RAYMOND CHANDLER: Actitud desconfiada y escéptica.
El mayordomo se las arregló lo mejor que pudo para guiarme sin que las húmedas hojas le golpearan la cara. Al cabo de un rato llegamos a un claro en medio de aquella selva bajo la cúpula del techo. Aquí, en un espacio de baldosas hexagonales, se hallaba extendido un viejo tapiz turco, y sobre él, una silla de ruedas en las que un anciano, visiblemente moribundo, nos miraba llegar con unos ojos negros en los que el fuego había muerto hacia mucho tiempo, aunque conservaban todavía algo de los ojos del retrato que se hallaba colgado encima de la chimenea del recibidor.
El anciano tenía dos hijas: la menor Vivian, que siempre estaba metida en líos; y Carmen Sternwood la mayor, que suele pasar las noches jugando a la ruleta en el club de Eddie Mars. Viene de familia, les gustan los juegos de azar, casarse con hombres que las abandonan, tomar parte en la carreras de caballlos de obstáculos, cosas así, eran ricos.
La mujer llevaba un traje de tweed oscuro, camisa de hombre, corbata y zapatos fuertes de sport. las medias eran transparentes, pero no las lucía demasiado. Su pelo negro brillaba dejabo de un sombrerito castaño a lo Robind Hood, debía de costar al menos 50 dólares.
No es preciso añadir que el hombre que es padre a los cincuenta y cuatro años por primera vez, merece todo lo que le cae encima.
Philip Marlowe empezó a repasar con los dedos dónde está metido. El viejo general Sternwood contrata al detective para que encuentre a Rusty Regan, que había dejado atrás a su hija Vivian para irse a vagabundear con una misteriosa rubia que estaba más o menos casada con Eddie Mars; también debía un montón de dinero. Se fue de repente, sin despedirse...
Nunca se sabe lo que puede estar cosido a la ropa de un individuo.
No habia ningún motivo para que me ocupara de todo aquello excepto la curiosidad. Pero hablando en plata, llevaba un mes sin trabajar. Hasta un encargo sin remuneración era un paso adelante.
Aquella mañana tibia de finales de marzo, delante de la peluquería, acabé encontrandome con un tipo enorme, que parecía terminó de crecer y podía incluso ir al cuarto de baño solo. Buscaba a su novia Welma, se llamaba Moose Malloy y pasó los últimos años en la cárcel, por un atraco al banco Great Bend. Todo tendrá relación, cuando poco después Lyndsay Marriott me contrata de guardaespaldas por 100 dólares. Todo debía de ser fácil, sólo era acompañarle, apenas unas horas antes de un rescate de joyas. Se entregaba una cantidad y se recuperaban las alhajas. Pero al tal Marriott lo acaban matando los mismos que se suponía debían darle el material sustraído.
La búsqueda del conocimiento lleva a la multiplicación de las preguntas.
Estamos ante una banda organizada con información privilegiada sobre las joyas y las idas y venidas de las mujeres que las llevan, piden rescates moderados y cumplen lo que prometen. Pero aquí nos encontramos con un asesinato sin pies ni cabeza que no encaja en absoluto. Pero aunque Marriott me contrató para que lo acompañara porque tenía que pagar una cantidad a unos delincuentes en un lugar elegido por ellos. Me dieron un golpe en la cabeza.Cuando recobré el conocimiento Marriott había sido asesinado.
Me hacía falta un lingotazo, un buen seguro de vida, unas vacaciones y una casa en el campo. Pero lo único que de hecho tenía era una chaqueta, un sombrero y una pistola. Lo cogí todo y salí del cuarto.
Entre medias he conocido a Annie Riordan, que estaba en el lugar del asesinato de Marriott la noche que sucedió. Las cosas suceden y como en un puzzle habrá que ir encajando las piezas. La prueba es siempre una cosa relativa. Es la acumulación de probabilidades lo que determina de inclinar la balanza. E incluso entonces es un problema de interpretación.
En cuanto a Moose Malloy, acabó encontrando a Welma, aquella pobre muchachita del arroyo que llegó a ser la esposa de un hombre rico y que los buitres con lo que se trataba, no la dejaban en paz. Ese tipo de cosas.
Tenía en los ojos vestigios de antiguos y oscuros pecados.
Todo lo que sabía era que allí habitaba una tal mistress Elisabeth Bright Murdock con su familia y que deseaba contratar un detective privado, cuidadoso y discreto, y que si utilizaba revólver, al menos lo disimulara. Era viuda, rica, y el asunto que me traía hasta aquí era la desaparición de una moneda de gran valor, el Doubloon Brasher.
Al parecer la señora Murdock sospechaba de su nuera, Linda Conquest, actualmente desaparecida y dejado apenas 8 meses después de casada, a su hijo Leslie.
Como siempre, la cosa no era tan simple. Cuando me puse a trabajar, por 25 dólares diarios más gastos, acabé contactanto con Elisha Morhingstar, numismático, pues las primeras pesquisas me llevaron a que él podría tener la moneda o cierta relación con el asunto; tras una primera entrevista acabé regresando más tarde, pero nadie contestó, ni siquiera se oía respirar, sentí un extraño frío en la nuca. Me colé en su despacho, de la lámpàra del techo caía un chorro de luz que, incidiendo en el cristal que cubría las balanzas, se deslizaba por los bordes lisos de la madera, hasta iluminar un zapato negro de goma que salía detrás de la mesa. El resto de la pìerna quedaba oculto tras la caja de caudales. Tenía la frialdad de un reptil. De la herida de la frente había manado sangre, pero el tono violáceo de la piel manifestaba a las claras que la muerte no había sido debido a ella, sino a un shock producido por el miedo que paralizó su corazón. Me dirigí por las escaleras de incendios.
Me cercioré de que un tipo me seguía. Un tal George Anson Phillips, que jugaba a detective privado. Cuando acordamos quedar en su despacho, también me lo encontré muerto. En cuestión de horas hubo 2 asesinatos y yo descubrí los cadáveres. ¡ Que menos que la policía sospechara de mí ! Así pues estoy comprometido con un crimen por haber descubierto al fiambre y comunicarlo a los agentes, y en el 2º por hallarlo y no decir nada.
Nadie en aquel momento se preocuparía de que me pegara un tiro o de que me fuese a El Paso a pasar el rato. Pero seguí en el asunto, y pudo darme cuenta que a Mere Davis, la secretaría de la señora Murdock, la chantajeaba un tal Louis Vannier por lo que ella creía que 8 años antes, había echado por la ventana de la casa al primer marido de la vieja. Tenía, o se suponía, el susodicho, unas fotos de tal acontecimiento, con lo que le pedía unos 500 dólares de vez en cuando, que se encargaba de pagar la señora Murdock. El asunto era que todo me llevó a un callejón sin salida.
Hasta que alguien se carga a Vannier y descubro en su apartamento las fotografías y los negativos de tal suceso. Quien echó por la ventana al primer marido de la señora Murdock no fue la inocente Mere Davis, sino la propia mujer .
El Doubloon Blasher acaba apareciendo, pues quien lo robó para saldar deudas era Leslie Murdock. El verdadero. Pues Vannier y otro llamado Teager tuvieron la feliz idea de hacer un molde del original con métodos del odontólogo que estaba 2 pisos más abajo del numismático Morningstar, con el fin de sacar unos miles de dólares de la falsificación.
Quizás, como luego averigué, el verdadero motivo fueron los 50.000 dólares del seguro de vida del difunto señor Murdock que evitaron la ruina de la familia y el amor incondicional de la señora hacía el pusilánime Leslie. Fría, amargada, sin escrúpulos, siempre utilizó a la inocente Mere Davis en caso de que el tal Vannier llegase demasiado lejos con lo del chantaje.
- No me gustan sus modales.
- No importa, no están venta.
Me dirigí a la compañía Gillerlain, que se dedicaban a los perfumes y quería ver a Derace Kingley, su director, porque al parecer hacía un mes que su mujer, Crystal, había desaparecido; esposa con recursos económicos propios, unos 20.000 dólares al año procedentes de una participación de una corporación familiar de arrendos de yacimientos petrolíferos en Texas.
En la pareja cada cual hacia su vida, pero Derace Kingley empezó a preocuparse por tanto tiempo sin saber de ella. Me llegué hasta una propiedad del matrimonio, una cabaña en el Pequeño Fauno, donde se extiende un lago. Allí le entregué una nota a Bill Chess del señor Kingsley, que tenía la llave de su alojamiento para echar una ojeada y ver que podía encontrar.
Mientras los dos dimos una vuelta al estanque y llegamos a un pequeño muelle que gente del cine había construido. Estábamos apoyados en la baranda y mirábamos el agua, cuando algo que parecía un brazo se movió en el fondo y salió de debajo del embarcadero sumergido. Al sacar el cuerpo, era Mildred Haviland, la esposa también desaparecida hacía tiempo de Bill Chess. ¡ O eso nos pareció a todos !
¡ Las mujeres, aún las decentes, comenten tan extraños errores con respecto a los hombres !
Vine aquí con una carta de Derace Kingsley para echar un vistazo a su propiedad. Bill Chess me sirvió de guía, comencé a hablar con él, me contó lo del abandono de su mujer y la nota que le dejó. Tenía una botella y echó sus buenos tragos. Se sentía deprimido, el licor le soltó la lengua, estaba solo y ardía en deseos de hablar.
Esto era el comienzo. Al parecer Crystal tenía un amante, Lavery, no era el único, y según el marido sospechaba de que huyeron a El Paso, donde recibió un telegrama. De eso hacía un mes. Pero cuando localicé a dicho sujeto en su casa del Pequeño Fauno, éste me negó que se fuera con ella y no sabía dónde se encontraba. No me convenció, cuando regresé poco después lo hallé en la bañera de su casa, le dispararon 5 ó 6 veces, existía mucho odio por parte de quien hizo eso. Obviamente, estaba muerto. Los cadáveres tenían un sospecho, el bruto y borrachín Bill Chess. Yo tenía otra teoría.
Fui encañonado por una rubia que apuntaba una automática sobre mi pecho. No sabía todavía que era Mildred Haviland, que la mujer del lago en realidad era Derace Kingley, pese al estado de descomposición. Tenía que poner todo en orden y demostrarlo.
La entonces soltera Muriel conoció a Bill Chess en una cervecería de la costa, por razones desconocidas se casó con él y se fue a vivir al lago Pequeño Fauno. Aquí trata con Derace Kingley y con Lavery, su amante, todo lo demás gira a su alrededor.
Tiene emociones baratas.
Philip Marlowe vivía en una casa de Yucca Avenue, en el distrito de Laurel Canyon. Estaba en una ladera en una calle sin salida, con un tramo muy grande de escalones de secuoya hasta la puerta principal y un bosquecillo de ecucaliptos al otro lado. El alquiler era modesto, pertenecía a una viuda que pasaba temporadas con su hija en Idaho.
Aquella mañana yo estaba en la terraza de The Dancers, cuando un gardacoches llevaba un Rolls-Royce Silver Wraith hasta la entrada y mantenía la portezuela abierta para que un borracho, luego supe su nombre, Terry Lennox, entrase. Su aspecto semejaba al que de cualquier muchacho de buena familia, vestido de esmoquin, arreglado. A su lado una muchacha de cabello rojo, con sonrisa distante y sobre los hombros un abrigo de visón azul. Tuve que echarles una mano para meter al tipo en el coche, pero se escurrió y acabó en el suelo. La mujer, exasperada, arrancó el Rolls- Royce, llegaba tarde a una cita.
Así fue como conocía Terry Lennox. Lo acabé llevando a mi casa y luego desapareció hasta que una semana más tarde lo encontré en la vóragine de las luces de colores de Navidad. Estaba recostado sobre la fachada de una tienda. Llevaba sucia la camisa, el cuello abierto, barba de varios días... y borracho, claro.
¿ Qué esperas de la vida ?
¿ Cobertura completa contra todos los riesgos posibles ?
Terry Lennox estaba casado con Sylvia Potter, la muchacha del cabelllo rojo, hija del multimilllonario Halan Potter. Tuve que ayudar a mi nuevo amigo a huir a El Paso, porque al parecer una noche asesinó a su mujer. La policía puso sus ojos en mí, estaba investigando un asesinato y el principal sospechoso ha desaparecido, yo tenía cierta relación con el susodicho y al parecer alguien me identificó con él. Un tipo sorprende a su mujer engañándolo y le golpea la cabeza con una estatuilla de bronce, no es original, pero funciona.
No me quejo. Es parte de mi oficio, es una profesión en que la gente viene a mí con problemas; grandes, pequeños... que no quieren llevar a la polícía. A cambio, Lennox me dejó en un bote 500 dólares. Eso me costó un puñetazo en la mandíbula y un golpe en el cuello que me dolía cada vez que tragaba, además de 3 días en la cárcel. Al parecer, Terry Lennox se había suicidado en Méjico y dejado una nota explicativa.
No hay trampa más mortal que la que se prepara uno mismo.
Soy investigador privado con licencia y llevo tiempo en este trabajo. Nací en Santa Rosa, California. No tengo padres ni hermanos. Tengo algo de lobo solitario, no estoy casado, ya no soy un jovencito aunque carezco de dinero. Estuve en la cárcel más de una vez, pero en mi oficio nunca llevo casos de divorcio. A cambio me gusta el whisky y las mujeres, el ajedrez y algunas cosas más. Los policías no me aprecian demasiado, pero con alguno me llevo bien. Si algún día acabo en un callejón oscuro, cosa que en mi oficio es habitual, nadie tendrá la sensación de que a su vida le falta el suelo de pronto. Yo no era más que un grano de arena en el desierto del olvido.
Parecía que el asunto de Terry Lennox languidecía, parecía... Hasta que una tarde un editor de Nueva York intentaba convencerme para proteger a un escritor en crisis; ¿ cómo podría hacerlo ?. Bebía demasiado, no conseguía acabar su última obra y eso ponía nerviosos a todos: al prosista, a su jefe, a su esposa, una rubia elegante, Eileen Wade... la cual nos observaba desde una mesa del bar sin que yo lo supiese hasta unos minutos después. Ella conocía Sylvia Potter, vivían en la misma zona noble de Los Ángeles. El tema era que Roger Wade llevaba varios días desaparecido y cuando eso ocurría se escondía en una clínica de rehabilitación de dudosa reputación.
Era como buscar una aguja en un pajar. Tras diversos contactos y dificultades logro dar con él. Tres días después Eileen Wade me llamó para pedirme que fuera a su casa la noche siguiente, había invitado a unos amigos a tomar unos cócteles, a Roger le gustaría verme y agradecerme de manera adecuada mis esfuerzos. ¡ Cosas de la vida ! Aquella noche conocí al doctor Loring y a su esposa Linda Potter, hermana de Sylvia.
Tuve que acudir alguna vez a casa del escritor, a éste le daban ramalazos etilícos y se ponía agresivo e incluso amenazaba con un revólver, era un peligro para él y cuanto anduviese cerca. No podía, ni quería ser la niñera de nadie, pero al parecer Eilleen siempre sabía que regresaría. Parecía una buena idea en aquel momento, cuando me volví en la habitación ella caía hacia mí, de manera que la sujeté con fuerza y sus cabellos me rozaron la cara, alzó la boca para que la besara. Luego bajó las manos, tiró de algo y se quedó desnuda.
Aquel que se cree muy vivo no engaña a nadie, sino a sí mismo.
A estas alturas yo debía de ser un estorbo y varias molestias para demasiada gente, también un enigma por lo que sabía o dejaba de hacerlo. El todopoderoso Halan Potter me llamó para intentar averiguar si era idiota o lo parecía. Me examinó como un entomólogo a un coleóptero. Nadie dijo nada. El silencio fue completo hasta que llegó el té, que se colocó sobre una bandeja de plata en una mesa china. Sabía de mi relación con Terry Lennox, del que tenía serías dudas sobre la culpabilidad del asesinato de su hija Sylvia y de que conocía a Roger Wade. Curiosa toda esta gente que vivía en el edén de Idly Valey.
Más o menos las cosas quedaron claras. Pero si las sospechas hacia mi persona eran fundadas cuando ayudé a Lennox a salir del país, peor fue después ( aparentemente ). Roger Wade se suicidó de un tiro en la cabeza en unas de sus crisis, estando el servicio de libranza aquella tarde, yo en el embarcadero de su casa y Eilleen Wade, de compras.
Todos querían que viniera a vivir aquí y que lo tuviera a raya. Cuando digo todos, me refiero al escritor, a su mujer, al editor Howard Spencer. Como seguía en serios apuros, tuve que investigar a fondo y pedir ayuda. Ahí encontré que Terry Lennox vivía en Nueva York hacía unos años con el nombre de Paul Marston, que formó parte de un comando británico en noviembre de 1942 en una de las islas noruegas, y que tiempo antes se había casado con Eilleen Victoria Sampsell (ahora señora de Wade )... y que eso explicaba muchas cosas pero demostrarlas era complicado sin herir a nadie.
Eileen Wade era una mujer perdida en sus sueños. Parte de ella estaba aquí y ahora, pero la mayoría estaba en otro sitio y en el pasado. Si alguna vez tuvo un intenso deseo sexual, el objeto no era su marido.
Siempre son las pequeñas cosas las que más duelen.
El tren avanza con destino a Vancouver y en uno de sus vagones Betty Mayfield trata de pasar desapercibida. Es una mujer hermosa, rubia, de 27 años y una expresión de preocupación, como si sus pensamientos estuviesen en otro lado.
Al poco tiempo de comenzado el viaje entra en el mismo compartimento Larry Mitchell, un vividor que le echará una mano con el revisor de aduanas, pues la mujer tiene problemas para entrar en Canadá. Ella desea pasar una semana aislada en una suite de hotel, bajo nombre falso ocultando cuidadosamente su identidad, pero las frustraciones y tragedias se repiten en su vida de forma comprimida.
Tiempo atrás fue acusada de asesinato de su marido Lee Kinsolving, que se encontraba en silla de ruedas con problemas de columna. Pese al veredicto de culpabilidad, el juez de la causa tiene bastantes dudas sobre su autoría y deja la disyuntiva de si fue un accidente o voluntad propia del sujeto. El problema es que la familia Kinsolving tiene mucho dinero e influencias y el padre del fallecido no se cree el veredicto final.
En los días y noches que Betty Mayfield está en el hotel, a parte de encontrarse con Larry Mitchell, un gigoló y vividor a costa de su mujer Margo West, que está harta de él; aparece el magnate Clak Brandon, aficionado a dar fiestas en su ático.
Ella intenta esconderse de su pasado, pero en la terraza de su habitación aparece el cadáver de Larry Mitchell y eso claro, complica las cosas de pasar desapercibida. No puede demostrar su inocencia y aparecen otros personajes, como el inspector Killaine, McKechnie el padre de Lee, el marido de Betty Mayfield, y ahora el viaje de Vancouver a Estados Unidos que ella deseaba realizar en barco, parece imposible.
A veces, el movimiento es un sustituto adecuado de la acción.
Es increíble lo que puede traerse uno cuando tiene 8 o 10 millones de dólares. La casa era muy bonita, con decorador profesional y todo lleno de muebles, candelabros, pared delantera de cristal con mariposas dentro. ¡ En fin... ! Que el tiempo había pasado y la vida y ahora estaba casado con Linda Potter, vivía en el elegante Poodle Springs y parecía que la vida me sonreía. Pero seguía siendo el sabueso Philip Marlowe de siempre, sólo que más viejo.
Como no deseaba estar muy lejos de mi mujer pero quería seguir trabajando, finalmente encontré una oficina en este lugar lustroso, en el sur de Ramon Drive, encima de una gasolinera. Aunque a Linda, claro, le pareció espantoso. Cuando sonó el teléfono ella estaba conmigo, era el primer cliente, un tal Manny Lipshultz que regentaba el Agony Club solicitaba mis servicios, al parecer un tipo le dio un talón sin fondos y quería encontrarlo, debíamos de vernos para los detalles.
La casa de Les Valentine estaba en el residencial de Poodle Springs, resultó que el tipo era un ludópata, mujeriego, mentiroso... pero estaba casado con Muffy Blackstone, esposa rica que estaba enamorada de él, que además se suponía que ganaba el sustento de fotógrafo, en su momento de desnudos de actrices o en ciernes de ello. Ella tendría treinta y tanto años, aspecto serio, el cuerpo contradecía la cara, pero tenía unos senos poderosos y orgullosas caderas, era una tentación, pero ahora no sabía donde estaba su marido.
Parecía que uno podía desaparecer en uno de sus suspiros.
Mi trabajo me daba problemas constantes con Lynda. Ella quería que no trabajase, no lo necesitábamos, yo sí. No soy gran cosa, pero algunas sé hacer, por ejemplo disparar, mantener mi palabra, trabajar en sitios estrechos y oscuros. Así que las hago. Encuentro trabajos que encajan con eso y con lo que soy. Ahora Manny Lipshultz tiene problemas, me puede pagar, no es nada ilegal ni amoral, y a ello voy. De vez en cuando, me tomo un gimlet doble.
Cuando acabo encontrando a Les Valentine descubro varias cosas. También se hace llamar Larry Víctor, firma sus fotos con las iniciales, lo descubro en un bar discutiendo con una mujer Lola Faithful; es un bastardo taimado, bígamo porque está casado con Ángel, es un jugador compulsivo que a veces no paga sus deudas, además de pornógrafo y gigoló.
Aquello se complica, cuando pasan los días Lola Faithful y Manny Lipshultz aparecen con sendos disparos en la cara, ¡ muertos !. El calibre de las balas pertenecía a un revólver pequeño, no creía que Les Valentine/Larry Víctor tuviese algo que ver, le ayudé a esconderse donde Muffy Blackstone, en el barrio idílico de Poodle Springs. Pero él desaparece, a mí me complica la vida con la polícía como sospechoso y hace que los secuaces del multimillonario padre de su esposa, me encuentren y tenga una charla con él en su mansión.
Allí explico que el tal Les debía dinero a un tipo, que encontré a su esposa, la hija suya, que me contó que estaba contratado en una producción cinematográfica para las fotos; le hablé de Lola Faithful... más o menos le puse al día guardándome algún as.
Había encontrado 2 cadáveres en la misma semana, a ambos le dispararon con revólveres de pequeño calibre en la cabeza, la policía se ciñeron conmigo. Localicé a Sondra Lee, actríz que en tiempos pasados Les Valentine había fotografiado, por ver sí sacaba algo. Su mansión era enorme, la primera vez se encontraba en el solarium, no saqué gran cosa. Semanas más tarde sin tener otra cosa que hacer me acerqué al oeste de Los Ángeles en su búsqueda, me entretuve un rato con la recepcionista rubia de largos muslos. Yo llevaba una foto desnuda de Sondra Lee cuando era un bombón, pero la actriz pese a la firma LV, no recordaba nada ni le importaba su pasado. A medida que avanzaba en el caso, retrocedía en mi matrimonio.
Volví a Los Ángeles, encontré un apartamento amueblado frente a Ivar, al norte del bulevar. Mi nueva oficina en el edificio Caluenga estaba vacía y libre, así que volví a instalarme en ella. Ahora estaba en casa, con un buen trago de whisky y miré a mi alrededor, a la habitación y muebles alquilados, me levanté y miré a la calle a través de mi ventana. estaba oscuro, veía mi reflejo en el cristal negro, rayado por la lluvia que caía. Era un tipo de 42 años bebiendo solo en el apartamento alquilado en Hollywood, mientras por encima las nubes giraban hacia el este; claro, que no perdí del todo a Linda Potter.
No conviene engañarse con Raymond Chandler, sobre todo por algunos datos biográficos. Ya era un tipo curtido en la vida cuando en realidad empieza a escribir y a conseguir que le publiquen cosas. Tiene 45 años, suficientes para saber de que va eso que llamamos vida.
Otra cuestión, y no menor, es que pese a vivir parte de una infancia muy truncada por la separación de sus padres y la adolescencia correspondiente en Inglaterra, Chandler es americano íntegro, en sus formas y explicaciones, y sus personajes se centran en el sitio neurálgico de Los Ángeles.
Alguien que combatió en la I G.M, en la División Canadiense en Francia y posteriormente en la Real Fuerza Aérea, tenía suficiente trote en su cuerpo cuando regresó hecho un chaval a California en 1919, donde primaban los trabajos bien pagados si sabías hacer algo valioso. Casi nadie se puede imaginar a dicho sujeto ejerciendo sus labores en compañías petrolíferas independientes, donde al parecer de las crónicas, no le iba nada mal hasta... que llegó el crack del 29 y su carrera acabó en el 33 del siglo pasado.
Lo que empieza a escribir lo manda a revistas pulps, relatos detectivescos en magazines como Black Mask y Dime Detective y ahí ya sale a relucir el realismo duro, sucio y una cierta mirada cínica social. En unos años acaba su primera novela: El Sueño Eterno e inventa un personaje central de su narrativa, el detective Philip Marlowe. Buena gente, escéptico, cabezón, nostálgico de otra época y costumbres, bebedor de whisky, solitario... que le llevaría con el tiempo al centro de Hollywood donde ejerció una temporada de guionista desde el 43 al 50.
Suyos son guiones gloriosos para quien esto escribe, vaya de ejemplo Perdición - 1944 film del enorme Billy Wilder; La Dalia Azul -1946. Independientemente de todo esto, varios de sus novelas fueron llevadas a la gran pantalla. Ganó dinero en esta época, hasta que los efectos de la II. G.M hicieron estragos en algunos estudios, entre ellos Universal donde Chandler obtenía buenos emolumentos.
La única excepción en narrativa es Playback - 1958 donde el intrépito y arriesgado Philip Marlowe, ni está ni se le espera. Su fallecimiento en 1959 dejó inacabada una obra maestra ( a mi juicio, sobre todo por el cinismo y la socarronería que destila ): La Historia De Poodle Springs, años más tarde Robert B. Parker la continuó y vio por fin la luz en 1989.
OBRA SELECCIONADA
ADIÓS MUÑECA.- 1940.-
LA VENTANA ALTA.- 1942
LA DAMA DEL LAGO.- 1943
EL LARGO ADIÓS.- 1953
PLAYBACK .- 1958
LA HISTORIA DE POODLE SPRINGS.- 1959
RAYMOND THORTON CHANDLER.- 23 de Julio 1888.- Chicago USA.- 26 de Marzo. La Jolla 1959 - USA.-
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