UCA
Uca es pequeñita, fea, los dioses de los cromosomas y el germen de sus células no le fueron propicios. No es culpa suya, nadie elige dónde y de quién salir, simplemente la fecundaron y la lanzaron al más acá. Pero sus ideas y contracorrientes cerebrales no la dejaban vivir tranquila, se afanaba por lo que no existe, ni siquiera por lo que existirá y se enreda en el presente más inmediato.
Uca tiene un marido conflictivo, 3 gatas: The Ronettes, un piso amplio de alquiler donde varias ventanas dan a la avenida principal y otras a un patio de vecindad, donde se tiende la ropa, se escuchan voces, gemidos, la radio, alguna discusión, el caer de la lluvía y según días y épocas, entra la luz solar... Diremos que Uca podría ser feliz, al menos todo lo que un adulto pueda ser. Pero ella retuerce, sus células se le alteran con mucha facilidad, creyendo que es buena persona, así, sin más... se atribula en sus pesquisas, ve demonios y paranoias nada resueltas de noches con insomnio, pastillas de más o de menos, nunca acierta, y se despierta temprano para llegar siempre tarde al trabajo.
Coge el metro que tiene al lado de su portal y transita por los instestinos de la gran urbe su media hora, con trasbordo íncluido, y le da miedo si va casi sola a esas horas con poco personal, y se agobía si coge un vagón repleto y achuchada con otros congéneres, sufre, ella que es tan menudita, la estrujan. No puede ser, la vida le debe algo, ella que en el laberinto sanguíneo tiene antecedentes rusos, franceses... pero echa de menos Argentina, donde se crió, y por alguna rama que no se sabe donde, aparecen ancestros judíos de los que se siente muy... muy orgullosa. Luego ve que vive como una plebeya vulgar, moviéndose en transporte público, comiendo poco y mal y llega destrozada a su casa, donde a veces el hombre con el que casó, puede que esté o no. Hacer, lo que se dice hacer las cuestiones logísticas domésticas, pues como que no. Tampoco para eso le sirve su congénere.
Paquito Riverita, el susodicho, fue guitarrista de colorines, de aquellos que se teñía el pelo de amarillo allá en la tan traída y venida movida madrileña, que para que engañarnos, apenas dejó un par de muestras de calidad, el resto era humo efímero. Pero Uca, que entonces trabajaba en TVE de redactora de un programa de esos que sólo veían unas docenas, modeno moderno, allí conoció al Paquito, que ya utilizaba tirantes en sus camisas o camisetas, lucía tipo fino y tocaba en una banda con nombre de emperatriz. Decir que eran malos no... lo siguiente, pero ¡ay! eran modernos y eso les daba suficiente crédito para tocar en garitos de la urbe y salir en esos paquetes que las discográficas, sellos afines a las multinacionales, que se las daban de independientes hasta que comenzaron a vender y a sacar algo de dinero, pues allí estaba el grupo de Paquito Riverita, que nunca llegó a más. Por eso Uca se desespera y se ataca de los nervios cuando llega de su trabajo de teleoperadora y se lo encuentra tirado en el sofá intentando sacar unas notas de su guitarra española, o haciéndose un pitillo de picadura... a lo mejor no está, y a bajado al Día a comprar algo o está con su amigo Argimiro López, que en otra avenida conlindante a su casa, tiene una tiendecita de cartuchos para impresoras, y echan la hebra en la entrada mientras se fuman unos pitillos de picadura y recuerdan tiempos pasados, y es que la nostalgía es un sentimiento decaído.Tampoco les gusta el presente, ni a Uca ni a Paquito, ellos son una añoranza ambigüa de lo que podrían haber sido y son. Viven de lo que ella gana, siempre atareada en el insomnio permante, echando números y visitando cada día el calendario hasta que llega el viernes y ahora sí, parece que Uca es feliz. Puede hablar con los amigos, salir, aunque encuentra muy vulgar hacerlo el viernes que esta lleno de plebeyos, quizás porque le recuerdan demasiado a como ella es en la actualidad. Y ni su francés ni ruso, hablado para fardar y leer a Dostoyeski en lengua materna, le altera, pero queda tan bien. Luego viene el sábado y el domingo por la tarde se deprime porque le recuerda al incipiente lunes, y ella ¡ay!, quiere ser feliz pero existe una soga invisible entre la realidad y sus neuronas, la efectividad incipiente y la sublimidad de su pequeña alma.
Con lo de la pandemia, le destruyeron los cánones por lo que regía su existencia. Ahora sólo puede quedar con los amigos por vídeo-llamada, apenas puede reunirse, salvo el conviviente en su espacio, que es su casa, ella, que echa y mucho de menos poder transitar la felicidad unas calles más enfrente de la avenida en la que habita, pero el vil metal se lo impide. Tampoco puede ir a conciertos, ni bañarse en la piscina de unos familiares politicos que tiene en la sierra madrileña en estos tiempos pandémicos; en su cabeza existe un error, posee muchos cortacircuitos, llama a su barrio el Bronx, no es para ella, tan limpia de alma y espíritu, que además con eso de ir con bozal la iguala con el resto de mortales y no puede lucir su identidad exquisita. ¿ Y para quién...? Nadie querría estas situaciones, que ella achaca a una conspiración paranóica, y claro, como siempre, Uca piensa que la culpa es de los demás. ¿Pero quienes son los demás ? Los gobernantes, que le rigen su destino, y no lo acepta, ni cuando la recluyen en su casa para trabajar desde ahí, luego la incorporan de nuevo a su espacio habitual y se agobia, Ni dentro ni fuera. Uca, Uca.
Cuando tiene un sábado precioso, el domingo será desastroso. Así es Uca, en la montaña nerviosa de sus paranoías, excentricidades. Ella, que pide calma y relax como si fuese una hippie, ella que es una lagartija andante, le dijo el cazo a la sartén. Ella que dice que está de más en su casa, con marido, gatos y hasta un hamster en su jaulita. ¿Quién lo habrá traído? Paquito Rivera, seguro, ¡ay!; ella es que ya no da abasto con lo moderna y sublime que creía que era allá en los lejanos 80, aquella década maravillosa y colorista y no ésta, pandémica y oscura llena de obstáculos y sin futuro, según ella. Ya sabemos, el infierno son los demás, que escribió Sartre. Ahora habrá que cerciorarse de quienes son los demás y sí de verdad el averno se acerca.
¡Ay!, Uca... Uca...
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