DIOS TE MANDÓ AL PELOTÓN DE LOS TORPES .- Segunda Parte ( Capítulos VII a XII )


 

VII



 Se pasó el estío entre canciones, lecturas, comidas, algún derroche de vitalidad que parecía infinita al borde de la veintena. Llegaron las primeras lluvias y el cielo se fue oscureciendo, los días se iban acortando y la longevidad de la noche acariciaba los sentidos más íntimos para recogerse en sí mismo.

 El último trimestre del año sin hacerse largo, cayó un poco en el tedio. Mentalizado los últimos 24 meses a un cierto estrés, vivías tiempos convulsos, sobre todo cuando los pocos amigos que aún conservabas se fueron a sus quehaceres, la mayoría proseguían con sus estudios superiores, el resto, los que se quedaron en la ciudad centenaria con sus trabajos a cuestas, poco o nada tenían que ver con tu mundo, habitabais espacios muy diferentes, sino opuestos.

 Sin embargo mantenías una correspondencia mecanográfica con María que te ponía al día del inicio del curso. Ella empezaba a hacer prácticas en la radio, lo cual te daba envidia, en realidad al margen de escribir, tu ilusión era estar ante un micro.
 Ahora en el otoño, descendíais por la calle Javier García cacereña tú tío Alipio y tú. Ibais a la tienda de discos Harpo auténtico teatro de los sueños de aquellos que teníais a los vinilos por santo y seña de vuestra identidad. No es que tú familiar formase parte de este gremio elitista, simplemente y a pocos días de incorporarte a filas, él tenía que renovar documentos varios sobre su empresa de transportes y tú tenías que recoger el petate y algunos enseres que te daban en el cuartel, apenas en una semana te incorporabas.

 Como tenías tiempo, pasasteis por la tienda en cuestión y te regaló el Beggars Banquet de los Stones. Mientras tomabais algo en un bar cercano, mantuvisteis una conversación que te esclarecería el futuro inmediato, aunque no fuiste consciente de ello hasta unas semanas después.

-       ¿Tú que vas a poner?

-       Estudiante – respondiste.

-       Tardó unos segundos en replicarte, apuró un trago de cerveza y respondió con calma.

-       Pon lo de tú padre.

        Ahora eras tú el que tardaste en asimilar el concepto. Tú progenitor era abogado aunque ejercía de auxiliar de Juzgado. Plaza que sacó en su momento y llevaba entre otras cosas el registro de una población que era cabecera de comarca de 19 pueblos: natalicios, decesos…lo sabías bien porque durante 2 años, aquellos que cursabas 5º/6º de bachiller de letras, le acompañabas alguna tarde al Juzgado, y allí entre archivos, pasar informes a máquinas, etc.; tenías una idea de su oficio.

       Esa simple conversación te sirvió cuando de recluta colocaste en tu ficha: administrativo, y las diversas pruebas a los que os sometieron como dictados, cuentas, escribir a máquina… te llevó a pasar una mili sosegada, pues acabaste en Ingenieros, en la plana mayor de oficinista durante todo un año. Eso, te salvó la existencia.

 

 

VIII


 La noche se hizo eterna. De Madrid a Almería. Apenas alguna cabezada que se acoplaba al traqueteo del tren. Ya cuando amanecía el olor del mar impregnaba el ambiente, los débiles destellos del sol se reflejaban sobre las palmeras de secas ramblas, solitarias. Asomados algunos a las ventanas del convoy cogiendo el último aire de libertad que tendríais en semanas.

 En la estación de tren una hilera de camiones militares os esperaban. Como ganado, unos se incorporaban a la parte trasera del mismo y se acomodaba como podía. Hasta en esos pequeños detalles juega la suerte. No fue lo mismo un vehículo u otro. Según tus huesos se aposentaran, cada uno de ellos se dirigía a las 6 compañías de reclutamiento que el campamento Álvarez de Sotomayor, en Víator, tenían para la formación militar correspondiente.

 A ti te llevaron a la 5ª junto a una veintena aproximada de muchachos de parecida complexión y edad, pero muy distintas las formas de encarar el asunto que os había traído hasta aquí. Allí las tropas se dividían en 6 secciones que te parecían iguales salvo en un detalle nada menor, y que los que acabasteis en la 5ª apodada peyorativamente La Pequeña Legión, sólo tardasteis unos días en daros cuenta de que aquello no era gratuito. Siempre uno tiende a pensar que ha nacido en el culo del mundo, qué lo que te ha tocado es lo peor, que tu suerte es ínfima. ¡Bien, pues era cierto!  El tute era igual para todas las compañías, pero el matiz estaba en que a las 6 de la tarde aquello se acababa y vosotros ibais al helipuerto para otra hora de sesión de adiestramiento militar. Al parecer un teniente de los vuestros quería que su formación fuese la mejor siempre el día de la jura de bandera, no sé supo por qué razón, si es que algo había de razonable en el tema, pero así era; salvo que alguien tuviese algún servicio, una veintena de tipos se partía el cuerpo sobre el asfalto en busca de dar una imagen de bailarinas perfecta. Que lo consiguierais o no nunca lo supiste a ciencia cierta, el tema era acabar con casi 2 meses agotadores.

 Uno de este periodo de su vida puede hablar mucho o nada. El consejo que te dio tú tío Alipio sirvió. Pasaste pruebas mecanográficas (aunque la letra t se te quedaba pegada al rodillo de la máquina); ejercicios matemáticos, dictados… cómo desconocías el nivel de los demás y cuánta gente necesitaban en oficinas, aquello eran tiros al aire y de brindis al sol. Pero te esforzaste. Tú reemplazo de enero 1980 era muy deslavazado. Predominaban mecánicos, electricistas y la nada más absoluta de desempleados que ni sabían ni contestaban, simplemente les tocaba estar ahí un año largo de sus vidas.

 A lo largo de tus 14 meses sólo fuiste a casa 3 veces. La jura de bandera, en Semana Santa y 21 días en julio, no regresaste hasta que tuviste la blanca como vulgarmente se le conocía a la cartilla de licenciamiento. Y como luego aprendiste, te gustaban las flores que nacían y se desarrollaban en la basura, apareció el 2º ángel en tu vida. El entonces teniente Haro y unos meses después capitán de Ingenieros, te resguardó de males mayores. Acabaste en esa compañía, en la sección de La Plana donde iban oficinistas y mecánicos y os alojabais en Telecomunicaciones. Fue una suerte la verdad, porque disponías a partir de las 6 de la tarde de tiempo libre y del espacio que te daba la oficina para leer, escuchar música, fumar hachís y compartir el resto de tus horas con ese amigo del alma que se hace en estos lugares; Iñaki Guisasola Leizaola, con la carrera de Magisterio acabada y un postgrado, se encontraba  a sus 23/24 años haciendo la mili. Lo que tú querías evitar con esa edad. Lo tenías delante de ti, lo cual te reafirmaba en que acertaste en parar los estudios, acabar con este asunto de hacerte hombre y a otra cosa.

 Tú trabajo junto con otro chaval que llegó 3 meses antes y nunca acabaste de conectar con él, consistía en llevar los vales de gasolina de toda la compañía, remitir cuanto documento llegase a los mandos correspondientes, estadísticas varias, todo lo relacionado con el armamento, bajas y entradas de material diverso y de personas… No agobiaba, pero no te aburrías. La perfección del Capitán Haro era obsesiva, todo debía de ir limpio y con copia, perfecto, lo cual te vino bien.

 Una vez mentalizado del asunto, aquello era como un trabajo burocrático, sólo que ibas vestido de militar como otros mil más. La diferencia estaba en qué compañía estabas, que pertenecías en cuerpo y alma al ejército de tierra y ubicado en Ingenieros, lo demás ya era cuestión de cierto talento, suerte y pasar lo más desapercibido posible.   La oficina te salvó de casi todo, te daba espacio para las horas de asueto. La llave junto a la de tu taquilla formaba un apéndice de tu personalidad. Echar partidas de ajedrez dentro de la compañía, entre las camaretas, en ocasiones os jugabais una botella de vino, partidos de fútbol los sábados por la mañana, en tu caso una vez al mes bajabas a Almería a pasar el fin de semana en casa de tu amigo Paco Vivas que era de tu reemplazo pero hacia la mili de voluntario, con una familia que te acogió como uno más. No abusabas, distanciabas tus salidas. Alguna imaginaria y muy de tarde en tarde tenías que limpiar el cetme que se te asignó hasta la licenciatura cuando no había personal suficiente y te tocaba una guardia de 24 horas. Eso era todo… o mucho. Intentabas no pensar. Leías narrativa, comprabas el Vibraciones cada mes. Desayunabas y comías en el comedor, el famoso rancho,  y sólo por las tardes Iñaki y tú cenabais en una de las oficinas mientras escuchabais las incipientes ondas de FM. El asunto era pasar los días, semanas, meses…

 A partir de llevar un año en el campamento, afloraron los nervios cuando se acercaba la licenciatura militar. Ya habías visto a 3 reemplazos irse y otros tanto en llegar. Una tarde de lunes tú te dirigías al hogar del soldado en busca de tu barra de pan para merendar con Iñaki, a la altura de las gradas donde jurasteis bandera te encontraste con Losada, el furriel gallego de vuestra compañía que venía nervioso. Te comentó que un guardia civil había entrado con una tropa en el Congreso de los Diputados en plena sesión de investidura de Calvo Sotelo. Como con él si se sabía si iba o venía, lo tomaste por cierto. Aquella misma noche os acuartelaron. Era como perder la llave de casa y tendrías que esperar que alguien llegase a abrir. Se suponía que ese fin de semana os tenían que haber licenciado a los de tu reemplazo, con esto, ya veríamos…

 Ocurrió que el día 25 de febrero de 1981, el capitán Haro a eso de las cuatro y media de la tarde cuando entró en la oficina te dijo que acabases lo que estabas haciendo y que te vistieses, de paisano, claro, que os ibais ya. A las seis todo tu reemplazo iba de civil, entregaba ropa y demás utensilios al brigada de la compañía; despedidas, abrazos, alguna lágrima, buenos deseos, y todo el mundo bajaba a coger el autobús que te dejaría en la estación de tren. Tú te quedaste hasta las 8. Aquella tarde en el hangar de coches y camiones el capitán Haro estuvo una hora larga contigo dándote consejos, mientras paseabais, como padre e hijo, vaya, ante los ojos atónitos del resto de la tropa que a lo lejos y de manera discreta, os observaba. Entre otras cosas te propuso quedarte de oficinista civil en el Registro del campamento Álvarez de Sotomayor. Tú te lo pensaste, no te caía de nuevas, te lo dejó caer en varias ocasiones a lo largo del último trimestre. A eso de las ocho de la tarde tú bajabas junto a Paco Vivas, que tenía pase de pernocta, a su casa, pasarías unos días en Almería tranquilo y de paso llamaste a tu casa y a María. Deseabas ir también a Madrid, cosa que hiciste el sábado por la tarde donde te alojaste en casa de tu amiga en Arturo Soria, en unas horas tu vida había vuelto a cambiar y ahora sí que lucía el sol.

 Etapa de tú vida acabada.

 

                                                           

 IX



 Te quedaste unos días en Almería, a fin de cuentas la familia de Paco Vivas siempre te acogió bien y te recriminaba lo poco que bajaste en el año de tu milicia. Pero no querías molestar, además, ya eran bastante en esa casa, al margen del matrimonio, eran cuatro vástagos: dos varones y dos hembras y por si faltaba poco, la abuela. Total, que a ti te acomodaban en un sofá cama en el salón. Estuviste hasta el fin de semana y el sábado a mediodía emprendiste tu viaje liberador camino de Madrid. Debías de aprovechar que el billete casi te salía gratis por el convenio Ejército/Renfe. Allí te esperaba María, donde te alojarías unos días en su casa.

 Tampoco desaprovechaste el asunto, entre tus tareas estaba el matricularte de oyente de cara al último trimestre, después de Semana Santa, más que nada para ir cogiendo trote y ver hasta donde estabas de oxidado. La mañana del lunes se te hizo larga, desde Arturo Soria os desplazabais a Cuatro Caminos en metro y luego en bus hasta la Complutense. La siguiente generación ya no tendría estos problemas logísticos, el metropolitano llegaría a la misma puerta del campus.

 Entre documentos y secretarias varias, dejaste aquello resuelto. Pasaste parte de la mañana en la cafetería, cosa que no hiciste nunca en tus dos años anteriores. Parecías un marine entre la barahúnda del personal académico. María apareció con un grupo de compañeros, todos ya hacían prácticas en la radio por las tardes y noches, estaban en el último curso. A ti te dio una puntada el corazón y cierta envidia, claro que los varones con el tema de la milicia no podrían alargar mucho más el tema. Dos días más tomando el aire de la capital te trajo buenos recuerdos y una comida muy especial en casa de tus tíos de acogida. La noche antes María te llevó Al Penta que no lo conocías, sin embargo entre la humareda de pitillos y otras sustancias nocivas que conocíais muy bien, viste caras conocidas de la Universidad y variedad de pintas y de músicos.

 Instalado unas semanas en Donoso Cortés iniciaste un periodo divertido y tranquilo, sin los agobios de los exámenes finales. Visitaste Aurrera claro, pero Senén tenía previsto no renovar el contrato de alquiler que llevaba por 5 años. Él trabajaba en el Banco Zaragozano, y  nunca llegaste a entender porque se daba estos tutes noctívagos. Ya instalado de nuevo en Madrid, cuando pasaste por allí de vez en cuando, aquel otoño el Tensión cambió de nombre, dueños y clientela. Ahora era un pub enfocado al rock duro, y al lado existía otro, que siempre que pasabas por allí, estaba lleno de chonis.

 El nuevo curso te trajo instalarte por Moncloa en un piso compartido con dos chavales que acaban ese año y la hermana de uno de ellos, que empezaba. Sería un habitual, un 4º sin ascensor a lo largo de toda la década en tú vida. Tenías algunas ayudas solicitadas para textos y material escolar, unas te las concedieron y otras no. Pero todo ayudaba, sacar 5 asignaturas obligatorias en trimestres alternativos y otras cuantas optativas, te costó, sobre todo los primeros meses que estabas liberado de toda actividad extrauniversitaria; añadías a esto la logística de tener que comprar comida, tener la ropa limpia y cierto adecentamiento del piso. Cada cual tenía su espacio, su panel en la nevera y el turno correspondiente de limpieza. Hasta donde recuerdas, los apenas 9 meses, aquello funcionó.

 Hiciste nuevas amistades, María ya voló a Londres en el verano con una beca de estudios, y apenas conocías a gente de tus años anteriores, aunque el personal insistía en repetir convocatorias y alargar aquello.

 El curso siguiente te instalaste en un apartamento pequeño para ti solo en la calle Artistas, en Cuatro Caminos. Como siempre, un 4º sin ascensor. Casa y autobús, trayecto directo. A comienzos de año lo que tenías pendiente de 3º  lo finiquitaste y arreaste todo lo que estaba en tu mano por despejar el camino en junio. Tardarías unos meses más en liquidar el asunto, y entrar en la lista del paro.

 

 

X



 España se movía en una ambigüedad calculada, pero siempre tenías la sensación de precipicio y pese a todo, la percepción generalizada era que todo se podía conseguir, que la senda de la libertad que la democracia prometía podría ser llevada a cabo no sin concesiones y llena de pragmatismo. La oleada que vino con el triunfo del PSOE nos ponía en el camino de Europa, dejar de ser la cola del pelotón para al menos colocarte por el medio, sin destacar mucho pero sin llegar al farolillo rojo. Lo intentos logrados de un mundial de fútbol que logramos organizar nos colocaban en el escaparate mundial, pero a cambio había qué decidir en qué bando estabas. La economía mandaba, siempre sobre principios, toda la izquierda o parte de ella que tomó despachos y tuvo que tomar decisiones, se ató a una transición que duró demasiado, pero o era eso o de nuevo los tanques en la calle.

 Si nos integrábamos en la OTAN se entraba en el Mercado Común con plenos derechos… y deberes. Era el intercambio de cromos. Rodeado de panfletos, pasquines, himnos soliviantados de un lado y de otro, tú habías vivido todo el proceso, y hasta te había divertido y en ocasiones puntuales, las circunstancias te abdujeron, todo esto con la ensalada de huelgas en muchas ocasiones de profesores y sus reivindicaciones, que te partía el plan de estudios y los horarios; dentro de la denominada década de plomo, planes de renovación estructural económico del país con múltiples cierres de astilleros, miles de empresas que debían de irse adecuando a los compromisos y retos económicos que nos esperaban. Rara era la semana que la calle no estaba tomada por un colectivo u otro, y en medio, cada trocito de España mostrando su poder y a ser escuchada por el otro en forma de Autonomías y del retraso histórico de cada una de ellas.

 Y en medio de tanta basura acumulada, siempre había flores que nacían en las sentinas. Una mañana alguien dejó un ejemplar de La Luna de Madrid en la mesa en la que te ibas a tomar un café en la Facultad. Un tal Borja Casani la dirigía y por allí podía uno intentar escribir algo, realizar dibujos, aquello tenía un carácter coral cuyo epicentro era la calle y los diversos movimientos que la caracterizaban. Era el otoño de 1982 y el número era el O, tardaría un año más en salir el siguiente guarismo, noviembre de 1983 y con Pedro Almódovar escribiendo sus relatos de Patty Diphusa y la fotógrafa Ouka Leele, aportando varias portadas en las siguientes entregas.

 Todo te parecía entonces como una salida de cuadrigas, echar a correr en busca del viaje más rápido, cada cual con sus razones como una especie de ajuste de cuentas con el destino, salvo una minoría (que luego se descubrió con el paso de los años que no era tal), que deseaba seguir con los privilegios terrenales y divinos. Y pese a todo, sobreviste intentando no entrar de lleno en ninguna organización porque anulaba tu personalidad y la diluía en la masa más insustancial.




XI

 

 En tiempos, semejante antro había sido la sala del sótano, una discoteca con espectáculos picantes, café- teatro. Poco a poco y tras algunas reformas aquello iba camino de convertirse en la piedra filosofal de la movida madrileña, todo sucedía a finales de la década de los 70.

 Rock- Ola era un conjunto de espacios arbitrarios unidos por un laberinto de pasadizos, puertas y escaleras interminables por donde se accedía a un espacio más amplio, quizás para unas 300 personas, donde la ventilación era escasa, acogedora los primeros minutos de estar allí en el invierno y un horno en fechas primaverales.

 Todo era provisional, o esa idea es la que tuviste siempre. Desde los porteros, camareras, la propia entrada y hasta los grupos que tocaban. La añorada cabina de dis-jokey, los lavabos, los carteles anunciantes de conciertos futuros o pasados, hasta incluso poder acceder a los camerinos. La magia estaba en el aguijón de la abeja, y el rock tenía sus tiempos y era el que le tocaba vivir a Madrid.

 El último otoño que María pasó en la Universidad te invitó al concierto de Siouxsie & The Banshees, tuvo esa generosidad, y aunque venían con la formación primigenia, tampoco eran de tu cuerda, pero el espectáculo merecía la pena, tanto dentro del recinto como en los alrededores. Como ella iba con la camada de sus amigos, en un momento determinado antes de entrar al concierto, consumisteis unos bocadillos de calamares en un bar cercano, hasta que la extravagancia de Siouxsie con su pelo cardado, maquillada y con un body geométrico, hizo acto de presencia en el escenario. Parecía que jamás le hubiese dado el sol.

 La imagen del grupo era un claro reflejo no sólo de un grupo de rock, sino y lo que es más importante, de una época muy concreta y determinada, ese afterpunk de comienzos de la década con la metamorfosis de la revolución psicodélica, lo gótico y siniestro como avance, forma de diferenciarse, una vez más darle la vuelta a la tortilla y poder creer que todo podía cambiarse. Se cumplía ese viejo axioma que el rock o es excesivo o no es.

 Muchos de los grupos que tu prestabas atención y tenían en el mercado algún single, EP, veían cortada su trayectoria porque varios de sus miembros debían realizar el inoportuno deber conyugal patrio ( mili ); lo cual te dio ánimos porque tú ya lo habías hecho, aunque el precio, siempre hay uno, era tu retraso académico de 2 cursos. Fueron de las últimas veces que veías a María, que ya estaba ubicada en otro espacio, digamos en un mundo del que tu no formabas parte salvo esporádicamente, pero que tenía detalles altruistas contigo de este calibre.

 A ti lo que te gustaba realmente de tu hipotético oficio era escribir y trabajar en la radio, donde hiciste prácticas, sin descartar nunca el tema de deportes y tal vez la información política, tan imbuidos en los tiempos en los que te tocó vivir tan en 1ª persona hechos, situaciones, curiosas cuando menos. Las primeras veces que pisaste unos estudios radiofónicos fue en Radio Centro en la calle Huertas, el antiguo edificio del diario Pueblo, y aquello fue como un chute de adrenalina. Tú querías formar parte de ese mundo, y sino conseguías estar en micrófono, existe un protocolo de audición, voz, etc; sí estar en redacción, documentación. Te aplicabas aquello del punk: ¡puede hacerse! Casi toda la programación iba dirigida en AM, cuando los años pasaron FM fue tomando protagonismo.

 

XII

 

 Reuniones, planes, discusiones, alzar la mano como en el colegio para tomar la palabra, nervios y todo debía de escribirlo alguien, levantar acta de lo que se dice a modo de notario. Entre los que nos sabían expresarse, menos escribirlo y todavía peor, no entendían lo que leían, aquellas reuniones distaban mucho de las que estabas acostumbrado, pese a su fugacidad a las que asististe, que apenas ocuparon espacio en tu existencia.

 Cualquier organización política requiere de cierta estructura, sumario a desarrollar y llegar a ciertas conclusiones, pero aquello era un arroyo sin agua y las sombras de los árboles estaban lejanas, pese a ir el camino sembrado de buenas intenciones y algún que otro fantasma que jamás falta en una reunión de homínidos que pase de tres. Aquello no era distinto a lo que habías vivido en las asambleas universitarias, cansinas, agotadoras y nada eficaces. Pero a ti te hacía cierta gracia y quizás por la curiosidad y un cierto protagonismo, tomabas nota porque así te lo pidieron los compañeros. Estuviste un rato, claro, aquél camino no era ni de lejos el sendero que tenías en la cabeza un lustro antes de desaparecer de donde te criaste en busca de nuevos horizontes, pero la vida vino así en esta temporada.

 Pese a tener dos asignaturas pendientes de 4º de Ciencias de la Información, que acabaste con ellas en febrero de 1984, te instalaste en el pueblo durante el estío. Por cosas que pasan con la subida de las endorfinas, te acabaste de echar una medio novia durante la etapa estival que se confirmó pasados los meses y llegado el otoño, con el comienzo del curso para ella, Rosa, que cursaba COU.

 Como le dieron una lista de libros para leer en Literatura, curiosamente todos los tenías tú, te ofreciste a dejárselos. Y claro, también entre ellos estaba Cinco Horas Con Mario de Delibes, que se fueron convirtiendo en varias cuando las semanas transcurrieron hasta llegar a una especie de noviazgo consentido mientras tú te afiliabas a un partido de izquierdas sin más pretensión que ayudar en la medida de lo posible, pero sin agobios ni protagonismo de ningún lado y preparabas con entusiasmo y dedicación las dos asignaturas pendientes. Pero la vida es aquello que transcurre mientras tú haces otros planes que raramente va en paralelo

 Noviazgo y adscrito políticamente acabaste de edil en el Ayuntamiento en las elecciones de mayo de 1983. ¡Bueno, era un paso más…! La idea, tozuda en tu mente, era la misma, mientras tanto, como Pulgarcito, recogías las migas que podías. Entre medias seguías estudiando, estuviste dos años de taquillero en la Plaza De Santiago en las fiestas de los Sanjuanes para sacarte unas perillas y cuando el calendario dio la vuelta completa a un año, te viste con que habías acabado Periodismo, una novia que se iba a ir a Madrid a realizar Filología y tú con tu cargo de concejal de Cultura sin remuneración ninguna, pero con ciertas satisfacciones personales y algún accidente político, cosa que iba en el puesto por la exposición mediática.

 No deseabas meses perdidos en tu vida. Parecía que estabas en el mismo punto de partida de más de un lustro atrás, acumulabas una experiencia que en estos lares no funcionaba como a ti te gustaba y el medio de adaptación lo conocías demasiado bien para querer desarrollarlo en su integridad. A finales de septiembre, con una maleta y apenas unos billetes en la cartera te plantaste de nuevo en Madrid y el autobús te dejó en la Glorieta de Pirámides, donde Rosa ya te estaba esperando. Juntos fuisteis al piso de unos amigos de tu hermana que te alojaron durante unas semanas, hasta que tú encontraras trabajo. Mientras ella se quedaba en casa de unas tías cerca de la puerta de Alcalá, al lado de la embajada francesa, tú te quedaste en la calle Garcilaso, al costado de la Glorieta de Bilbao.

  Tenías algunos contactos y varias curiosidades. Te salió ir de ayudante de cámara de fotografía de un freenlance a África, allí había diversos conflictos armados constantemente. Lo pensaste, se encargaban de gestionarte el pasaporte, algún dinero, billete de avión y una vez allí te buscas la vida. Llegaste por un anuncio del periódico Ya. Cuando llegaste esa tarde había varios aspirantes, de casi todas las edades. El asunto lo certificaste enseguida, el tipo que iba a ser tu jefe era un chaval un año menor que tú que acababa de realizar las prácticas de Periodismo en junio, una especie de Tintín, la verdad, te dio muy poca credibilidad.

 Acudiste al Segundamano, revista semanal que sacaba un número en sábado dedicada a inmuebles y sobre todo trabajo. Fuiste a varios relacionados con lo que se supone te habías preparado, curiosamente te llamaban al teléfono que tenías en casa de tus conocidos para una 2ª entrevista hasta que te cogieron en una editorial como corrector de pruebas, pasar apuntes mecanografiados y realizar, sobre todo por las tardes, los muchos pedidos que se acumulaban en el almacén de colecciones de libros que vendían una tropa ingente de personal que tenían contratados por el territorio español. Normalmente estabais Eva, la secretaria, y tú gran parte de la mañana, luego aparecía un gerente y un chaval que se encargaba de llevar los pedidos a correos en una furgoneta. El trabajo estaba bien, de lunes a viernes salvo una vez al mes se iba un sábado por la mañana.

 Estaba situada la editorial en la calle Barquillo 38, la entonces denominada la rúa de la música como se la conocía por la cantidad de tiendas de sonido que existían, donde te compraste tu primer equipo estéreo. Eva se encargaba de las tareas administrativas y de las cuentas y sobre todo del teléfono. Tú pasabas albaranes, pedidos de los agentes comerciales, mucha máquina mecanográfica y con el paso de las semanas algunas risas con tu compañera, una treintañera de buen carácter y excelente físico, que te ayudó. En noviembre de 1984 cobraste tú primera nómina, casi estuviste por enmarcarla.

 Los amigos de tu hermana que vivían en el piso contigo se iban a primeros de año a otros pisos, cada cual por su lado y dejaban aquello libre. Como el mes de enero estaba pagado por la fianza que dejaron, tú tuviste un mes para buscar acomodo, el precio del alquiler no lo podías pagar tu solo, era un inmueble de cuatro habitaciones más saloncito, cocina y baño. No deseabas, a ser posible, vivir con nadie, ya tenías a Rosa para compañía íntima y paseos, pubs, cines y demás zarandajas. Te instalaste cerca de donde estabas, en la Plaza De Olavide, un apartamentito coqueto con dos ventanales a la calle, apenas un dormitorio, saloncito, baño y cocina independiente; por supuesto: un 4º sin ascensor.


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