SANTIAGO LORENZO: SOPLO DE AIRE FRESCO



  
 Quien es capaz de crear un léxico anacrónico, pero excitante, tan rico en personajes perdedores que acaban por reírse de sí mismos, eso seres indefensos donde las circunstancias les sobrepasan por todos los carriles, como si fueses en un utilitario normal en un espacio central, y sin darte casi cuenta estorbas. Te adelantan no sólo por la izquierda como debe de hacerse correctamente, sino que amparados en sus volúmenes de más cilindrada, también te dejan atrás por la derecha.
 Tal vez un autor de cierto y relativo éxito en el cine, donde Santiago Lorenzo se dio a conocer, hasta el punto de crear una productora: El Lápiz De La Factoría, donde salieron cosas como Manualidades, Caracol Col Col, con un Goya, que se supone que dará cierta repercusión a tú obra, y hasta algunos filmes que por ahí andan para quien quiera echarles un vistazo, sean Mamá Es Boba, o Un Buen Día Lo Tiene Cualquiera. 
 Pero a mí el personaje en cuestión me llama la atención ( perdón por el pareado ), es su literatura, donde alcanza la máxima expresión artística, al margen de sus creaciones con la madera, de la que también es asiduo. La formación de unos seres indefensos, casi rayando en la anormalidad, que es cuestión vital en su literatura. Curiosa, muy particular, no exenta de grandes dosis de humor, ese tan surrealista que tanto nos gusta en esta porción del mundo que es España.
 Creador, como los grandes, bien sean Buñuel, Almodóvar, de espacios propios y autóctonos; o tipos que saben crear atmósferas y lugares especiales que se convierten con el tiempo en espacios que todos queremos transitar, el territorio de Mágina de Antonio Muñoz Molina o la estepa castellana de Miguel Delibes, con sus seres resignados a su destino. Bien, pues Santiago Lorenzo extrae de sus creaciones toda la teoría sobre la confluencia de energías y ambientes positivos de las orientadas operaciones que con toda naturalidad se viven en ciertos bares españoles, toda una filosofía de vida que no necesita de divanes de psicólogos.
 Santiago Lorenzo a tenor de los resultados, ha quedado claro que puede ser mucho más libre en la literatura de la que le podía suponer las muchas trabas para sacar adelante los proyectos fílmicos, eso que hemos ganado los que todavía hoy, sabemos y deseamos disfrutar de un buen texto, ese que al abrir las páginas hueles, tocas, manoseas y... cuidas.




Marzo de 1986.
A uno del Grapo le tocan 200 millones de pesetas
en la lotería primitiva.
No puede cobrar el premio 
porque no tiene DNI.


LOS MILLONES.- 2010.-
 Un tipo anónimo, un sujeto que acaba de cumplir 27 años de nada, lleva 16 meses bajando a desayunar a las 7 de la mañana al bar Coyfer. Vaso de caña con leche caliente con café, es lo que pide, y se sienta en un taburete enfrente de una baldosa rota y debajo del mostrador palpaba si había 3 piezas de chicle pegadas, porque eso indicaría acción. Si no, pasaría el resto de la jornada en un almacén, solo, cosiendo prendas que un sujeto con cierta "anormalidad" le trae cada semana en una furgoneta blanca.
 Francisco era montañero en su juventud, y se afilió al montañismo, donde conoció a su mentor, José Ramón Pérez Marina, que lo introdujo en el grupo terrorista GRAPO.
 Si hay chicles habrá instrucciones con las que Francisco sabrá dónde, cuándo y con qué fin, llevar una acción. 



 Para no haber creído nunca en la suerte, que mal que la tengo


 No es que empaticemos con el presunto terrorista de pacotilla que resulta ser Francisco, un ser pusilánime, insignificante, pobre de solemnidad, que vive en la más absoluta miseria contando las monedas que tiene y haciendo un presupuesto semanal para subsistir y esquivando a su sombra, esa que un día le lleva a un local de apuestas y echa como quien huye de sus paranoías, un boleto de la Lotería Primitiva, y resulta ser el décimo premiado, que ¡ paradojas de la vida !; jamás podrá cobrar porque él, Francisco, vive en la clandestinidad, y no posee documento identificativo alguno de su existencia.
 Santiago Lorenzo traza las coordenadas para seguir a este pobre paria en una ciudad difícil, Madrid, con sus calles, avenidas, baretos y seres que habitan en ella. Como sacado de un filme de Berlanga, retrata una sociedad, un país, una ciudad, un entorno curioso. Y esos vericuetos que tiene la vida le lleva a conocer a Primi, una chica estupenda, pero periodista, a la caza y captura del poseedor del boleto premiado. Otro ser pusilánime, como Francisco, que vive con Blas, su pareja, en un piso inclinado que excitaba sus ánimos; donde la gaseosa no mantiene la perpendicular trigonométrica dentro de la botella, las hormigas que por allí andan compartiendo vivienda con la pareja hacen más o menos esfuerzos, según hacía donde corrieran y las linfas de los mamíferos que allí habitan andan siempre en oleaje.


 Yo nunca he sido de quedar en la memoria de nadie. Soy transparente.


 Más que un Madrid colorista de la década de los 80, Santiago Lorenzo deja trazos sobre el lienzo del texto, de una ciudad en b/n, comedia negra española, de un soldado a la espera de órdenes que ejecutar, hasta que cae en la cuenta de que nada se espera de él, salvo la traición del que parece " el tonto de la furgoneta blanca". Ahí caerá en la cuenta de quien es realmente Francisco, y ese golpe que la fortuna, siempre caprichosa, le cambiará la existencia, lo que todavía no sabe, es si para bien o no.


Entre el taller y el ordenador.- Con la publicación de su 1ª novela, Santiago Lorenzo parece poner tierra de por medio, y dedicarse a aquello que parece que le hace feliz y desarrollar sus instintos más primitivos, la cuestión es que den sustento a sus células en forma de alpiste alimenticio, y nada mejor, dejado por ahora la cuestión cinematográfica, que dar forma a la madera en forma de detalles ornamentales, cosas que hace manualmente y que le entretienen.
 Entre medias, se dedica a escribir y desarrollar algo en el ordenador cuando cree que haya una historia digna de contar, y encima, si tiene la suerte de que se la publican y ya hay varias gentes, que una vez leídas las reseñas en distintos medios: sean críticas en periódicos, blogs... si es que esto sirve para algo, la compran, o mejor, les gusta la portada y lo que pone en la contraportada. Nudo y desenlace.
 Así anda Lorenzo, entre sus maderas y sus historias, que la verdad, no dejan de ser curiosas y hasta divertidas, pero con más fondo de lo que podría pensarse en una 1ª lectura. Tiene varias capas, como los utensilios que utiliza en su taller para dar forma a sus construcciones.
 Artista pretecnológico que habita en una aldea de Segovia y de vez en cuando se deja ver por Madrid, a caballo de autobús va y viene de la tranquilidad a la metrópoli, buena dicotomía para equilibrar el alma del cerebro, ese que alimenta de escritura, hasta que un buen día, primaveral, cuando las flores nacen y parece que los cuerpos toman nueva vida, energía necesaria para seguir, no se sabe a dónde ni para qué, pero el instinto de supervivencia es superior en todos nosotros, sale en mayo Los Huerfanitos, unos 2 años después de su gloriosa Los Millones.




 Fueron a la reunión a ver qué les tocaba, a ver con qué partidas entretendrían a las arañas de sus arcas hasta el día de la venta del caserón.



LOS HUERFANITOS.- 2012.-
 No le debe de ser nada desconocido los entresijos que conlleva levantar una obra de teatro a Santiago Lorenzo. Puede que esté más adaptado o familiarizado con el tema fílmico, eso de hallar dinero para un proyecto en forma de película, pero el enredo debe der ser mayor cuando un patriarca, Ausías Susmozas, regentaba un maravilloso y artificioso teatro en el centro de Madrid, El Pigalle, cerca de la Gran Vía, con un callejón que asusta: La Vírgen De Los Peligros, donde está a unos pasos del jolgorio que es La Red De San Luis.
 Pero el tipo, que es un cantamañanas vivo y después muerto, les deja una herencia envenenada a sus 3 vástagos, inútiles para la vida, sean Argimiro, Bartolomé o Críspulo, que una vez hallados en sus destinos de existencia, son requeridos para hacerse cargo de deudas, jamás de la herencia que todos deseaban e intuían iban a conseguir de su progenitor.
 Los Susmozas no podían enajenar los bienes estructurales, y los de valor espurio no los quería nadie porque la basura siempre ha sido un artículo gratuito en los vertederos. Así las cosas, Lorenzo traza unos rasgos muy españoles: tirar para adelante aunque el camino se haya acabado, se anda mirando al cielo. Y no es que el autor se disfrace de moderno, ni que trate de conjugar la comicidad con un sentimiento de almas caídas. Es lo que hay. Somos seres imperfectos que sobreviven dentro del sistema, y a diferencia del padre de las 3 criaturas, personaje de espíritu colosal que evolucionaba en 3 fases, correspondidas con 3 grupos de testigos, nadie, algunos y todos, respectivamente. Sabía desenvolverse en el teatro, como empresario, y de paso se lo aplicaba a su vida.
 Santiago Lorenzo traza un comedia trágica, divertida, agreste, torpe en sus manejos por unos seres desvalidos que reclutan para montar una obra y poder pedir una subvención estatal, todos queremos ser funcionarios, para qué engañarnos, y así aparecen desalmadas cuadrillas de octogenarios para ayudar, expertos en distintas cuestiones prácticas y desesperados aprendices de actores reclutados de un centro de rehabilitación de alcohólicos. Unos se llaman Los Guajardistas, otros La Congregación.
 Entre medias, los Susmozas, tratando de dirigir aquello y poner el telón arriba  y estrenar una obra, que también es un plagio. Ellos sí que están huerfanitos, solos en todo en un horizonte agrio, pero de picaresca actual, como unos lazarillos urbanos buscando la luz que El Pigalle les ha escamoteado desde la infancia, y cuando creían estar fuera de todo este embrollo del que huyeron en cuanto pudieron, se ven de nuevo atrapados en su tela de araña.
 Codicia, frustración y venganza se dan la mano en el trío de hermanos.
 La vida es aquello que te va sucediendo mientras estás ocupado haciendo otros planes, que decía el maestro Lennon. 



 Más llevaderos son los días con los perdones que con resquemores.


 Voyerista.- Con 2 novelas en le mercado, ambas de marcado tendencias sociales, cosas que entre risas y espanto, aboga por tipos solitarios, perdidos, sorprendidos de que les pasen cosas, que creen tan sobrenaturales, pero de una simpleza aguda, sirve para rasgar a Santiago Lorenzo esos vicios sociales, y lejos de amedrentarse y sumergirnos en llantos, tira por la sonrisa eterna, porque cuántas veces nosotros no hemos sidos cualquiera de estos seres que el autor de Portugalete retrata en sus obras.
 Si en Los Millonarios, va de un tipo solitario donde las circunstancias le sobrepasan, Los Huerfanitos, cambia el paso Lorenzo y hace una comedia coral, aquella que ya describió León Tolstoi, donde todas las familias felices son iguales, la gracia está, en la que no lo son, y ese paraíso es inalcanzable, y por lo tanto, lo son son a su manera, incluso cuando en los bolsillos sólo hay aire y el futuro más halagüeño puede ser la cárcel o el depósito de cadáveres.
 Siempre hay un momento de duda en las novelas de Santiago Lorenzo, si seguir y mandar todo a paseo. Al final, en sus textos existen una especie de finiquito final, aquel que pone a cada individuo enfrente de su realidad más áspera, pero donde encuentra unas rendijas, que como las lagartijas, puedan escabullirse y por seguir su existencia, buena o mala, según, pero continuar.
 Una especie de Happy Ending, que da un toque sutil, digamos, de esperanza




La perrita Blackie pretendía ser inmortal, y casi lo consigue.
De hecho, aún creo que puede llegar a serlo.
Y a ver quién la contradice.



LAS GANAS.-2014.-
 El argumento es muy elemental: un tipo, Benito, químico y en la treintena, tiene una compañía, es un decir, en forma de empresa que se llama Terre, allí, ha perfeccionado un producto, el mocordo, que se inyecta a la madera y ésta revive, no se deteriora con el paso del tiempo. Ahora el asunto es vender la patente para comercializar y ganar dinero. Ahí va la cuestión.
 El otro asunto que ocupa las páginas de Las Ganas, anda en las andanzas y chanzas que sufre Benito, hasta de los que cree sus compañeros de trabajo, en el laboratorio químico, un pequeño antro en Valdemoro, porque el hombre es feo, soso, no liga y no fornica ni pagando cuando alguna esporádica vez lo intentó. Eso le lleva a la desesperación y a una cierta esquizofrenia que Santiago Lorenzo describe muy bien, sus días y... noches solitarias.
 Benito Bernal no copula, no retoza, y destroza su psique convirtiéndole en un personaje anónimo y atormentado en su casa heredada de su abuela en el barrio de Los Rosales, en Madrid. Hasta que un día encuentra, vía e-mails a María, hija de Pedro Crespo, químico que trabaja con Benito en el laboratorio. Aquello parece que arranca pero no funciona, le recuerda demasiado a su hermana María Teresa, una mujer que vive, a ratos, con un tal José Luis, 2 sujetos que se desprecian profundamente pero que se acoplan como una sábana a un colchón a la mínima de cambio.



Se quisieron mucho, con el calor que emana de la lástima mutua, con el olor que brota de la compasión recíproca.


 Santiago Lorenzo introduce algún personaje para dar pimienta al asunto. Yureni es ( apreciación personal ) dominicana, desde luego es de América Latina, no hay duda. Panadera que le echa un ojo al angustiado Benito, creyendo que es un potentado empresario, hasta que después de varios revolcones ¡ por fin ! descubre su laboratorio, su destartalada casa, donde pierde hasta las lentillas. Yureni viene a confirmar que no provoca el aburrimiento quien habla mucho, sino quien no escucha nada.
 Puede que Benito salga adelante, pero los personajes que deja Santiago Lorenzo por las páginas, no quedan muy bien. La vida misma. A fin de cuentas echa un cierre curioso a la novela a modo de qué fue de cada cual. El susodicho sosainas tuvo tiempo de entender que sus problemas no eran las morfologías de su novia, sean María o Yureni, según el día; o de su hermana, sino las moliendas cerebrales que el tipo lleva encima desde la infancia y que el problema está en sus válvulas, que debe dejar salir el odio tizón.







 La perrita Blackie era feliz con muy poco.
Y con menos también.


 Náufrago en un mundo exterior.- Algo que me interesa de Santiago Lorenzo es la creación de unos espacios interiores en el individuo, aquel que se halla solo, como si te estuviese contando su vida, o parte de ella, en la barra del bar, en armonía con el espacio, entorno, barrio. Luz cálida mañanera, aquella que observas a través de los cristales que dan a la calle y como 2 voyeristas, las miradas se dirigen al asfalto en su ambición de que aquello funcione: el sistema, la vida, la economía. Mientras, 2 personas charlan, más bien una escucha, la otra parlamenta. Como dando a entender que eso de la sociabilidad en masa, está sobrevalorado. Eso sí, las nuevas tecnologías que interrumpen cualquier detalle interesante o nimio, están fuera de toda lógica en la tertulia dual.
 La creación de sus personajes son solitarios, en su búsqueda por encontrarse a sí mismos, sin saber muy bien si serán aceptados por el entorno. Tal vez porque el que es raro, desea ser invisible, camuflarse como el felino entre la maleza, urbana en este caso, y pasar desapercibido.
 Hasta ahora las 3 novelas nos sitúan a perdedores, gente sin ambiciones atrapadas en el tiempo, en las circunstancias que les sobrepasan por todas direcciones, y salen como pueden. En todas ellas, la ciudad de Madrid juega un papel importante. Dar un giro a su narrativa y alejarla del núcleo urbano está en su siguiente texto, aunque el arranque se halle en ella, en esas calles a veces conflictivas, donde una vez más, un individuo, se ve forzado a una acción que le complicará la existencia. La soledad como arma para sobrevivir. Los rasgos de humor son cuestiones normales, sin ella no podríamos aguantar eso que llamamos eufemísticamente, vida. Y con la risa por bandera nos espera el humor irónico en la soledad campestre, extrema, en tierras castellanas.



 Manuel seguirá siendo un ermitaño sin testigos que den fe de sus obras, un eremita con tantas ganas de estar solo que no admite en su ámbito ni la presencia de Dios.


LOS ASQUEROSOS.- 2018.-
 El individuo como un náufrago al que eso que entendemos mundo, vida exterior, sistema... no deja de colocar trampas, no sólo para que tropieces, sino para no alejarte mucho del sendero trazado donde una muchedumbre debe de parecer uniforme, casi de dirección única y pensamiento saludable y sobre todo, coincidente.
 La historia la cuenta un tío del protagonista, la de Manuel, aquí Santiago Lorenzo cambia de registro narrativo en función de sus otras 3 predecesoras.
 Un don nadie, un pequeño ser se busca la vida como puede en Madrid en empleos mal remunerados, pero que tiene la predisposición de asomarse a la calle y a sus pobladores con las mejores intenciones de intercambiar amistad con ellos, echarse amigos. Y hasta llega a independizarse y alquilar un chamizo en la calle de La Montera, en pleno centro de la urbe madrileña, donde hete aquí, un suceso, lamentable en su momento, en unos disturbios callejeros semejanza a los acontecidos con el 15-M, el muchacho, Manuel, al salir de su portal se encuentra atrapado por un policía antidisturbios que lo confunde con un alborotador. De resultas del forcejeo, el inquilino asustado y portador desde niño de un destornillador que lleva siempre consigo, le asesta un golpe en la garganta al oficial uniformado. Creyendo haberlo asesinado, huye despavorido por las calles y tiene el buen tino de resguardarse del frío con un paraguas que le tapa la cara, a fin de que las cámaras de seguridad instaladas en varias de las fachadas no consigan identificarle.
 Un hecho fortuito, casual, de los que Lorenzo es tan hábil a la hora de pergeñar  historias, aquí las despacha en poco más de unas 200 páginas. Sabremos por su tío de la huida de Manuel de la capital hacia tierras solitarias, esos pueblos castellanos abandonados donde había llegado forzado por las circunstancias, un medio desconocido para él y al que intentaría sobrevivir y adaptarse.


 Se había pasado la vida buscando el triunfo ( amigos, novias ), un tío que no quería triunfar.


 Santiago Lorenzo crea incertidumbre y meterá en una aldea castellana pérdida nuevos elementos perturbadores de la paz con la que Manuel parece haberse habituado. En una casa deshabitada, todas lo están, se mantendrá vivo y comenzará a edificar su existencia a base de los productos que le manda semanalmente su tío vía online a través del Lidl, productos que cultiva y el aire que respira, todo muy básico, hasta unos libros de la editorial Austral que haya por la casa.
 Así pasa Manuel la vida, en suspensión, abismado en su embobamiento deliberado, mirando absorto cómo el escaparate de sus preocupaciones permanecía vacío.
 Luego llega la mochufa, conglomerado humano uniforme y hortera, con sus marcas de raigambre de supermercado, los rasgos grabadas a fuego de tres generaciones anteriores del hispano de azada, forraje y moscas a su alrededor, que ahora habita las praderas urbanas en sus monovolumen, camisetas con mensajes contradictorios, luminosos, como neones andantes, zapatillas de deporte de marca; viciosos, horrorosos, gritones, con sus móviles como apéndices de sus personas, sus cachivaches constantes, siempre haciéndose notar.
 Alquilan la casa de al lado, donde vive el eremita Manuel, para los fines de semana, así de viernes a la tarde al ocaso del domingo, y cada vez son más, entre amigos y familiares que se avienen a pasar el rato, al aire puro del campo.


El miedo al silencio es de gente acobardada.


 Manuel tendrá que realizar una estrategia para volver a su silencio, su paz, y no sólo 4 días a la semana. No es que los mochufas sean feos o guapos, barrigones, desanconsejables, difíciles y ¡ tan horteras !; es que cuando se bajaran los calzones o las bragas en vez de sugerir promesas de caricias, parecía que se iban a poner a defecar. ¡ Algo habrá que hacer!
 Santiago Lorenzo no pierde el alegato humorístico pese al aislamiento de su personaje principal, lo utiliza para presentar el mercantilismo de nuestras vidas, ese timo político, cultural, social, intelectual al que nos vemos sometidos y aceptamos. Como los mochufas siempre van en grupos, como ñus en marcha necesitados de testigos de todas nuestras operaciones, sea vida privada, viajes, fiestas... prolongando el gregarismo fiduciario como el enviar fotos testimoniales de nuestras hazañas vía internet con las redes sociales.
 Hay más, claro, pero Lorenzo deja, como es habitual, un resumen de sus personajes, sobre todo de Manuel, al final, donde llevará un rostro templado del hombre que en vez de cumplir años, cumple con ellos.


BIBLIOGRAFIA SELECCIONADA



LOS MILLONARIOS.- 2010

LOS HUERFANITOS.-2012

LAS GANAS.- 2014

LOS ASQUEROSOS.- 2018









 Santiago Lorenzo : Portugalete ( Vizcaya ) 1964.- 



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