CHARLES BUKOWSKI : " EH, OIGAN..." ¡ DEJEN DORMIR!




 No metan tanto ruido, yo no les molesto a ustedes. Sólo quiero darme media vuelta en la cama y taparme con la manta que aún me duele la cabeza, además ¿qué hora es? ¡Las doce…! ya entra sol por la ventana, ¿qué día… lunes? Me van a hacer levantar, lo hago, me ajusto los calzoncillos y me bajo la camiseta que me recubre la panza, abro la puerta y en medio del corredor que da a las otras puertas de las habitaciones, chillo:
-      ¿Quieren callarse?  Madrugar es de pobres, ¡cojones!
 Las dos estupefactas señoras que limpian la alfombrilla del corredor se quedan quietas unos segundos mientras miran a un tipo que parece un oso en medio del pasillo con los cabellos alborotados, con barba de varios días y en calzoncillos y camiseta de tirantes blancos que recubren su obeso cuerpo cervecero. No saben que pensar, pero transcurridos unos segundos siguen a lo suyo y el tipo cierra la puerta y se mete en la cama, no tarda en volver a dormirse hasta más allá de las tres.
 Sueña con un buen vaso de wiski de malta, su cajetilla de Malboros y con una vagina peluda mientras apartándose el humo de la cara escribe con un lápiz sobre unos folios que tiene alrededor de una mesa de bar… Cuando despierta siente la boca seca, el cuerpo magullado y tiene hambre. Poco a poco se incorpora, va al baño, orina largo tiempo y juega con su pene rellenando de orina los laterales de la taza. Tira de la cadena, se desnuda y se mete en la ducha que su grasiento cuerpo agradece, se embadurna de jabón, juega con la esponja metiéndosela en todos los rincones que un cuerpo humano atesora, al salir del plato de ducha pasa una toallita seca sobre el vaho que se ha formado en el cristal del lavabo. Ve un tipo viejo, barbudo, que frunce el ceño, nada nuevo, sabe que está vivo. Vestido, comprobando lo dólares que lleva en su cartera y el puñado de céntimos que atesora en un bolsillo de su raída americana se dispone a ir a comer a la tasca que apenas está a cien metros de donde se hospeda.
 Lleva viviendo varios meses en el mismo hotel. Tiene una enorme ventana a la calle, ascensor, puede escribir hasta la madrugada incluso borracho si se ha entretenido en los bares de los alrededores pero entre semana no hay mucho jaleo, sólo a partir del  jueves.
-      Señor Bukowski, lleva una semana de retraso. – Le comenta el recepcionista.
-       Me paso luego, ¡calma, pequeño esclavo!-  Sabe que debe una semana, quedaron en que abonaría la cuota cada lunes, bien, en esta ocasión será el miércoles que es cuando espera que le llegue el cheque de la editorial sobre sus últimos poemas, con eso y el finiquito del último empleo tirará un par de meses, suficientes para escribir y poder apostar en el hipódromo.
-      Maldita sea debe pensar Bukowski mientras camina a la taberna para comer, con el dinero sólo hay dos problemas : tener demasiado o no tenerlo.
  Con el estómago lleno y un Cohibas entre los labios todo era mejor, caminar un poco para ir acoplando la comida y subir a la habitación para escribir, escribir, esa negra obsesión que le ha permitido salir de la inmensa vulgaridad de la mayoría de las vidas que conoce.
 Da tiempo a acabar el puro con pausa y temple, como la tarde acompaña mejor sentarse en un banco a ver pasar las hermosas muchachas con sus muslos al aire y esos movimientos gráciles que parecen poseer una verdad absoluta y nunca compartida con los hombres. Así, solo y sentado disfrutando de su Cohibas y de la humareda que tiene sobre su cabeza le da una y mil vueltas a lo que quiere seguir escribiendo en cuanto llegue a su habitación.
 Ya lo tiene, no se va a exprimir más el cerebro, va a cumplir 50 años, ¡joder, medio siglo!
¿Y qué ha hecho con él, con su tiempo? Rascarse los sobacos, dormir, beber, follar, volver a beber, a veces sus labios son la prolongación de una botella, no es una pose, es su vida. Para tener tabaco, wiski, cerveza, a veces una cama donde dormir y un techo donde guarecerse ha tenido que trabajar, lo que el sistema llama “producción”; siempre había tenido la intuición que sus contemporáneos sabían algo que él desconocía. ¡Ya está ¡ , en cuanto tenga el cheque del cuento y el ingreso del finiquito pago varias semanas por adelantado en el hotel, aparto un poco para beber y tabaco y quizás alguna fulana si se pone a tiro y me voy a dedicar sólo y exclusivamente a escribir.

 Parece que todo está en orden en esa nuez cascada que es su cerebro, daba una  nueva calada honda al Cohibas.  Coge la familia, mézclala con Dios y la Nación, añade diez horas de trabajo diario, y tienes todo lo que necesitas.
 A partir de ahora nada de titubeos, ha elegido ser escritor y por lo tanto pobre de solemnidad, sacará dinero del hipódromo, las apuestas siempre se le han dado bien; si el bienestar económico significaba victoria, y la victoria era la única realidad, bien. Pues no le interesaba. ¿Por quién comenzar, qué escribo? ¡Ya está!, mi triste y arrastrada experiencia es campo suficiente para abordar el tema. Nueva calada al puro, está bien, la comida excelente y la digestión la estoy haciendo muy a gusto. ¡Que criatura, que movimiento de caderas con ese meneo grácil cual gacecilla…!
 
 Charles Bukowski nace como todos, por verdadera casualidad, y a él le toca la ciudad de Andernach en Alemania en 1920. Lo trasladaron a Los Ángeles a los dos años donde ha residido siempre y ha dado buena cuenta de la vida y el sueño americano a través primero de su existencia y luego en varias novelas y relatos. Durante años sobrevivió en la jungla de asfalto mientras los empleos, como las mujeres, iban y venían y todo se mezclaba con alcohol, peleas y escritos en revistas underground.
 Ya sobre la mesa de la habitación del hotel comienza a rebuscar en uno de sus cajones los paquetes de folios que tiene manuscritos de algo que le rondó por la cabeza hace tiempo, claro, por qué no ¡Cartero! . Si yo era un hombre que me alimentaba de soledad, sin ella era como cualquier otro hombre. Debo de colocar un “alter ego”. Eeehhh… Chinaski, sí, Henry Chinaski, eso, un tipo que siempre ha estado en pie de guerra, sin bajar la guardia, contra el establishimient y sus infinitos tentáculos.

Empezó por una equivocación.
 Estábamos en Navidades y me enteré por el borracho que vivía calle arriba, y que lo hacía todos los años, que contrataban a cualquiera que se presentase, así que fui y lo siguiente que supe fue que tenía una saca de cuero a mis espaldas y que me dedicaba a pasear a mis anchas.  Vaya un trabajo, pensé. ¡Tirado! Sólo te daban una manzana o dos y te las arreglabas para terminar, el cartero regular te asignaba otra manzana para repartir el correo, él también podía volver y el jefe te mandaba a otra parte, pero lo mejor que podías hacer era tomarte tu tiempo y meter relajadamente las tarjetas de Navidad en los buzones.


 Cartero describe los 12 años que estuvo empleado en una sórdida oficina de correos en Los Ángeles hasta que Bukowski decide a través de su personaje Chinaski, abandonar la miserable comodidad a los 49 años y dedicarse exclusivamente a la escritura. A partir de aquí se convierte por elección propia en un mártir truculento del Sueño Americano, en un perdedor conflictivo y desvergonzado porque halló la fórmula de la iluminación, aquella que te dice que todo es un monumental Timo.
 Por  la mañana yo seguía vivo. Quizás escriba una novela, pensé. Y eso hice.

 ¿Cómo coño podía un hombre disfrutar si su sueño era interrumpido a las 6.30 de la mañana por el estrépito de un despertador, tenía que saltar fuera de la cama, vestirse, desayunar sin ganas, cagar, mear, cepillarse los dientes y el pelo y pelear con el tráfico hasta llegar a un lugar donde esencialmente ganaba cantidad de dinero para algún otro y aun así se le exigía mostrarse agradecido por tener la oportunidad de hacerlo?

 Factotum su segunda novela en apenas 87 capítulos cortos que son como trallazos a tu cabeza, directos como un buen chupito de wiski, en menos de 200 páginas, encierra la filosofía de la vida moderna de mediados del siglo XX, esa en el que íbamos a ser tan felices, encerrados nuestros sueños en un tarro de cristal sin apenas oxígeno que nos llegase a nuestros cerebros y sin salidas posibles pues todavía afuera nos aguardaban sorpresas peores. Años de juventud donde Chinaski salta de un empleo a otro, todos sin sentido, sórdidos, peleando a la contra porque la victoria y la derrota son equivalentes, ahogando las penas en alcohol y las alegrías también, echando un polvo de vez en cuando para que el cuerpo descanse en esa química de la que estamos compuestos, regados por la tranquilidad del estómago lleno y arrastrándonos a un agujero que como la hormiga león, esas larvas que parecen garrapatas o arañas y viven en el suelo, junto a los caminos, donde excavan unos conos de arena muy bien cernida y granulada por cuya pendiente resbalan sin remedio las víctimas, y cuanto más intentan escapar más resbalan, y cuanto más resbalan tanto más se afanan en huir.


 Tenía 50 años y no  me había acostado con una mujer desde hacía 4. No tenía amigas. Las miraba cuando me cruzaba con ellas en la calle o dondequiera que las viese, pero las miraba sin ningún anhelo y con una sensación de inutilidad. Tenía una hija de 6 años de edad nacida fuera del matrimonio. Vivía con su madre y yo pagaba su manutención. Yo había estado casado años antes, a la edad de 35…

 Lydia se levantó  y se fue a otra habitación. Volvió con un lápiz y un papel.
-      Ahora mira, quiero enseñarte algo que seguramente no conoces, el clítoris. Es el punto sensible. El clítoris se esconde, ¿ves?, y sale cuando hay suficiente excitación, es rosa y muy sensible. A veces se te ocultará y tú tienes que encontrarlo, sólo has de rozarlo con la punta de la lengua.
 Mujeres  donde un perdedor nato, indecente, se encuentra en la cincuentena con una reputación literaria, ha abandonado el último hotel como quien tira una colilla al cenicero; le pagan por leer lo que él escribe en los recitales de poesía y ahora se le acercan las mujeres movidas por el olor a lo “prohibido, oculto, morboso”; algunas incluso le escriben cartas procaces, otras más audaces dan con su teléfono y le llaman a cualquier hora y en cualquier circunstancia, y Chinaski las quiere a todas porque desea desquitarse de los largos años de abstinencia forzada.

 A la vez que vemos esa incontinencia sexual observamos un largo proceso de aprendizaje, de conocimiento de barra de bar y cuanto más respetable se va convirtiendo  su carrera literaria se va percatando de su deshumanización, a mayores ingresos en el banco y a tener rellenos los bolsillos más soledad existencial, más abandonado, más dolor, cada vez le cuesta más tomar el último trago en soledad porque su vida se ha convertido en un poema sobre el dolor cuando lo que quiere no sólo es sexo y borrachera, sino amor.

La Senda Del Perdedor  es su cuarta novela y regresa a su infancia, a los orígenes de su existencia cuando cree recordar sus primeros pasos debajo de una mesa, silla… el caso es estar debajo de algo. Recorre su Alemania natal y Los Ángeles como sueño de vida, sus colegios, sus institutos, no encontramos con un joven Henry Chinaski donde las más elementales ilusiones son pisoteadas por un padre autoritario y una madre condescendiente pero que siempre le da la razón a su progenitor. Los Estados Unidos de la depresión y la 2ª Guerra Mundial, recorre los patios traseros, los primeros taburetes de barra de bar y las oficinas de desempleo y lo hace con gracia, directo, sin autocomplacencias ni justificaciones de sí mismo, simplemente no se adapta, es inútil, torpe, como un topo en una avenida de una gran ciudad, se tropieza, cae, le pisan, se pega y sobrevive.

  Para Bukowski no hay salvación, la civilización ha dado muestras suficientes, en estos sólo 20 siglos, de que es una causa perdida, la política una absurda charada y ¡qué decir del trabajo!, un chiste cruel. Pese a todo, Chinaski encuentra, como la lagartija escondrijos donde cobijarse, aunque sólo sea en el mal tiempo, y a veces lo hace en un sitio silencioso donde ni la policía te acosa, en la Biblioteca Pública de Los Ángeles, donde al menos la sala de lectura es tranquila y puede leer cuanto se le antoje y escribir en paz.
 Para mí, esos hombres que se habían introducido en mi vida proveniente de la nada, eran mi única oportunidad, tal vez porque pensó a la pronta edad de los 25 años que la mayoría de la gente que conocía estaba acabada. Todo un maldito país repleto de gilipollas conduciendo automóviles, comiendo, pariendo niños, haciendo todo de la peor manera posible, como votar por el candidato presidencial que más les recordaba a ellos mismos.

 Hollywood es su siguiente entrega y da un salto en el tiempo, si en La Senda Del Perdedor  nos encontrábamos a un joven Chinaski, aquí han pasado unas décadas y Bukowski es requerido para hacer un guión de una película que quieren adaptar de sus años salvajes, al menos intentar llevar a la pantalla los relatos de juventud, harto difícil se nos antoja en un tipo rayando el alcoholismo empedernido, peleador callejero y pese a todo dar espléndida literatura a la vida de primera mano.

 Así pues allí estaba yo, con más de 65 años, en busca de mi primera casa. Recordaba como mi padre había hipotecado prácticamente toda su vida para comprar una.
 Ahora estaba buscando una casa que en realidad no quería e iba a escribir un guión que en realidad no quería escribir. Estaba empezando a perder el control y me daba cuenta de ello, pero parecía incapaz de dar marcha atrás.

 En Hollywood Bukoswki desarrolla a un tipo atrapado, aquel que se da cuenta de que a veces el encanto disminuye cuando se acerca demasiado a la realidad. Dicho de otra manera, la gente, simplemente, no me resultaba interesante.
  Su alter ego Chinaski nos va descubriendo las diversas vicisitudes de un mundo  que desconoce, pero con la pluma corrosiva, ácida, nos presenta a personajes estrafalarios, productores, directores, guionistas; etc., algo que ya hicieron colegas suyos algunas décadas antes en el Hollywood dorado como Faulkner. De aquí salió en realidad una película Barfly dirigida por Barbet Schroeder donde los personajes centrales eran Mickey Rourke y Faye Dunaway. Bukowski salió airoso podríamos decir en su novela, a fin de cuentas todos sus lectores sabíamos de sobra a estas alturas, que la vida de todos los hombres nos aplastan y que desde luego, faltaría  más, teníamos que beber un rato para reajustarnos a la realidad.

 Pulp es su última novela. Es un cambio en su literatura, escrita en 1993, un año antes de morir, nos lo encontramos con una agilidad y contundencia en la prosa que exhibe en este texto. No deja de ser una parodia y homenaje a todas las “pulp fictions” que han existido bien en la vida real o sobre el papel imaginario de alguien. La historia de un comic hecho narrativa; así pues aquí hay detective, un tal  Nick Belane, que se nos presenta como un tipo cincuentón que tiene que resolver varios casos a la vez y algunos estrambóticos.

 Desde la Señora Muerte que le encarga encontrar al escritor francés Céline, fallecido en 1961, pero que ella se empeña en que no, que aún recorre las librerías de Los Ángeles y por alguna extraña circunstancia escapó a la guadaña pasamos a un empleado de una funeraria que contrata a Belane para que se deshaga de una tal Jeannie Nitro, espectacular mujer por otra parte; hasta un señor que le demuestra con pruebas que su mujer le es infiel cuando él se marcha a trabajar.
 Como bien nos tienen acostumbrados otros autores de novela negra a sus lectores, como por ejemplo Raymond Chandler, todos los casos de un detective se acaban enredando entre sí, llevándonos en el recorrido por el humor y la literatura donde lo real y lo surreal se entremezclan.

  No son las cosas importantes lo que llevan a un hombre al manicomio, está preparado para la muerte o el asesinato, el incesto, el robo, el incendio, la inundación. No, es la serie de pequeñas tragedias lo que lleva a un hombre al manicomio… el horror de la vida en ese enjambre de trivialidades la que puede matar más deprisa que el cáncer.
 En estas líneas se encuentra parte de su discurso narrativo, su literatura no es para todos los paladares; Henry Miller por ejemplo te puede enganchar con su lenguaje " sucio", tremendamente erótico pero desde un punto de vista masculinizado, pueden ser los personajes más equitativos:Bukowski-Miller en dos Américas paralelas, pero en el primero subyace lo efímero, el desaliento más ardiente, ni siquiera salió de Los Ángeles más haya de dar conferencias, no necesitó más espacio físico, le bastó con lo que vivía en el día a día.
 Hablar de su poesía es como tomarte un wiski a las nueve de la mañana, ni empalmando con la noche anterior, es un bofetón en toda regla, nada de endecasílabos y versos que riman y que tienen belleza, voluptuosidad, armonía… Es de agradecer, para mí al menos, que cuando la vida le fue algo benévola no cambiase, Bukowski se hizo más reflexivo, pero no se domesticó, siguió buscando gemas en el lodo,  encontró y se maravilló de que de vez en cuando alguna flor se desarrollase en la basura.

 

  El Capitán Salió A Comer Y Los Marineros Tomaron El Barco fue su publicación póstuma. Charles Bukowski falleció en Los Ángeles en 1994 cuando tenía 73 años, todo un milagro hay que decirlo, y no como él quería a los 80 que es la edad idónea para redondear el círculo. El texto sale de los archivos de su editor y nos encontramos con un autor “filósofo”  que reflexiona en los últimos meses de su vida sin perder un ápice de acritud, de humor; todo pensado desde la cima de las experiencias vividas a lo largo de 7 décadas.

 Nos devora la nada , esta nave que nos transporta se encuentra en un estado lamentable, todo como decía Lampedusa, ha cambiado para seguir igual; Bukowski no se ha arredrado porque su situación financiera cambiase un poco y compartiese sus últimos años en una casa con piscina, bastantes gatos, una compañera y hasta tuviese coche metido en su garaje y que salía poco con él, para ir al hipódromo a sus carreras y apuestas, la desesperación seguía siendo la misma cada mañana cuando conseguía atarse los zapatos, ¿ y ahora qué?

 Somos delgados como el papel. Existimos a base de suerte, entre porcentajes, temporalmente. Y eso es lo mejor y lo peor, el factor temporal. Años de pobreza me han hecho precavido.
 El libro lleva la ilustración de otros de los grandes en este género, Robert Crumb.

 En el 2005 se llevó al cine la segunda película basada en su obra, Factotum dirigida por Bent Hamer con excelentes interpretaciones de Matt Dillon, Lily Taylor y Marisa Tomei, por supuesto con un Henry Chinaski caminando por trabajos efímeros, baretos inmundos y pensiones asquerosas tratando de escribir y emborrachándose. Ni que decir tiene que es excelente.



 Pasan hermosas mujeres con ardientes caderas y tibias nalgas, todo apretado y caliente rogando ser amadas y yo ni siquiera existo.


BIBLIOGRAFIA

NOVELAS


CARTERO - 1971

FACTOTUM - 1975

MUJERES - 1978

LA SENDA DEL PERDEDOR - 1982

HOLLYWOOD - 1989

PULP - 1992

EL CAPITÁN SALIÓ A COMER Y LOS MARINEROS TOMARON EL BARCO  - 1998
 


RELATOS  


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