EXTRAÑOS EN EL PARAÍSO


1.- Primavera.-
 Cuando Nani Cospedal empezó a dejar colocadas las pegatinas en varias puertas de la urbanización, hacia una semana que las tenía en su casa previa recogida de la imprenta donde las encargó.
 Pero una parte de pereza, agotamiento tras una larga jornada de trabajo, y también, de vagancia, de esos calores que nos inundan, que calientan con sus rayos la cerámica de su terraza, serie Alhamar, recién colocados apenas unos meses atrás, y de los cuales se desprende que es una mujer cuidadosa con su entorno, delicada con el hogar y rodeada de 3 canes, uno de ellos galga, que sacan a pasear su pareja por las mañanas muy temprano y ella por las tardes.
 El asunto es que a Nani Cospedal aquello se le alargó un poco, como casi todas las cosas que esta mujer negocia en nombre de la Comunidad de vecinos, pues ella, como Presidenta, es la encargada de dirigir el tráfico doméstico, a veces ayudada, a distancia, por Ana Mazuecos, su vicepresidenta, otra mujer muy suelta, que vive sola y es economista en un despacho de la gran manzana madrileña, donde ejerce variopintas funciones y todas las mañanas,  sobre las doce, baja desde su 10ª planta con un café recién hecho, en un vaso de plástico y enciende un pitillo Marlboro, en ocasiones acompañada, en otras sola. Según. Y contempla el estallido de vida que está a su alrededor, en el Paseo de la Castellana. Son sus 15 minutos de tranquilidad, luego regresa a su despacho hasta las 15 horas, donde si todo va normal, cierra el ordenador y se dispone a comer, una ensalada o plato único, con agua mineral, y eso sí, su pitillo en la terraza correspondiente con su cafetito. Luego, según pinte la tarde.
 Pero ahora sí, los rayos solares se estrellan sobre los adoquines y las paredes de la urbanización, la primavera ha entrado como siempre en la Meseta, de golpe, sin avisar, de estar con la gabardina y ¾ ayer, a entender el cuerpo que la temperatura ha subido para quedarse y las escasas lluvias que vengan, serán eso, livianas y pasajeras, casi de agradecer ante el aluvión de calor que se desparrama sobre el asfalto.   Por eso esta tarde Nani Cospedal hace acopio de fuerzas y desciende hasta la puerta principal de la urbanización situada en la calle Alejandro Rodríguz y coloca la pegatina en el interior: Cierren La Puerta. Allí,  en un lateral superior izquierdo, bien visible. Se aleja unos pasos para tener perspectiva. No está muy conforme con el resultado. Abre la habitación que ejerce de guardamuebles comunal vecinal, una especie de portería donde se celebran las reuniones vecinales y coge una escalera, provista de la misma coloca otra pegatina en el lado superior derecho y otra al lado del pomo de abertura de la puerta, para que todo el mundo lo lea. Ya se sabe que cualquier acontecimiento que sucede en un portal de una vecindad, es noticia conocida en general, pues todo el mundo opina.
 Satisfecha, cuan guardiana de un tesoro, con escalera y todo, provista de varias llaves como antiguo sereno urbano, desciende unos escalones que le llevan a la zona de las piscinas, y coloca una pegatina en la puerta de acceso a las mismas, en los vestuarios y el cuarto de aseo. Allí, bien visibles, correctas en sus pliegues sobre la madera de las portezuelas se toma unos segundos contemplando su obra, satisfecha, casi se diría que dicharachera.
 Desciende a los garajes y en cuanta puerta hay, coloca las pegatinas, Cierren La Puerta, asegúrese de que está bien cerrado al salir. No sea de que un intruso se cuele. Allí la sorprende Tony Canal, que literalmente se choca con ella al salir del ascensor, como un alienígena aparece ante ella con casco sobre su cabeza y todo para no perder el tiempo, coloca la llave en su KTM Duke 690, acelera varias veces antes de colocar las luces de posición, y sentado a horcajadas sobre su moto, dispara el mando de la puerta de salida del garaje cuan pistolero de western. No pierde mucho el tiempo Tony Canal, estudiante de Ingeniería, no sabemos cuál ni en qué curso anda, pero apenas se despide de Nani Cospedal que un poco abrumada lo observa a escasos 2 metros del chaval. A lo mejor se tienen muy vistos, pues ambos son vecinos de puerta, habitan los áticos, junto a otros 4 vecinos.
 Como esperando resultados, Nani Cospedal aguanta a que desaparezca el ruido y el olor a monóxido que desprende la moto, y comprueba que no repara Tony Canal a ver como la puerta de salida del garaje se cierra, apenas puede pasar agachando la cabeza, culebrea hasta alcanzar la acera de la calle y mete puño hasta llegar al ceda el paso que tiene a escasos metros de la urbanización, apenas coloca un pie en el asfalto y sale cuan raudo por Alejandro Rodríguez en dirección a la Avd. Pablo Iglesias.
 Comprueba Nani Cospedal que tendrá que hacer pedagogía vecinal para que sus residentes estén atentos a sus pegatinas, pues si todos salen del garaje como Tony Canal, cualquiera puede colarse dentro de la urbanización. Algo desolada, pero todavía alegre, deja la escalera en la “portería” y llama al ascensor para dirigirse a su casa. Da por terminada la función vespertina.

  Cuando Porfirio Enríquez corta el césped de alrededor de las 2 piscinas, la de adultos y la los pequeños, éste ya se encontraba alto, así lo había dejado él, porque resiste mejor a los insectos y a un clima extremo. Si está muy corto las raíces se reblandecen y profundizan poco, así pues Porfirio Enríquez se afana en que aquello quede  curioso. Para tal menester le tiene contratado la Comunidad amén de hacer las labores de limpieza de escaleras y ascensor 2 veces a la semana: martes y viernes y de sacar 6 días los contenedores de basura, los impares los rojos y los pares con el amarillo para los diversos plásticos. Y cumple bien, Porfirio Enríquez.
 Helena Pita se dispone a acudir a su trabajo, que no es otro que llevar su ordenador portátil bajo el brazo, con el bolso colgando en su hombro izquierdo y el móvil en la mano derecha; pero antes de salir de la urbanización contempla al fondo como Porfirio Enríquez se afana con su cortadora en los bordes de la piscina de adultos. Como todas las puertas están bien abiertas con el fin de ventilar correctamente, su figura diminuta se calcula más por el ruido del artefacto que tiene en sus manos que por su persona en sí. Pero Helena Pita se le acerca casi dándole un pequeño susto.
-  Buenas… ¿para cuándo estará abierta la piscina?
-   Pues la Presidenta ya ha pedido el permiso al Ayuntamiento, a mediados de mes, supongo – contesta Porfirio Enríquez con una sonrisa de sumiso trabajador ecuatoriano.
 Helena Pita le desea buen servicio mientras camina ligera a la salida en busca del metro. No puede menos Porfirio Enríquez, desde su modestia y humildad, reflejar sus 2 ojos negros sobre el culo de la muchacha, apenas entrada en la veintena y estudiante de Económicas en su último curso, aunque ahora con esto de los masters en realidad nunca se sabe muy bien dónde se está y hacia dónde se camina. El asunto es que va al metro muy de mañana, que a mediodía estará de nuevo por la urbanización y que es una de las primeras en estar tumbada en el césped que ahora Porfirio Enríquez manosea, cuida e iguala para su perfecto desarrollo.
 Cuando acaba de las piscinas, recoge todo la maquinaria y con una escoba de cerdas amplias y duras, barre las hojas y demás material que encuentra en las aceras interiores, tales como bolsitas, algún envoltorio de chuches… más bien caído con el aire de las 2 papeleras que hay colocadas en la zona de las piscinas. Peor será en unas semanas, cuando las mismas estén llenas de gente y de niños, que aunque pocos, los suficientes para que dejen ambas papeleras llenas todos los días. Pero Porfirio Enríquez lo lleva bien, o al menos, ya instalado hace una década en la capital del reino de lo que antes era la madre patria, no se queja, comparado con lo que dejó atrás, mejor mirar para adelante y no pensar mucho en el futuro, no sea que se olvide de vivir el presente.
 Ya son pasadas las 11.00 horas cuando Porfirio Enríquez abandona la urbanización y se dirige a la calle Alejandro Rodríguez, donde una empleada de su empresa estará acabando las funciones de limpieza de la misma, de allí ambos se irán a la Ofelia Nieto para seguir con su labor y recoger los cubos de basura de la misma. Sí, porque Porfirio Enríquez se ha abierto al trabajo de autónomo y montado una pequeña, humilde pero fructífera empresa de limpieza, que le da para vivir de manera holgada. Él vende algo muy caro en estos tiempos: honradez y eficacia, y se le valora.


 Cuando Sara Da Pena introduce su Audi Q5, y observa a través del retrovisor mientras desciende por la rampa como la puerta del garaje inicia lentamente el cierre, ya lleva sobre sus espaldas varias horas de trabajo. Esta licenciada en periodismo, redactora jefe en TVE en narrativas audiovisuales y gestora y productora, sólo piensa en llegar a su casa y sentarse en la hamaca que tiene en el balcón que da a la zona de las piscinas, tomarse un vodka con naranja y encenderse un pitillo.
 Y lo hace. Sara Da Pena lleva desde la 9 de la mañana en la redacción de TVE, en la calle Sainz de Baranda, y tras un pequeño receso de una hora, a eso de las 15.00, no ha dejado de trabajar. Los comienzos de semana son terribles, así que ella sólo desea descalzarse y trasegar por su estómago unos traguitos de vodka y disfrutar de su exitosa vida. Claro que en breve aparecerán sus dos hijos, ya veinteañeros y criados y amamantados en la urbanización, pues nacieron a mediados de la década de los 90 del pasado siglo: Julio y Soledad, y poco después, cuando la tarde cae y las farolas inician su proceso de iluminar las calles, Gabriel Basagañas, su marido, que cuando sale del despacho siempre se coloca un copita con los compañeros del bufete.
 Así pues, Sara Da Pena tiene todavía una hora para ella sola. Y desde su atalaya observa lo bien cortado que está el césped, lo milimétricamente exacto que se encuentran los setos y las hojas que hay sobre las lonas protectoras de las 2 piscinas.
 Deberá de fijarse de si ya hay colocado algún anuncio en la Comunidad que diga cuándo se abren oficialmente las piscinas, ahora, mientras saborea un nuevo trago de vodka le apetecería un buen baño, pero tendrá que conformarse con ducharse en el plato de ducha de su casa antes de cenar. Que por cierto, estará en la nevera, pues Leticia Dolera, su asistenta, viene todas  las mañanas de 9 a 14 horas a hacer la casa, más bien a colocar un cierto orden doméstico y a dejar hecha la comida para los chicos, pues ni ella ni Gabriel Basagañas se acercan a su paraíso terrenal. Simplemente no les sale a cuenta comer en casa, entre lo que van y vienen se les van 2 horas, y eso que ambos no tienen que buscar aparcamiento, pues tanto Sara Da Pena como Gabriel Basagañas tienen comprado una plaza que les correspondía con la compra del piso y otra alquilada, a Taciana García, una chica muy mona y desenvuelta, que vive sola, como la mitad de la Comunidad, pero que al comprar su apartamento, no necesita por ahora la plaza de garaje, y la tiene alquilada al matrimonio Basagañas – Da Pena.
 Sol, como todos le llaman, anuncia a su madre Sara Da Pena que la semana del 15 al 21 de mayo se abrirán las piscinas, si el tiempo acompaña. Como la urbanización es pequeña en número de vecinos, no hace falta tener socorrista, pero Nani Cospedal ha colocado en el tablón de anuncios de la Comunidad, que se encuentra a la entrada del portal, donde se supone que todo el mundo pasa alguna vez a lo largo de la semana, para información general, la noticia, redactada a ordenador, a doble página. A su vez, se recuerda el uso y buenas costumbres, cuidado de los enseres y mobiliario para el mejor uso y disfrute de todos. Algo que conviene recordar anualmente.
 Sostiene Sara Da Pena el vaso de culo ancho de vodka mientras su hija Sol le comenta las nuevas noticias referentes a la Comunidad. Sólo por eso se va a colocar otro chorrito, se dirige al salón, donde tienen una especie de mini bar con mostrador y todo, taburetes altos, y en un mueble acristalado recoge la botella Eristoff y suelta un buen chorro. Ya en la cocina coloca en el líquido 3 cubitos de hielo mientras camina descalza, orgullosa se diría, a dejarse arrullar por su hamaca,  prosigue en su ensimismamiento contemplando el atardecer primaveral. Pasados unos 15 minutos, así se le encuentra Gabriel Basagañas, con el vaso en el terrazo del balcón, vacío, y dormida. No sabe si despertarla, pues la encuentra tan deliciosa que le da cierta lástima sacarla de ese mundo de musarañas y etéreo que todos tenemos dentro. Se irá al cuarto a desnudarse y colocarse un chándal, aquel que utiliza para ir a correr por las mañanas a la Dehesa De La Villa, y cuando regrese verá que hace con su mujer, Sara Da Pena, si le da un toque para despertarla o la deja mecida en el fragor de Morfeo.


 Cuando Marisa Polvino sale del ascensor con una bolsa de playa colgada de su hombro izquierdo, en dirección al césped de la urbanización, son pasadas las 12 horas. Allí, en un rincón aislado extiende su toalla y observa a través de sus gafas de sol quienes están por allí. En rápida ojeada ve sola a chicas, Sara Da Pena y su hija Sol y ahora, mientras ella ejerce de voyeur pasiva se le acerca Helena Pita que también coloca su toalla, verde con una figura de un delfín al lado de la suya, ambas, resultas tras los saludos preliminares se quedan en top les boca arriba mientras escuchan los primeros chapuzones sobre el agua de Sara Da Pena y Sol Basagañas, que muy resueltas ambas disfrutan de la soledad de tener la piscina de adultos para ellas solas.
 Marisa Polvino es odontóloga, siciliana de Catania, que llegó a España hace 3 años para cursar un masters y ya se quedó. Tardó unas semanas en entender por qué hacía tanta gracia su apellido, pero su buen carácter y un cierto entrecejo de mala leche siciliana, dejaba pocas bromas al respecto, aunque su amplia sonrisa y sus dientes blancos como la cal, despejaban que no habría una 2ª oportunidad caso de insistir. Eso no era óbice, para que la escasa correspondencia que recibía, siempre dejase una sonrisa al cartero de turno cuando depositaba algo en su buzón.
 Era el primer fin de semana que las piscinas estaban abiertas, así pues no era extraño que a lo largo de la mañana sabatina, acudieran algunos progenitores con su tropa, caso de Paco Beringola con sus 2 gemelas de 5 años, donde sus ojos se posaron en los pechos redondos y rotundos de Marisa Polvino y en los de Helena Pita, éstos más escasos y caídos a ambos laterales, pero suficientes para que Paco Beringola descuidase a sus 2 pequeñas que metidas en la piscina de los pequeños, ya discutían por el mismo espacio pese a tener suficiente sitio.
 Marisa Polvino y Helena Pita vivían en la 5ª y 4ª planta respectivamente. La urbanización constaba de 7 alturas, 2 bajos con patio propio que ocupaban Aniceto Aranda y su mujer, Crisanta, ambos conocidos como la familia Golum por el parecido físico de él con el personaje de la película de Peter Jackson El Señor De Los Anillos, basada en la novela de J. R. Tolkien.
 Luego las siguientes 6 plantas albergaban otros tantos pisos divididos en un pasillo a la salida del ascensor en 3 viviendas a izquierda y derecha. Sólo la última albergaba 4 viviendas, 2 a cada lado, eran los áticos con sus respectivas terrazas de 35 metros cada una.
 Pasada una hora, Marisa Polvino decide meterse en el agua, allí permanece largos 15 minutos y cuando regresa Helena Pita la cubre de crema protectora solar, ante la envidiosa mirada, algo lasciva, pero inocente, de Paco Beringola, que un poco cansado de su gemelas espera la llegada de su mujer, Ana Mazuecos, para meterse en el agua. Cuando ésta aparece, Marisa Polvino ya está de nuevo tumbada boca abajo en su toalla, así pues tiene que conformarse con dar unos largos a la piscina de adultos mientras la tropa de adolescentes va tomando posiciones en busca de competir, momento en el que Paco Beringola se retira discretamente hacia donde se encuentran su mujer y sus hijas.
 Antes, a eso de las 5 de la madrugada, Abel Vitón ha salido en dirección de Barco de Ávila, donde cultiva unas hermosas judías, judiones, del género Phaseolus, gordas, arriñonadas y aplanadas. Allí pasará el día Abel Vitón, pues está en plena selección de dicha leguminosa. Él siempre ha sido agricultor, y pese a tener 75 años, sigue con su huerta y pasa temporadas en su casa de campo de la localidad abulense. Compró el piso al comienzo del siglo XXI, el bajo con patio propio por aquello de que a su mujer, siempre muy fina ella, Dolores Promesas, le encantaba Madrid, y como los hijos ya criados, uno en Berlín, Juanín que es médico, y el otro, Fermín, agricultor y que siguió con la finca del padre, se quedó en el pueblo, pues decidieron darle un rumbo nuevo a su vida.
 Eso no quería decir que Abel Vitón no fuese 1 o 2 veces por semana, sobre todo ahora en primavera, a recoger sus judiones, que vendía claro, y de paso se traía unos sacos para su casa madrileña, para consumo interno, aunque Dolores Promesas a veces cogía una cacerola y le pasaba unas a su vecina de puerta, Crisanta, quizás también porque al margen de la cercanía, eran de la misma edad, los más mayores de la urbanización y los que más desentonaban con el resto de sus congéneres vecinales. Y mucho.

2.- Verano.-

 Cuando Gabriel Basagañas abre el melón y parte unas rodajas que va dejando en un plato central de la mesa del salón, pues hoy es domingo y los fines de semana comen todos juntos, observó a su hija Sol como entornaba los párpados, sumisa, y sus largas y curvadas pestañas se entrelazaron. Era evidente, para el padre, que la niña, el capullo que aún no se había abierto, estaba enamorada.
 Pero la polémica o el susto venía con Julio, Julito, un chico muy tranquilo y sereno que había tomado 2 decisiones que parecían inamovibles: este verano no les acompañaría a Galicia en agosto y se inscribió en la escuela de Espectrometría de masas, él que no había hecho amago de ir por ningún sitio en concreto, parecía tenerlo muy claro desde hace meses.
 Por eso cuando Gabriel Basagañas partía el melón y de soslayo observaba a Sol no dejaba de pensar en Julito. “Decisión tomada, decisión asumida” solía decir. El tiempo colocaría cada cosa en su sitio, así pues en una semana se encontrarían con los abuelos en Redondela y cenarían en Vigo alguna que otra noche, y quizás hasta se dejasen caer alguna mañana por la playa de Samil, y así transcurrían sus vacaciones estivales tan esperadas por todos, pero al parecer Julio, Julito, se quedaría en Madrid, atendido por Leticia Dolera que tendría la casa en orden y la nevera llena para el “chico”, que también, y para sorpresa familiar, deseaba realizar alguna excursión a la sierra madrileña con sus amigos, está en la edad de divertirse, y además tenía la piscina comunal.
  Helena Pita entra en la urbanización por la puerta principal acompañada de un chico, ella acostumbra a llevar su ordenador portátil a cuestas y el móvil en la mano derecha, risueña como es habitual, se tropieza con Aniceto Aranda “Golum”, que como siempre sucede, sólo saluda si es inevitable, el resto se lo pasa escondiéndose de sus vecinos cuando coincide en la calle, hasta el punto de cambiar de acera, recogerse al lado de una papelera o colocarse de perfil en una farola, el asunto es pasar inadvertido.
 Aniceto Aranda ya en la calle calcula la humedad del aire para evitar riesgos. Lo normal es que ya haya efectuado la compra a 1ª hora, a eso de las 9, cuando el Mercadona o “los chinos” ya han abierto. Provisto de fruta, verduras, lácteos, los sube a casa donde Crisanta los coloca en su nevera. Siendo media mañana, Aniceto Aranda se dará una vuelta por las casas de apuestas del barrio donde es asiduo a las máquinas tragaperras, luego paseará por el barrio hasta la hora de la comida, que suele ser para ellos alrededor de las 13.30.
 No suelen ir a la piscina, eventualmente alguna tarde Crisanta, con un bañador que la cubre hasta las rodillas, se colocará en el borde y chapotea un poco con los pies apenas sumergidos en el agua; de tomar el sol tampoco que es malo para su cutis ya reseco y como conversación sólo la tiene con Dolores Promesas, que jamás va a las piscinas, pues Crisanta pisa poco el césped de la urbanización.
 Helena Pita aprovecha para realizar un coito mañanero con su amigo, sabiendo que en su casa hasta eso de las 17.00 horas no aparecerán sus progenitores, ambos trabajadores de una empresa de mármoles y granitos en San Sebastián De Los Reyes. Luego, bien duchada y refrigerada, sola, se sienta en una mesa de la cocina mientras saborea una taza de café y se echa un pitillo, mientras medita en su presente activo.


 Cuando Mario Sartorius espera atravesado en la acera y presiona desde el salpicadero de su coche donde tiene el mando a distancia, cual pistolero urbano, a que la puerta de acceso al garaje se vaya abriendo poco a poco, observa por el retrovisor el bigote y la cabeza con bisoñé de Bermejo, que en medio de la calle y con el intermitente izquierdo en funcionamiento, espera paciente para ingresar por la rampa en dirección a su plaza de garaje.
 Ambos descienden con lentitud y las luces encendidas, pero Bermejo aún espera unos segundos cuando ya está en el llano del aparcamiento para asegurarse de que la puerta está totalmente cerrada, cosa que Mario Sartorius ni se molesta sabiendo que su vecino hará de vigilante correcto y sabueso.
 Aparcados ambos vehículos, se esperan en el rellano del ascensor para subir juntos. Tras unos saludos protocolarios, ambos se informan de que se irán la semana que viene de vacaciones, uno al Cabo de Gata y el otro a Extremadura, a pasar más calor éste último, pero las relaciones familiares para Bermejo son muy importantes, él, que no falla ningún agosto pese a vivir en Madrid desde hace 40 años.
 Mario Sartorius trabaja en Radio 3, donde tiene un espacio musical diario de lunes a viernes, después de muchos años de dar tumbos en varias emisoras, periódicos, gacetas; etc, consiguió ser funcionario del Estado o cobrar de él, que para el caso… El asunto es que lleva desde el año 90, justo cuando empezó a dar los primeros pagos para el ático que compró y con el que convive con Fátima de Sousa, una brasileña que lleva 5 años por España, los mismos de convivencia con el periodista.
 Bermejo es un señor maduro, mayor y serio, en apenas unos meses alcanzará la jubilación muy bien merecida. Ha sido de los pocos españoles que pudo cambiar de empleo a una edad difícil, por no decir que imposible, pasados los 50 se encontró con un ERE en su anterior trabajo, donde ejercía de administrativo, y pasados unos meses y el susto, se recicló con semejantes tareas a Carrefour, donde se encuentra ahora, en el Polígono de San Sebastián De Los Reyes. Allí entra a eso de las 10 horas, pero él siempre está 15 minutos antes, y suele salir sobre las 18 horas. Come siempre lo que Margarita, su mujer, le ha colocado la noche anterior en un táper, esa adaptación española del anglicismo tupper, que le sirve para yantar en una mesa en el comedor donde hacen un receso los empleados.
 No habrá tipos más felices que Bermejo y Margarita en toda la urbanización. Sencillos, discretos, parecen sus existencias livianas hasta el punto de ser etéreas, casi se diría que son invisibles, aunque ella baja todas las mañanas con un termo de café a eso de las 12 horas a la piscina, donde se da sus buenos chapuzones y hay días que se hace unos largos. Por las tardes nunca baja, hace mucho bochorno y además espera, como una quinceañera, a que regrese Bermejo.
 El matrimonio, porque lo son, tienen 2 hijos, varón y hembra, el uno casado y que ya les ha hecho abuelos 2 veces, la niña planea nupcias el estío siguiente y sigue viviendo con ellos, incluso se irá unas semanas al pueblo a ver al resto de familiares y amigos.
 Mario Sartorius y Fátima Da Sousa son pareja de hecho, viven maritalmente, comparten sábanas y hasta cuarto de baño, aunque su ático tiene 2 ( un aseo con plato de ducha); pero no cuenta corriente, cada cual en lo suyo es muy propio. Ella se gana la subsistencia de traductora de contratos de una empresa brasileña instalada en Madrid, muy cerca de su casa, en Cuatro Caminos, por lo cual siempre va caminando y regresa andando. El metro, desde los tiempos de Sao Paulo, donde es originaria, le tiene pánico, aunque aquí no es allí, el autobús otro tanto, sólo se monta en el coche de Mario Sartorius, manías.
 Como las que tiene Soledad Basagañas de entrar al baño con el perrito de su casa, Arsenio, en honor al entrenador que ganó la liga con el Depor, donde Gabriel Basagañas era y es acérrimo seguidor, no como su hijo Julio, del Real Madrid de 1º y 2º equipo, ahí no se pusieron de acuerdo padre e hijo para los restos.  Claro que ya puestos, el progenitor se crió al lado de Vigo, y ya ves, del Depor.El asunto es que Sol no micionaba o defecaba sin Arsenio al lado, y era de los pocos homínidos que no leía mientras ejercía funcionas tan necesarias para el organismo. Por lo demás, Sol estaba deseando largarse a la playa, aunque con aguas frías en el Atlántico, ella disfrutaba más que en la piscina comunal, demasiados templadas según su opinión de efeba.



 Cuando Paco Beringola baja con su gemelas a la piscina comunal, lleno de cachivaches de las niñas: flotadores, cubitos para la tierra, palas, gafas de submarinista… pierde la vista por el césped y los setos que cubren con su altura la intimidad vecinal, pero ya no ve a Marisa Polvino tendida al sol y en top les. La siciliana hace unos días que cogió vacaciones y ya se encuentra en Catania, donde estará el resto del mes.
 De eso se entera Paco Beringola hablando con Taciana García y Leticia Dolera, ésta última, acabadas las tareas domésticas en casa de los Basagañas – Da Pena, sólo atiende a Julio, que en un ratito aparecerá por la piscina de adultos con algún amigo a echarse unos chapuzones y a disfrutar de su total libertad en su piso familiar durante lo que queda de agosto, que es mucho todavía. La única fémina interesante, según él claro, es Ana Mazuecos, que en bañador, está sentada en su hamaca absorta en la lectura de una novela.
 Aquella noche mientras Mario Sartorius observa con precaución el telediario y presta su atención a la cuestión meteorológica, le sacan de dudas, y pese a la ola de calor que invade media península aparecen unas isobaras por la cornisa cantábrica que dejarán unas lluvias estivales en unas horas.
 El fin de semana Mario Sartorius y Fátima Da Sousa viajarán 10 días al Cabo De Gata (Almería), y la idea, previa reserva desde hace meses, es pasar la mitad del tiempo en las playas de Los Escullos y La Isleta Del Moro. Luego según anden las cosas, recorrerán otros lugares como Las Negras, Cala De San Pedro y se acercarán al Faro Roldán. Mario Sartorius se relame como un felino, ya disfruta mentalmente pensando en las fotografías de los hermosos paisajes, sobre todo amaneceres y atardeceres que dicho rincón peninsular esconde.
 Fátima Da Sousa ha visto en internet unas hermosas jarapas que venden en Níjar, y está empeñada en comprar algunas para la habitación grande. Habrá que visitar Mojácar, aunque en esta época del año, sin reserva, se arriesgan a no tener acomodo o a alguna clavada que no están dispuestos. La idea pasados esos días es llegar a Almería y hacerse la subida a Madrid en un día de diario, pues Fátima Da Sousa empleará el resto de sus vacaciones para ir a Sao Paulo, apenas esté 2 noches en la capital del reino, la quincena de septiembre establecerá su existencia en tierras brasileñas.

 Cuando Nani Cospedal está cortando unos tomates, su pareja Claudio Gaeta busca la botella de vinagre y de aceite de oliva con la que aliñar la ensalada, una de las últimas de la temporada, pues ya refresca por las noches, si lo sabrá él que acaba de regresar con los perros del paseo vespertino.
 Pero suena el timbre de su 3º C. ¿Quién será? No es tarde todavía, de hecho acaban de conectar la pequeña televisión que a modo de batiscafo la tienen situada encima de una tarima en un lateral de la cocina. Dan las 21 horas y empieza la sintonía del telediario de la 1. Suena el timbre. Se miran. Va a abrir Claudio Gaeta mientras Nani Cospedal llama a los perros para que se queden en el pasillo quietos, termina de cortar los tomates, la lechuga, echa 2 latitas de atún, aceitunas negras y aliña la ensalada en un recipiente metálico para la ocasión. Cuando ha acabado se dispone a sentarse en la silla, revolver con dos tenedores de madera la ensalada y a degustarla junto a su compañero, pero al parecer existe algún inconveniente en “el paraíso”, pues Claudio Gaeta le informa de que Pepe Molines, el fontanero que habita con su mujer Imperio Esteban y sus 2 vástagos en el 1º A, se ha quedado atascado en el garaje, que la puerta no sube ni baja, y eso es un problema grave, superior si es de noche, más si es viernes, si son pasadas las 21 horas y encima sólo hay una salida y entrada con coche por la misma calle, no 2 como en algunas urbanizaciones.
 Rápidamente Nani Cospedal busca en su móvil de Smartphone Huawei P8 2017, última generación, el teléfono de la Administradora, Susana, que le facilitará el de la empresa de mantenimiento de la puerta del garaje.
 Pasará una media hora hasta que un operario de fe de su existencia, compruebe dónde está el fallo y pueda repararlo. A todo esto, la noche se ha echado encima, ya hace fresco cuando se acerca la solución a las 22 horas. Varios vecinos permanecen con sus móviles rodeando a Nani Cospedal, como luciérnagas semejantes a unos insectos coleópteros y la Presidenta comunal fuese la reina madre.
 Solventado el problema asciende a su vivienda Nani Cospedal y los demás vecinos se distribuyen entre regresar a sus coches para entrar en el garaje, penetrar en el mismo para salir o dejarse caer definitivamente en sus aposentos. Claudio Gaeta espera paciente a que Nani Cospedal aparezca y empiecen con las hortalizas, que dispuestas desde hace una hora se encuentran en la nevera. Cuando regresa, coloca 2 vasos, tenedores, una botella de agua, servilletas de papel y la ensalada ¡ya por fin! encima de la mesa de la cocina. Yantan, felices.
 Pero a la mañana siguiente alguien ha colocado un cartel a la salida de la puerta de la urbanización. Hecho de manera tosca pero efectiva, se queja, y mucho, de que la misma da un fuerte golpe al cerrarse, molesta pues, y a quien tenga que poner solución que se aplique la solución. Como suele ocurrir en estos casos, nadie firma la misma, permaneciendo en el anonimato, aunque las conjeturas se centran en 2 viviendas, por proximidad de los hechos y por los seres que habitan en la urbanización, o Aniceto Aranda o Abel Vitón, tienen todas las papeletas para ser los autores de la situación. A ellas se les descarta. Como es sábado, el martes Porfirio Enríquez se encargará de engrasar con el 3 en 1 la puerta para que no haga ruido al cerrarse.


3.- Otoño.-

  Cuando Imperio Esteban lleva de la mano a sus 2 vástagos, macho de la mano derecha y 10 años, hembra de 8 a la izquierda, ella ya lleva levantada una hora y media larga preparando desayunos, incluido el de Pepe Molines, su marido, el fontanero cuarentón, calvo y con incipiente barriguita. Nada que ver con ella, que siempre va hecha un pincel: maquillada, pintada y sombreada en los ojos, con una trenza de caballo recogiendo su larga melena que le cae por debajo de los hombros y con una gorra de los New York Knicks, unos tejanos ajustados que le hacen realzar un culo que parece un pan recién hecho, porque Imperio Esteban está de muy buen ver, y eso lo sabe Pepe Molines que apenas salió del instituto ya la esperaba con la furgoneta que entonces se gastaba para recogerla.
 Al salir a la calle Alejandro Rodríguez donde se encuentra la urbanización ya va regañando a los hijos, el niño porque le prometió que este año él iría solo al colegio, que ya empieza a ser grande, pero su madre le insiste que su hermana no, y ahí empiezan los problemas, hasta el punto de que a la altura de doblar la calle Numancia y dejar a su izquierda la Glorieta de Rocío Dúrcal, Imperio Esteban le sacude un coscorrón al muchacho para que se calle de una vez, que ya verán más adelante como van las cosas. Claro que la mujer no le razona así al niño, pero éste lo entiende en esa dirección. Lo que de verdad le gusta a Imperio Esteban es charlar un rato con las demás madres a las puertas de Los Salesianos, en la acera de Francos Rodríguez o en el patio, todas mantenidas, unas mejor y otras más escasas, las demás aparcan sus coches en el carril bus a sus pequeños y escopetadas se largan a sus trabajos. Por las tardes hay mayoría de hombres – padres a la recogida de sus retoños, lo cual todavía le gusta más a Imperio Esteban que hace gala de su coquetería y de sus 42 espléndidas primaveras. Claro que es mejor que no hable mucho, callada está hermosa y deja algo a la imaginación, el asunto es que cuando abre la boca, entre lo poco leída e instruida, la cabeza llena de la vida ajena de los famosos que observa atónita a través de su televisor Samsung de 40 pulgadas, sus conversación es vulgar; porque en la urbanización han sido de los últimos en llegar, apenas 3 años que compraron el piso y amistad, pues no ha hecho con nadie. Ni las que se acercan en edad, sean Taciana García, Sara Da Pena, Ana Mazuecos… unas porque no tienen niños o ya hijos adolescentes y se creen de otro nivel. Y ellos igual, eso sí, se siente observada, y Paco Beringola le mira con buenos ojos y Mario Sartorius le suelta piropos alabándola lo guapa que está, pero nada más, pues al vivir en el 1º el ascensor da para poco, si acaso en el portal y en el pasillo correspondiente.
 El asunto es que ahora los niños sólo tienen clase por las mañanas, pero eso no evita que Porfirio Enríquez ya recoja las primeras hojas otoñales que caen de los árboles, limpie y acondicione el portal con más esmero pues estos primeros días son de mucho ajetreo para él y para la empleada que tiene en su empresa de limpiezas de Comunidades. Cierra con llave el almacén donde guardan los cubos de basura y hasta las 19 horas no los sacará, hoy sólo 2, pues es impar.
 Eso no impide que cuando Imperio Esteban llegue a su casa, y por fin sola, que para eso se ha limpiado las habitaciones, barrido y pasado el aspirador junto con la preparación de los desayunos, fregará mañana que es sábado, nada más entrar llegue a la cocina y se desnude, solo con la bragas Victoria puestas se prepara un combinado de ron con naranja y lo deposite en la encimera de la cocina, de allí se va al cuarto de baño que tienen en su habitación marital y se pegue un buen duchazo, se desmaquille y se desenrede el cabello, y fresca y lozana, con un pequeño albornoz se siente en el sofá del salón a ver qué es de la vida de los demás. Enciende su televisor y degusta, de a poquitos su ron con naranja, echa un vistazo a su móvil y absorta pasará una horita muy tranquila, sola rota por la llamada al portero automático de un repartidor de publicidad, que Imperio Esteban siempre les abre, ¡pobres!, pese a tener una papelera metálica instalada a la entrada de la urbanización para tales menesteres. Pero es que ella es muy proletaria, y desde que está casada con Pepe Molines vota al Soe, porque el programa de autónomos, según su marido, es el mejor. Otra cuestión de que llevan unas temporadas que no ganan, y eso le mosquea a su media costilla, que sostiene que irían mejor las cosas para gentes como ellos. 

 Cuando Mario Sartorius se va a dormir, deben de ser pasadas las 2 de la madrugada, se quedó en el cuarto de música con los cascos puestos escuchando a Pink Floyd : The Division Bell – 1994, disco doble de sonido ampuloso, propio de la banda y último álbum, a juicio suyo, claro, digno de llevar el anagrama de los británicos, nada que ver con lo obras maestras de los 70.
 El asunto es que tenía sueño y los últimos minutos eran etéreos entre el sonido que le entraba en sus oídos y la ensoñación que poco a poco le iba llegando. Estaba solo, Fátima Da Sousa se encontraba, o suponía, en la embajada de Brasil en la calle Fernando El  Santo, donde tenía una amiga, una hermosa muchacha arquitecta, María Moura, que se hospedaba allí desde hacía 2 años, pues se encontraba completando un master en edificación en España.
 De vez en cuando quedaban, pese a la diferencia de edad entre una y otra, sus familias respectivas se conocían de Sao Paulo, y María Moura podía quedarse en semejante sitio porque su padre era de la carrera diplomática. El asunto es  que Mario Sartorius no la esperaba, sabía que luego irían a bailar y llegaría de madrigada, de hecho cuando llegó él no se enteró, pero a eso de las 11 de la mañana ya le estaba metiendo prisa para salir a caminar, tenían previsto un tour fotográfico por el Madrid de los Austrias, pese a todo hasta poco después de las 12 no saldrían, y de hecho él se marchó a la cafetería La Dehesa, cerca de su casa, saboreando un Martini rojo con aceituna, mientras ella se arreglaba en su vestidor y daba los últimos retoques a su cara y cabello en el cuarto de baño.
 El televisor de la cafetería estaba colocado sobre una pared, y el artefacto de dimensiones épicas, daba el partido matinal que ofrecía Bein Sports, Mario Sartorius miró de soslayo en un par de ocasiones hacia la pantalla y a sus vecinos, que unas mesas más alejados de donde él se hallaba, miraban con interés el encuentro.
 Enric Armengol y Margarita Callé disfrutaban de unos cafés hasta que el Español marcó un gol y ambos aplaudieron, su alegría era semejante a la de las focas cuando descubren sardinas. El partido entre pericos y babazorros iba bien para los catalanes.
 Enric Armengol y Margarita Callé eran vecinos de puerta de Mario Sartorius y Fátima de Sousa, en los áticos que compartían con otros 2 vecinos: Luca Derebeigoux, trabajador de la embajada francesa y Mónica Marceau, una scort espectacular.
 Enric Armengol trabajaba en el Ministerio del Interior, abogado, compró el ático a comienzos del siglo XXI y se instaló en las alturas del edificio. Tienen 2 hijos varones en Cataluña que a veces vienen a ver a su padres. Éstos en ocasiones cogen el puente aéreo, Mario Sartorius sabe algunas cosas, como la familia Armengol – Callé de él, por la terraza, que aunque con una separación de 1´80 por los cáñamos, otras tenían celosías, si la conversación era alta y otro escuchaba, se entendía. En cualquier cosa, el asunto voyeur en el edificio era más bien escaso.
 Sonríe Mario Sartorius al ver que después de varios años de vecindad de puerta, él, un culé declarado, tenía a un “periquito” pegado a su vivienda y en Madrid. Como Fátima de Sousa no llegaba, encendió un purito y saludó en la distancia a Enric Armengol y Margarita Callé, que felices celebraban el 2º gol del Español.
 Mónica Marceau llegaba hablando por la acera con Fátima de Sousa, ambas muy atentas a lo que decía la una y la otra. Sin pararse a pensar mucho, ambas se sentaron en la mesa con Mario Sartorius previo el ·" buenos días” educado. Era raro ver a Mónica Marceau a esta hora, ella era una mujer cuarentona que diversificaba sus asuntos financieros en varias bandas, y de hecho trabajaba desde casa con el ordenador y un móvil mientras un bróker le movía dinero en bolsa. Dueña de varios apartamentos en la capital, de los que tenía alquilados todos, sólo vivía en el ático de la 7ª planta, puede que al ser domingo se tomase un receso, de todas maneras su vida discreta y de puertas para adentro, dejaban poco lugar a las dudas e incertidumbres de a qué dedicaba su tiempo libre.
 Consumido el Martini, el puro y las 2 cervezas de las mujeres, Mario Sartorius y Fátima De Sousa caminan por la calle Bravo Murillo en dirección a Callao, 4 kms de nada, pero es que a la brasileña le gusta mucho andar. La idea, cuando sean las 15 horas aproximadamente, es tomarse un excelente cocido en la calle La Bola, de esos hechos a fuego lento, con leña y de puchero. 


 Cuando Taciana García llega al portal, deja en el suelo la carpeta de diseñadora mientras rebusca en su bolso las llaves. Entra y da la luz del rellano, dirigiéndose al ascensor pulsa el botoncito de llamada pues el mismo se haya en la 3ª planta. Cuando llega y las puertas se abren, la muchacha da un respingo pues Arsenio sale corriendo suelto y sin correa en dirección a la calle, al encontrarse todo cerrado regresa por el camino de vuelta y araña la puerta que da acceso a las piscinas, que está cerrada. Taciana García, la diseñadora de artes gráficas no sabe qué hacer, ella no distingue un chucho de otro y no cae quien es el dueño del mismo.

 Pasados unos segundos decide subir a su piso, momento que Sol Basagañas baja por las escaleras a grandes zancadas y cogiéndose de la balaustrada, llamando a Arsenio, el cual se había escapado. No le gusta que le coloquen la correa en el cuello, paso necesario para salir a la calle, y siempre tienen el mismo problema desde que era cachorro. Todos los miembros de la familia se echan la culpa de lo mal educado que está el animal, y jamás se han puesto de acuerdo en su desorden callejero.
 No muy contenta con su actitud, Taciana García espera unos segundos con la llave puesta en la puerta de su casa hasta que se cerciora de que Arsenio ha sido rescatodo por uno de sus dueños, en este caso la adolescente.
 Antes de prepararse la cena, Taciana García aprovechará casi 2 horas de labor en el ordenador. Trabajo que quiere limar en su despacho para tener las ideas claras cuando mañana a 1ª hora, deba de exponer ante sus socios las nuevas líneas de acción otoñal y de cara al invierno.
 Ella es muy trabajadora y concienzuda, esa meticulosidad ya metida en la treintena le ha hecho dejar parejas o futuribles, por no entender que necesita su espacio, tiempo y dedicación. En cualquier caso tiene muy claro que el precio que paga por esa soledad, bien entendida, es su total libertad; asentada en una buena base económica, tan importante como el respirar, lo demás, sostiene Taciana García, son brindis al sol en un día nublado.
 La sorpresa se la lleva Marisa Polvino cuando recostada en el sofá de su casa, encendida la televisión y con el mando a distancia, ya tiene escogida la película que va a ver en unos minutos, para eso se dirige a la cocina y ¡oh sorpresa!, apenas tiene algo para la cena. Y mira que ya lleva 1 hora en su casa, pero el Día y Mercadona ya han cerrado, sólo le quedan los socorridos chinos. o pedir algo a domicilio, recurso último de vagancia. Piensa, se arreglará con lo que pille en la nevera.
 Mañana, en el hueco que le queda de mediodía en la clínica, sin falta, tiene que hacer acopio de víveres, donde a veces su madre, con el móvil en la mano y el Skype de videoconferencia, le hace ir a la nevera para que le enseñe qué tiene allí, y es que las madres sicilianas son mucho mammas. Duda unos momentos Marisa Polvino si bajar o no, todavía está vestida, pero la pereza última le invade. Sobrevirá a mañana.



 Cuando Dolores Promesas sale de El Corte Inglés de Castellana, se dirige con pasos firmes a la parada de taxis para que la lleve a su casa. Definitivamente hace frío, en cuanto las farolas y las luces de neón se encienden, el sol se esconde y la corriente de aire campa a sus anchas por las amplias avenidas.
 Con una gran bolsa de los grandes almacenes donde Dolores Promesas lleva un hermoso abrigo beis para ella, siendo consciente de que quizás, y sin él, será el último que compre, ¿qué se puede esperar con 76 años?, también lleva una bolsita pequeña con una docena de calzoncillos y tres pares de calcetines para Abel Vitón.
 Cómodamente instalada en el asiento trasero derecho en el taxi, se dirige Raimundo Fernández Villaverde arriba mientras por la ventanilla del vehículo observa el trajín de gentes a esta hora vespertina. Calles llenas de homínidos, perros, coches, bicicletas, luces, ruidos, colorines… está deseando estar en su casa y observarse a conciencia en el espejo de su habitación. Espera no tener que hacer nada con el abrigo, ni recoger ni quitar, le queda perfecto señora, como le dijo el dependiente, ¡por cierto muy amable! Si es que da gusto comprar aquí, te tratan exquisitamente y te hacen sentir única por un rato.
 Pili Canal viene de su largo paseo vespertino. Simplemente ha andado por el barrio sin más. Esta funcionaria de la Comunidad de Madrid que trabaja en la calle Maudes, es la madre de Tony Canal, está soltera y así sigue por elección propia, pues el único amar duradero en su alma es Antonio, padre del muchacho pero que nunca llegaron a concretar proyecto común. Va pensando Pilar que cosas tiene la vida, su chico, al que le había dado todo, dentro de sus posibilidades, había acabado Ingeniería de Caminos, pero viendo como andaba el panorama y no deseando que el chico marchase a Alemania, ahora tan de moda, a buscarse la vida, llevaba desde finales del verano preparándose en la academia MasterD para Policía Municipal, luego ya vería cómo transcurría la mano de la vida.
 Luca Derebeigoux ha salido de la embajada francesa, justo al lado de la Puerta de Alcalá donde se encuentra. Ha decidido que de hoy no pasa, luego, en un par de semanas todo está lleno. Se dirige caminando a paso ligero, pero sin atropellos a la calle Claudio Coello, donde desea hacer acopio de diversos complementos y algún pantalón. Porque Luca Derebeigoux se hace la ropa a medida, incluyendo el corte de trajes. Y nada mejor que la tienda de la que es asiduo desde al poco de llegar a Madrid, Félix Ramiro, así pues cuando entra rápidamente el maestro artesano le sale, con metro rodeando el cuello, amplia sonrisa y mano extendida, al francés. Tras una conversación insustancial, en unos segundos Luca Derebeigoux está probándose unos pantalones, varias camisas y escoge un par de cinturones a juego con sus nuevas prendas, una pajarita, 2 corbatas y le regalan un pin de la casa.
 Curiosamente, al salir para buscar taxi Luca Derebeigoux y dirigirse a su casa, con las bolsas acumuladas y previo pago con tarjeta, faltaría más, se encuentra con Yelena Samarina, una mujer que trabaja en el Museo Arqueológico Nacional sita en calle Serrano, donde ella, como arqueóloga, da buena cuenta de los tesoros que administran a la vista del público y los que no.
 Siempre se han hecho gracia Luca Derebeigoux y Yelena Samarina, y tras quedar pospuesto el taxi, entran en un restaurante lujoso a tomar unas cervezas. El asunto llega a más y deciden, ahora sí, coger un taxi e ir a casa del francés, más que nada para dejar las bolsas, que le incomodan.
 Instalados en el piso y tomando unas copas, Luca Derebeigoux y Yelena Samarina deciden celebrar sus buenas nuevas con un coito vespertino casi nocturno, y ahora sí, parece que alargaran su amistad hacía caminos transitables duraderos, el tiempo dirá.


 4.- Invierno.-
 Cuando Nani Cospedal ayudada de Ana Mazuecos, insiste un año más en decorar la entrada del portal con decoración navideña, espera que no ocurra lo del año pasado, que alguien se llevó los regalos, vacíos, son mera decoración, cajitas con envoltorios pequeñas y otras grandes que alrededor de un abeto se coloca en la parte derecha del portal. Luego, ambas mujeres colocan pegatinas decorativas en los cristales de la puerta principal y los baldosines de la pared. El asunto se enturbia, porque algún vecino se molesta que pasen los Reyes y semanas después todo el jolgorio navideño siga expuesto. Tratarán de ser más ágiles Cospedal y Mazuecos, que por cierto, a comienzos de año expira su mandato y la idea de ambas, sobre todo de la economista, es dejar su vicepresidencia, que se obtiene por votación y no va de corrido por cada vecino, pues eso generaba dudas, incertidumbres y desaguisados.
 En esa faena se las encuentran la nueva pareja formada por Luca Derebeigoux y Yelena Samarina, ambos impecablemente vestidos en sus trajes recubiertos de sendos abrigos, azul marino clásico él, y beis de Olivia Palermo el de ella. Sonríen los 4, de esas veces sin saber por qué, y unas siguen en su faena y los otros acaramelados, sin llegar a ser babosos, presionan el botoncito del ascensor para abrir las puertas y ascender a su nido de amor.
 Cenan con velitas y todo, observan a distancia la televisión mientras se manosean, hasta que ella decide ir al cuarto del baño del dormitorio y esperar a Luca Derebeigoux en la cama. Tras largas emociones coitando, Yelena Samarina decide darse un buen duchazo, pues está empapada en sudor.
 Nuestra querida alcaldesa ya ha colocado luces decorativas a estos días en Bravo Murillo que ascienden desde la glorieta de Quevedo hasta la Remonta, sin abusar, apenas, unos días antes del puente de La Constitución, acostumbrados al despilfarro de ediles faraónicos tipo Gallardón o Botella, un mes antes, con el coste correspondiente al ciudadano claro. Todo está en marcha, hasta Marisa Polvino ha realizado compras este último sábado en le mercado de Maravillas, ha llenado, es un decir, su nevera, de congelados variados, pescado en su mayoría, que luego los precios suben una barbaridad y ella no irá a Catania estas Navidades. Mucho jaleo y pocos días. Nunca se había quedado en Madrid, espera disfrutarlo seriamente como Imperio Esteban, que con gracia y salero se quita los zapatos después de bailar largamente en el Templo, club de baile situado en la calle Bravo Murillo, que junto a otras parejas amigas se lo han pasado tan bien, que llegadas las 5 de la madrugada Imperio Esteban, ya descalza en el garaje, achispada y con la falda corrida en sus caderas se dispone tambaleante hacia el ascensor mientras grita a Pepe Molines que se dé prisa, que ella no espera. Y así es, las puertas se cierran y ella presiona el botón, equivocándose de planta y rectificando, pero no es capaz de abrir la puerta de su domicilio, donde tendrá que esperar a Pepe Molines o llamar, con el consabido cabreo de la canguro contratada, que está dormida en la habitación de su hija, ya de 9 años recién cumplidos. Así pues, cuando llega Pepe Molines, el fontanero, calvo y algo barrigón, la sujeta por la cintura mientras con la otra mano mete la llave en la cerradura y penetran en su vivienda. Imperio Esteban, ya a salvo de miradas indiscretas, suelta un eructo en pleno pasillo.


 Cuando Mario Sartorius sale con su coche Daewoo color cereza, acompañado de Fátima de Sousa y de María Maura, del garaje de su urbanización, las calles están mojadas por el chaparrón que ha caído a lo largo de toda la tarde. Se dirigen al aeropuerto de Barajas donde la arquitecta embarcará en menos de una hora y media rumbo a Sao Paulo donde pasará una quincena navideña, tan diferentes a las que tenemos en España.

 Luego la pareja se dirigirá a la Plaza De Santa Ana, dónde Fátima De Sousa es de los sitios que más le gustan de Madrid, si el tiempo acompaña un poco, aunque fresco, llevadero, se instalaran en algunas de las terrazas rodeadas de plásticos tan de moda en los últimos tiempos. pero el verdadero problema será dejar el coche, no habrá más remedio que si la suerte no acompaña de un primer vistazo, dejarlo en un parking público.
 Embarcada con tiempo María Moura, la Nacional A2 está descongestionada y en unos minutos se encuentran en pleno centro de la capital. Efectivamente, tendrá Mario Sartorius que dejar su coche en un aparcamiento público, por otra parte casi que mejor, menos vueltas y stress. Acomodados en una mesa, será Fátima De Sousa quie se encargue de pedir a la carta unas tapas, de las que tanto se ha aficionado. Para ser viernes a la noche y vísperas de Nochebuena, hay gente pero sin agobios, otra cuestión son las calles adyacentes a la Plaza De Santa Ana, es una muchedumbre de personal de un lado para otro como hormigas buscando su hormiguero. La velada transcurre tranquila y a media noche se acercan a La Coquette, el mejor sitio para escuchar blues en directo.
 Como el antro es pequeño, de difícil acceso, hay que bajar por unas escaleras y acomodarse como mejor se pueda, pues a esa hora, con el 2º pase del grupo que toca, todos los asientos están cogidos, pese a todo, tienen relativa suerte de ubicarse, cerca de la cabina de disjokey donde la visión es parcial, el sonido correcto y no te molesta la gente con su devenir continuo. Allí se piden uno ron con naranja él, un vodka con naranja ella.
 Serán más de las 3 cuando salgan de La Coquette, pues con el transcurrir del tiempo pues Mario Sartorius se encuentra con unos conocidos y sus respectivas parejas que llegan cuando el show en directo ha acabado, espacio que queda libre en los taburetes para sentarse  junto a la pared. 
 Como ya está prohibido fumar, aquello es agradable, no está cargado nada más que de conversación. Los demás deben de salir a calle Las Hileras a echarse unos pitillos. Tiempo que aprovecha Mario Sartorius para ir al servicio varias veces. La próstata, aunque cuidada, ya no es la de antes. pese a todo se encuentra cómodo, al salir a la calle todo el grupo pasa por la Puerta Del Sol engalanada por las Navidades con su árbol gigantesco y las luces multicolores. Las mujeres engalanadas y achispadas todas, no pueden menos de sacar sus móviles y empezar a sacar fotos, cuestión que Mario Sartorius observa con cierta benevolencia y que corroborará su hipótesis a la mañana siguiente, cuando Fátima De Sousa le enseñe más de media docena de fotos, todas movidas excepto las que tiró en el interior de La Coquette, sobria claro,
 Como es una pareja estable desde hace un lustro, sabe que Fátima De Sousa es de coito prolongado y matinal, pero esperará Mario Sartorius a que ella tome la iniciativa nada más levantada, con la boca pastosa y muy resacosa, se dirige al cuarto de baño en el que se da una larga ducha seguida de lavarse los dientes. Limpia y lista, él aprovecha para la higiene bucal, cuando regresa al dormitorio, Fátima De Sousa está desnuda debajo del edredón.



 Cuando un agente de la Administración de la Comunidad ha dejado esta mañana  en los buzones correspondientes a cada propietario o inquilino, sobres, con unos cuantos folios de lo que se va a tratar en la Junta de Vecinos de la próxima semana; Nani Cospedal ha colocado una nota informativa en la puerta de la portería dónde se celebran dicho eventos para el que tenga algo allí, sea una bicicleta, mesa, silla... la saque, pues pese a que todos los inmuebles poseen un trastero de distinto tamaño según sea el piso adquirido, no deja de haber objetos de distintos inquilinos en dicho habitáculo, amén de las disputas que existen por dejar ruedas y utensilios variados en las plazas de garaje adjuntas a los vehículos de cada cual, cuestión ampliamente debatida en las Juntas pero que no se acaba de erradicar del todo, siendo siempre los mismos miembros infractores año tras año.

 Nani Cospedal, pese a lo que ella diga y sostenga de que su cargo está a disposición en cualquier momento, la realidad es que le ha tomado gusto a eso de mandar, otras cuestión como ya se ha corroborado, es que la obedezcan, algo, poco, nada o según. Pero este año, ahora que se acerca el final de febrero, Ana Mazuecos le ha comunicado de manera oficial y por escrito que ella no seguirá de Vicepresidenta, y ha pensado, y bien, en Bermejo, y además futurible Presidente de la urbanización.
 Cuando Nani Cospedal se lo a apuntado al administrativo de Carrefour, éste ha aceptado con la condición de que salga en votación en la reunión vecinal.
 Poco ha cambiado todo en este año. No ha habido ningún nuevo miembro vecinal en la urbanización: nacimiento, deceso o novedad, los que siguen como familias tradicionales, se mantienen, la monoparental también, los solitarios acompañados o no, según, igual.
 Los adolescentes han crecido mucho: los machos en altura y acné, amén de las subidas de endorfinas que no les dejan estar quietos; ellas discretas en solitario son un peligro en dúo o trío, con esas flores que se abren como poros esperando la primavera que todavía se hará de rogar unas semanas. Sólo Sol Basagañas está menos implicada en las salidas en grupo, introvertida, le está costando este año el bachillerato y no es nada usual que muchos viernes y sábados a la noche se encuentre en su cuarto estudiando y metiéndose con el ordenador en la cama, sólo los domingos se deja caer por Bravo Murillo con su pandilla, pero raramente sale del barrio como no sea al centro a ver alguna película que le atraiga.
 Mario Sartorius se librará de la junta de vecinos, le pillará en una programación especial esa semana en Barcelona, dejará los estudios de Pozuelo ( Madrid ) por el Paseo de Gracia, dónde RNFM celebrará unos eventos sobre los nuevos medios informativos, musicales y de contenido cultural. Asistirá en su lugar Fátima De Sousa que ha convencido a Mónica Marceau para bajar juntas, éstas que jamás han asistido a dicho evento y tienen cierta curiosidad. Ni que decir que el estreno de Bermejo, que será  elegido unánimemente Vicepresidente y futuro Presidente de la Comunidad, tuvo tanto glamour, él, un hombre serio, discreto y que en 2 semanas, en cuanto acabe el mes cumplirá 65 años, se jubilará, diga lo que diga le nueva reforma laboral, 45 años cotizados ya son bastantes, sólo en el horizonte la boda de su hija, en el estío, en el pueblo extremeño, claro, rodeado de los suyos y ajenos conocidos.
 Como Fátima De Sousa tiene carnet pero se ha negado a conducir en España, no tiene más remedio Mario Sartorius que arrastrar su carrito de equipaje por la acera en dirección a la boca del metro Francos Rodríguez, ir a la que está entre urbanizaciones, en la calle Alejandro Rodríguez, desplazarse a Guzmán El Bueno y sacar un nuevo billete en Nuevos Ministerios que le deje en el aeropuerto de Barajas, como no tiene que facturar, solo lleva el equipaje de mano, tarda poco, es domingo plomizo y lluvioso y se le hace larga la espera de embarque, tarda menos en sentarse y salir el avión dirección El Prat, donde ya de noche Mario Sartorius es pasajero de un autobús que le dejará en Plaza De Cataluña, cerca de dónde se hospedará esta semana.
 Al caminar por Las Ramblas observa las típicas estatuas humanas que dan colorido y fama al lugar, antes de entrar en el hotel, un chaval de edad indescifrable, pues no consigue verle los ojos, bueno, ni la cara, se afana con su guitarra Gibson en rasgas unas notas junto a su amplificador, la verdad es que tiene mérito, pues la noche no está para grandes alegrías.


 Cuando Bermejo y Margarita salen al portal de la calle Alejandro Rodríguez, se ajustan los cuellos de su abrigos y no tienen ninguna esperanza de encontrar un taxi en dicho sitio, así pues cruzan a la vía pública de Numancia donde tampoco hay suerte, y allí, justo en el paso de cebra, la moto con Tony Canal y una chica agarrada a él por la cintura, con casco rosa, les dejan pasar. Ni que decir que apenas han dado 2 pasos el motorista les mete un acelerón que corre el aire, algo asustados pero sabiendo que esto es así, ya será en la calle de Francos Rodríguez donde en apenas unos segundos alcancen a sentarse en un taxi que les dejará a las puertas de la calle Arenal, donde tienen mesa reservada, y aún, eso espera Bermejo, sorprender a su esposa con alguna que otra sorpresa. 
 Sí, porque el administrativo se acaba de jubilar con todos los papeles en regla, ha sido elegido Vicepresidente de la urbanización, ¡ que para qué negarlo, le pica el gusanillo!. ¿Qué tendrá este país que gustan tanto los cargos? A la altura del Palacio Real, celebran las novedades que se introducirán en la familia en los próximos meses, pues hay que añadir la boda de " la niña". Pero ahora toca una cena íntima, luego saldrán paseando tranquilamente y tomarán unos poleos de menta, y Bermejo sorprenderá a Margarita llevándola a bailar a La Negra Tomasa, en la calle Cádiz. Hoy es jueves, hay gente, ¿cuando no en Madrid? pero llevadero, nada que ver con la aglomeración de los fines de semana y se preguntan aquello de crisis, qué crisis. 
 Para bajar efluvios estomacales, sudorales del bailoteo, porque ellos son una pareja muy bailable desde siempre, caminan agarrados de la mano la Gran Vía hacia Cibeles, y allí se hacen unos selfies y 2 fotos que una chica muy amable esperando en los bus nocturnos, les realiza. No contentos ascienden por Alcalá y ven el monumento que más le gusta a Bermejo de todo Madrid, la Puerta De Alcalá, la 1ª postal que le mandó él al pueblo a su amada Margarita era de dicho luga; luego un día de domingo se hizo unas fotos lo más cerca que pudo del monumento y en sobre certificado llegaron a manos de la amada. Pasadas las 2.30, deciden coger un taxi allí mismo y dirigirse a su casa. Esa noche, y pese a todo lo que pudiera parecer, Margarita seductora  y no cansada del todo, ¡ya tienen una edad! necesita amar íntimamente a Bermejo, y él, acepta el reto.
 Una vez más Fátima De Sousa se va quedar sin la asistenta semanal que viene a limpiar a su casa, así se lo dice vía email a Mario Sartorius. Una pena pues la chica llevaba más de 1 año, y esto siempre es un incordio, tener que buscar otra vez y acordar horarios, el día, enseñar la casa y ajustar tarifa. Claro que el asunto se solucionará en un día, pues Mónica Marceau enterada del asunto, le propone a Miryam Vasques, su asistenta, que si puede hacer un hueco en su ajetreada agenda y dedicarle un par de horas a la casa vecina, total la distribución es la misma y más a mano no puede estar. La ecuatoriana acepta pero cambiará el día, los martes por el miércoles por la mañana. La tarifa sube con respecto a la última, cosa que Mario Sartorius también se entera vía email, como que Luka, la hija de Fátima De Sousa ha arreglado los papeles en el consulado español de Sao Paulo y ya tiene el pasaporte para venir a Madrid, no le especifica si serán días, semanas o meses lo que la muchacha, de 23 primaveras, estará con ellos. Es lógico que eche de menos a su madre y viceversa.
 La lluvia cae sobre la urbanización, primero con suavidad, luego mantiene 10 minutos de intensidad y afloja de a poquitos, Los faroles interiores de las zonas ajardinadas se llenan de brumas, el césped huele a tierra mojada, si se abren las ventanas se aspira tranquilidad, Fátima De Sousa sale a la terraza en vaqueros y con un echarpe, asomada a la balaustrada que da a la calle Alejandro Rodríguez husmea el ambiente y observa como para un taxi en su portal, de él salen Bermejo y Margarita y cuando el vehículo se marcha, antes de que el hombre con bisoñé saque del bolsillo de su abrigo las llaves de casa, ambos se enzarzan en un largo y hermoso beso. No sabe porqué, pero Fátima De Sousa dormirá muy bien el resto de la noche, pues se encontraba desvelada a estas horas noctívagas.





 Los dibujos que acompañan al relato son de Sally Nixon.
 El boceto de Ana Hortelano.
 Las fotografías del autor del relato.

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