NO SALDRÉ VIVO DE ESTE MUNDO.- Steve Earle.- 2011.-




 El autor americano Steve Earle, polifacético personaje donde los haya, es, además del escriba de este excelente texto, sobre todo músico, con una amplia discografía a sus espaldas, una docena de discos le contemplan. Pero además es un activista político, actor ocasional y autor de otros libros que no he degustado.
 Pero me basta con esta maravilla que es No Saldré Vivo De Este Mundo, de título elocuente, de personajes fronterizos enfrentados a la nada, y cuando llegan a ese callejón sin salida, encontrar lo absoluto.
 Cuatro personajes principales deambulan por las páginas del texto, como patas que sujetan la mesa. Un alcoholizado Doc Ebersole, médico para más señas, de procedencia media en la escala social americana, que lo tenía todo para estar en el redil más conservador de la sociedad, y que sin embargo fue cayendo de trabajos en hospitales a hospedarse en pensiones inmundas por diversos territorios del país. Hasta que da con sus huesos en la avenida South Presa, al sur de San Antonio, en un cuartucho que tiene alquilado en la pensión Yellow Rose, donde se gana la vida practicando abortos clandestinos y curando cuchilladas y agujeros de balas, de tipos que no pueden ir a un hospital decente, pero que ayudan a  pagar su cuota diaria de heroína, a la que lleva años enganchado.




Igual que todos los días. Día sí y día también. Sin perdón y sin libertad condicional. Hasta que se pudiera meter un chute, la cosa no mejoraba.



 En el barrio marginal, trapichea Manny Castro, su proveedor y especie de amigo, un chaval de apenas 20 años que mide 1.95 y lleva a cuestas 150 kilos de peso, pero al que todos lo conocen como Big Manny. A veces le fía a Doc sus dosis, si éste, anda escaso de recursos.
 A este dúo se unirá accidentalmente Graciela, una muchacha muy joven, inmigrante mejicana, que llevada por su ”novio” para que Doc le practique un aborto, clandestino por supuesto, pero que la deja abandonada y acaba pasando meses enteros con el defenestrado médico. Hay que comentar, que Doc Ebersole, mantiene unas largas conversiones con Hank Williams, personaje etéreo que sólo ve él. El cantante de country alecciona, sermonea, discute con el doctor como si ambos estuviesen vivos, aunque ambos van camino de convertirse en lo mismo, simples entes.



 Doc hizo que Helen-Anne siguiera hablando mientras él llevaba a cabo los preparativos de la intervención, asegurándose de mantener su instrumental fuera de la vista de ella, y que la charla versara sobre las cosas ligeras e impersonales.

 Un hecho cambiará los acontecimientos. La visita de John Kennedy y su esposa Jackie a Tejas, viene a inaugurar un Centro Médico Aeroespacial, un día antes del asesinato en Dallas. Estamos en 1963, y Doc, Manny, Graciela y otros 3 amigos acuden al aeropuerto a verles llegar. Allí, entre las alambradas, la muchacha mejicana sufre un corte en la mano derecha, en su intento de saludar a Jackie Kennedy, hecho relevante en la novela, pues pese a ser curada y vendada por Doc, aquello supura sangre, lo cual acaba convirtiéndola en una especie de santera, a todo el que toca con su mano, cambia, para bien, incluso inconscientemente ayuda al médico a ir abandonando de manera paulatina sus dosis de jaco.



Lo más seguro es que su familia fuera buena gente. Pobres, honrados y trabajadores que jamás habían progresado pero que iban tirando siempre y cuando mantuviesen la cabeza gacha y no se pusieran a pensar demasiado en lo que no tenían.



 Así transcurrían los días, y las noches, trapicheando, hasta que aparece la 4ª pata de la mesa. A los numerosos casos de abortista que atendía Doc, más alguna herida de cuchillo y bala, las insinuaciones veladas y luego cada vez más intensas de que la muchacha mejicana, Gabriela, tenía dotes de curar, hicieron acercarse por la pensión de  Yellow Rose, al joven sacerdote de origen irlandés, el padre Killen, que quiere averiguar qué hay de cierto en el asunto. Entre la fascinación que siente al ver a  Graciela, rayando en el amor físico, y la curiosidad, hará que inevitablemente se precipiten los acontecimientos.
 No pierde un ápice de intensidad la novela, la literatura exige pasión, y Steven Earle la da en dosis generosas, frente a esa nada etérea que sobrevuela sobre los personajes, cabe el absoluto. Soy de la teoría de que los malos están más cerca de la vida, que los que van de buenos.



 ¿ Los peces gordos? Venga ya, Manny, a ningún pez gordo, ni de la central ni de ningún otro lado, le importa, ni siquiera remotamente, nada de lo que pasa aquí, en este estercolero de la avenida South Presa.




 Conjugar arrepentimiento y redención, reinventarnos a nosotros mismos, si es que hay tiempo todavía, y mientras tanto Hank Williams, esquelético, borracho y yonqui, todavía conserva la voz dentro de sus deteriorados huesos.

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