¡Vaya gracia!
Todo estaba en orden,
descolocado, pero en su sitio. La única vez que te ha pasado en Madrid, por
estar pensando en el pretérito y sus arreglos. Tardarías unos años en dejar atrás
definitivamente el pasado. De todo
este caos surgió algo bueno e inesperado. Cuando regresaste al café Real, las
dueñas acudieron raudas a ti, nada, todo ha quedado en un susto y la tarde fue
pasando y cayendo. Tu sorpresa llegó antes de que Marisa apareciese por
el local, una de las propietarias se te acercó con 2 entradas de Neil Young que
esa misma noche sabatina tocaba en el Rockódromo madrileño. ¡No podía ser verdad!
Ella no alcanzaba ir, no te dio explicaciones, y se sentía culpable de lo acontecido. Tú no tenías 800 ptas para pagarle los 2 tickes, ella insistió en regalártelos. Ni te preguntó si te
gustaba el muchacho que tocaba. Cuando Marisa llegó, no la dejaste ni sentarte,
os fuisteis en el metro hasta la Casa De Campo.
No hay que
dejarse engañar, aquel mismo 1987 asististe a 2 acontecimientos magnos y
multitudinarios, ver a Neil Young y tres meses después a U2. El rock era es y
será, totalmente marginal, de sala pequeña y garito, alejados de ventas
millonarias y del factor público, cada vez más elitista y exigente que desea ver
a los músicos cerca y palpar sus entrañas.
Neil Young no
estaba de moda ni en Estados Unidos y menos en España, claro. Como muchos de
los grandes a los que tú seguías y sobre todo comprabas discos para ir
completando lo que te parecía una colección interesante y de calidad, la década
de los 80 con sus múltiples cambios les descolocaron. Pasó con Dylan, los
Stones… Young no era ajeno y encima tocaba en un espacio absurdo en el sonido como
el Rockódromo, con un suelo de tierra y unas gradas alejadas y cuarteadas
porque aquello originalmente era una pista de atletismo, pero el Ayuntamiento
se empeñó en llevar allí estos tinglados. Al menos, el precio al ser
subvencionado, era menor.
Cuando las luces
se apagan comenzó la descarga con Mr.
Soul, una canción de su etapa Buffalo Springfield. Cayeron clásicos
irrefutables: Cinmanon Girl, When You
Dance I Can Really Love y el
vendaval de rock a la que ya acostumbraba, más de 10 minutos de espesura
interminable con Down By Te River.
En agosto te
fuiste con Marisa a Alicante unos días y luego cada cual se fue a su pueblo con
su familia. El año anterior tocó Almería, que ella no conocía. No pudiste ver a
Paco Vivas porque estaba recogiendo fruta en Canarias, sí al resto de la
familia que también te acogió en tu periodo militar. Como ni Marisa ni tú
tenías coche, la quincena la dividisteis parte en la capital y el resto
recorriendo un trocito escaso del Cabo de Gata, siempre en transporte público.
Dio tiempo a todo: comer bien, descansar, observar amaneceres y anocheceres,
discutir y a amaros.
XVI
En los
apartamentos que vivías se compartía parte de la cocina y el baño con otros 3
personajes. Cuando fuiste a parar allí, Rafa estaba al lado del tuyo, su
habitación tenía una ventana muy grande a la calle, era la mejor y por eso
pagaba más, pero siempre le viste que vestía con zapatos italianos, cazadora de
cuero en otoño y abrigo en el invierno, tenía un coche que dejaba por la Plaza
De Tirso de Molina o calles adyacentes. Nunca pagaba ninguna multa de
aparcamiento indebido, y vaya, que vivía bien. Había otros, claro, una chica
que hacía teatro e iba a academias de interpretación donde daba y recibía
clases, un estudiante de periodismo de primer año y un iraní, treintañero que
estudiaba ingeniería de algún tipo, casado y con un hijo que vivían en su país. Tenía beca de estudios
y prorrogada su estancia en España dos años más. El personal cambió poco en los
casi 3 años que estuviste allí.
Solías ir a ver
los partidos del Barcelona al establecimiento Sánchez, en Mesón de Paredes, porque tenía
una tele muy grande. Allí coincidías con Rafa y empezasteis una cierta amistad
o intercambio de opiniones. Trabajaba en una agencia inmobiliaria de pisos de
2ª mano, y le iba bien, y cuando no, su
jefe le adelantaba dinero. ¡Carajo, como a Charles Bukowski, sabían algo que a
ti se te escapaba!
A principios de 1988 te cumplía el contrato
con la editorial, había cambios que no sabías como te iban a afectar. Gente que
contrataban y otra que la largaban o se iba. Parecía que contaban contigo, pero
nunca se sabe hasta que el lobo te agarra con las fauces. Tanteaste el terreno
y parecía que sí, pero esto cada 6 meses te agobiaba un poco la verdad. Las
distintas reformas laborales eran como las de educación, una pelota de fútbol
en un patio de recreo.
Febrero era el
límite y Rafa te dio un número de teléfono al que llamar. Te veía inteligente, quizás
porque muchas tardes te observaba escribiendo a máquina tu primera novela,
algún relato, que leías bastante, que veía tu habitación con libros y discos raros que
no le sonaban de nada. Vio que desperdiciabas tu vida laboral. ¡Coño!
Un viernes por
la tarde al salir de trabajar atravesaste la Plaza De Tirso de Molina como
siempre. Subiste a tu apartamento y bajaste otra vez a la calle con un papelito y un número de teléfono. A la entrada
del metro estaban varias cabinas telefónicas y preguntaste por Angelines. Era
el contacto de Rafa en una agencia inmobiliaria. Te presentaste y preguntaste. La amiga de tu
vecino estaba en recepción junto a otra chica, te atendió ella directamente. Expusiste la cuestión, esperaste, unos segundos más tarde iba con tu mensaje a la jefa de la oficina,
que no la dueña de la firma y te comentó si podías acudir esa tarde. Claro. Te
venía hasta bien. Línea directa de metro Tirso De Molina a Ríos Rosas. Ya en
recepción te presentaste y te hicieron esperar unos minutos mientras
observabas. Como siempre pasa en todos los sitios, las vísperas de fines de semana
la gente está contenta aunque aquí se hacían turnos rotatorios cada sábado
alterno para ir a trabajar, sólo por las mañanas.
Pese a sus
múltiples compromisos y no solo familiares, os invitó a comer a Marisa y a ti a
su casa de Arturo Soria. María no había perdido ni su sentido del humor ni la inteligencia
que la hacía tan especial. Los contactos que estableció en Londres muchos a
través de su trabajo, la llevó a ver a cuanto grupo y solista le apeteciera en
la capital británica. También ayudó bastante que Marisa hubiese residido allí
casi un año para que ambas establecieran paralelismos de sus estancias, lugares
comunes que conocían, sitios, tiendas, calles y otras obviamente, que eran
espacios sin explorar.
XVII
Tenías
claro que toda independencia se sostenía
sobre dos pilares fundamentales: la salud y el dinero. Si una de las dos
fallaba, mal asunto, la 1ª era esencial como el respirar, por razones de
horarios no podías hacer deporte como habías realizado a lo largo de tus
primeras primaveras, pero el trote que te dabas de un sitio a otro, ahora ya
más en metro y autobús, te mantenía bien. En cuanto a comidas, digamos que
pasable pero siendo consciente que como en casa en ningún sitio. Con el tema
crematístico sólo existen 2 problemas: o no tener o poseerlo en exceso. Aquí aquello
del término medio viene que ni pintado.
Te movías por la
redacción de La Luna donde a veces te
dejaban publicar algún relato, eso en parte colmaba tus expectativas egocéntricas
que todos tenemos y allí el elenco de personajes que se movía entre pintores, fotógrafos,
escribas… era cuando menos curioso.
También de
periodicidad mensual se publicaron varios números de Madrid Me Mata entre 1984/85 y una revista de historietas curiosas,
Madriz, que duró un poco más, de
enero de 1984 a febrero de 1987. Todo servía para dar un colorido nuevo no sólo
a la ciudad, que era espejo de un país en una transición continúa.
Las vacaciones
de Alicante dieron para un paseo en barco y pasar el día en la Isla De Tabarca,
de muy pocos pobladores durante el año pero que en el estío, ante cierta
avalancha, se restringía el número de visitantes. Música, comida, sol, sitios
nuevos y a poder ser Naturaleza, tú tirabas más por ahí, pero había que
negociar, pactar y saber cuándo ceder, aquello funcionó más de lo que creías,
hasta que a las puertas del nuevo verano, Marisa te citó una tarde al salir de
trabajar ambos en una cafetería de Dr. Esquerdo, a la altura de Sainz De
Baranda donde parabais alguna vez. Los caminos debían de separarse porque
empezaban a ser líneas cada vez menos paralelas, los objetivos a conseguir
diferían; tú nunca creías que esto iba de conquistar y derribar muros, más bien
de construir y tejer, pero eras consciente de que como Sísifo cada hombre debía
de superar varias pruebas en esta vida contemporánea (como en cualquiera, por
otra parte), pero no deseabas llevar muy cargada la mochila de piedra, te
aplicabas aquello de Antonio Machado: Ligero
de equipaje.
No serían los únicos cambios a las puertas de este verano de 1989. Mientras en el trabajo te defendías bastante bien y había meses en que las comisiones te daban para ciertas alegrías y algún que otro homenaje, Manuel Jesús al que todos llamabais por el apellido: Bellón, el novio de la gemela de Marisa, Julia, se iba a quedar solo en un ático de alquiler que tenía en Ambrosio Vallejo en el barrio de Tetuán. El piso pertenecía a una viuda de Guardia Civil que vivía en Ofelia Nieto y siempre lo tenía alquilado a gentes de ese gremio y con referencias. De hecho allí habitaba tu amigo con 2 de la Benemérita, aunque él trabajaba en un estanco, pero todos eran de Moral De Calatrava, en Ciudad Real, de ahí el asunto.
Bellón no podía hacerse cargo él solito del precio
del alquiler. El problema era convencer a la dueña de que tú eras buena persona
y además comunicarle a tú amigo, que no ibais a ser cuñados.
Con tus mejores galas te presentaste a la señora y te aceptó previa consulta con sus hijos, los varones también eran del cuerpo y la hija iba por libre. Te aceptaron y desde el 1 de agosto de 1989 tenías un ático con 3 habitaciones, salón, cocina independiente, ventanas en los dormitorios y desde una de ellas se salía una terraza que era un campo de fútbol, cerca de 60 metros para vosotros solos. El matiz, siempre lo hay… era que todo iba a 125 w y tenías varios transformadores para que aquello funcionase. El precio era razonable, el frío intenso en el invierno hasta el punto de que las sábanas estaban siempre húmedas, tiesos en el verano, pero ¡oye! Lo que molaba. Ahora existía espacio para que tu madre viniese a pasar temporadas a Madrid y el mes de agosto que no tenías vacaciones te quedaste solo pues Bellón y Julia marcharon por Asturias. Antes con su Seat Talbot azul, te ayudó a subir tus cosas desde Tirso De Molina a Estrecho. Acababa una época, la década y tú ibas a entrar en la treintena, hora de pasar los apuntes a limpio de la vida.
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