CANTO RODANTE 3

          SYMPATHY FOR THE DEVIL


 Comenzar a trabajar en la cadena de discos supuso un nuevo aire a mi existencia. Casi todo eran ventajas : tenía el primer contrato de mi vida, dinero, discos y libros a mi alrededor - y eso para un cleptómano era miel para abejas -, conocer personas - más incluso de las que quisiera pasados unos meses - no tenía ese don de gentes, así pues tuve que aplicar mano izquierda-, el puesto estaba a diez minutos de mi casa, lo cual en Madrid era un lujo, el horario una semana mañanas, otra tardes, no era ningún problema salvo que cambié mis clases de inglés al revés de cuando me tocaba trabajar. Locura para la Academia, pero gané que por el día Patty Hopkins era la profesora, autóctona, ni que decir que me enamoré de ella nada más verla: 25 años bien llevados, americana y con ese apellido.
 Pero donde existía locura visceral y energía que salía por los poros a raudales era aparecer por La Luna. La redacción era un caos semejante a cualquier película de los Marx. Aún así siempre había un punto de cordura. Los años ochenta se reflejaban en una bocanada de aire fresco, desenfadado, al margen de la ruina histórica que vivió el país durante cuatro décadas. Los que allí formábamos parte del " equipo ", no existía como tal, apenas superábamos las veintena. Pocos dominaban el inglés, eso me posicionaba en cabeza para leer artículos de Rolling Stone o New Musical Express en lengua vernácula así como otros medios británicos o americanos sin necesidad de que nadie me lo tradujera. Y cuando tenía alguna duda : Patty Hopkins. A veces hacía de la incertidumbre todo un arte para quedar con ella y poco a poco a fuimos intimando.
 La idea central de la revista era dar una imagen de Madrid abierta, plural, vamos Nueva York a esta parte del Atlántico; lo más moderno del mundo. Nadie allí tenía caspa histórica ni ningún bagaje que pagar a  ninguna institución, de hecho no teníamos ninguna subvención estatal. Eso que parecía un  handicap acabó por dar con un entramando de gente libre en todos los aspectos y contribuyó en gran medida a que los números fueron saliendo a la calle con un estilo liberalizador y moderno de una ciudad, de un país; dar un toque desdramatizador a la cotidianidad y la caspa política que aún se respiraba, pese al triunfo arrollador de los solicialistas. También el tener un  alcalde en Madrid, Tierno Galván, que ninguna ciudad del mundo poseía. Esos artículos de don Enrique y sus bandos cautivaron a un gran números de personas de distintas  tendencias económicas y culturales. Ese eclecticismo se manifestaba en gran medida en La Luna.
 Borja Casani, que fue el primer director, siempre nos indicó la línea del todo vale: allí cabía literatura, cine, fotografía, música... Yo jugué a dos bandas : metía un relato todos los meses y escribía sobre algunos discos y grupos. Me costaba muy poco trabajo colocar folios sobre mi Olivetti y machacar el rodillo. Pasar a limpio lo escrito, bien acentuado, sin faltas de ortografía, comas, puntos y que el desarrollo del mismo fuera acertado así como el ritmo. Cuando lo tenía bien leído varias veces se lo entregaba a mi hermana que era mi censor; si daba el " ok " lo llevaba en un sobre grande a la redacción para su publicación al mes siguiente, sino, corregía lo que me colocaba subrayado en amarillo. Su criterio era para mi fundamental
 En La Luna estuve desde el comienzo : octubre del 83 al final diciembre del 87. Todos los números.
 Asistí atónito a ver el diablo de cerca, tener a tú lado a tipos que eran unos auténticos genios pero al mismo tiempo yonquis, fotógrafos lunáticos con un  aire autodestructivo que tiraba para atrás; pero genios en lo suyo y en algunos momentos con una lucidez rayando en lo sublime. Tenía mi punto de apoyo en el trabajo, el que me daba de comer, así pues siempre me mostré muy alejado de " ciertas fantasías ".
 Al mes de conocer a Patty Hopkins empecé a quedar con ella algún fin de semana y alejarla del recorrido turístico que hacía con sus amigas y demás maromos que las secundaban. Le propuse cambiar las terrazas de la Plaza Mayor por Malasaña, sus vestidos y zapatos de tacón por unos tejanos y unas botas, los riojas por ron, las cervezas mañaneras por martinis con aceituna... y así nadie nos vería de la Academia y no tendríamos que dar explicaciones. " No preguntes sino quieres que te mienta ".
 Probamos a ser amigos más de dos meses, pero aquello cuando llegó el invierno empezó a tomar visos de un amor intempestivo. Para practicar inglés, oye, que ni pintado, ella estaría en Madrid hasta agosto, luego ya vería. Procedía de una familia típica americana del campo, esa de grandes extensiones, padres conservadores, votantes del partido republicano, el del capitalismo, jefe y dios. Granja de muchos acres, varios hermanos varones y ella la única hembra, de Arizona, cerca de Phoenix; que estudió literatura española y quería seguir con filología española, pero ya independizada de sus progenitores; " - Cosa que es imposible conociendo a mi padre, José."
 Me hacía una idea. Entre las películas, la literatura  y verla a ella delante todos los días sacaba una meridiana realidad de su existencia y del país de procedencia. Pero poco me importaba a mí aquello.
 Fue salir el primer número de la Luna, llevar unos meses trabajando en Madrid-Rock y salir a solas con Patty Hopkins, que cada vez se  mostraba  más desinhibida y guapa y aquello empezó  a arder en mi corazón. Tenía 23 años y  nunca había estado con una mujer en intimidad, y así se lo confesé. Tras parecer que no me había comprendido por la cara que puso, o quizás es que la música estaba demasiado alta, salimos del Vía Láctea y nos sentamos en los escalones de la Plaza Dos de Mayo. Insistió, y se lo dije : " Patty, I have never been with a woman in privacy, that is, I'm a virgin ... I said not with embarrassment. But it is beautiful. And I shrugged as he pulled my  a cannabis cigarette".
 Ella encendió el pitillo de marihuana y exhaló el humo hacía arriba como siempre hacia, pero no decía nada. Cuando me lo pasó esperó unos segundos a que yo disfrutara del cigarro y me agarró con sus manos mi cara y me espetó un beso en toda la boca siguiendo a tornillo que me dejó patidifuso. ¡ Cuanto lo había deseado y sin embargo no hice amago nunca". Siempre son ellas, cuando tú vas ellas ya regresan, cuando te dicen que sí ya lo tenían decidido...
 - Always wanted to love Joseph. Soon to meet you at the Academy I noticed you. There was one thing that dazzled me, you told me that if you were different was because others made ​​you feel well. And it's true.Ah ... I am also a virgin!
 La noche era fresca pero permanecimos mucho tiempo sentados en los escalones de la Plaza : fumando, charlando, riendo, besándonos, esquivando a yonkis que querían dinero, luego un pitillo normal de  tabaco, vendedores  ambulantes y demás fauna que hay una noche de sábado cualquiera en cualquier lugar un poco grande...
  -We are on the side of your house. Tomorrow does not work, why you're not going to floor? I like to spend the night and a thousand more you ... Do you ... ?
 No sólo fue la primera mujer que tuve entre mis brazos, sino que era también el mejor tatuaje de The Doors que vi sobre piel femenina, toda su espalda cubierta con el nombre del grupo californiano y las caras de sus cuatro miembros. Claro que cuando realmente me fijé en los detalles fue por la mañana con la luz del día. Y me extasiaba verla allí en mi cama retozando como una gata desperezándose sobre el edredón que años más tarde sería de mi propiedad.
 Se lo comuniqué a mi madre que estaba en la cocina. Una cosa no quita la otra. Si sabía que fumaba hachís en casa, nunca se lo oculté, también le dije que estaba con Patty Hopkins. - ¡ Huy que bien, cariño... cuanto me alegro ! ¿ A ver cuando nos la presentas a tú hermana y a mí ? ,
- Pues ahora mismo... está aquí... en mi cuarto...
- ¡ Ooohhh ... !
 Sentía simpatía por el diablo, por los renglones torcidos, por las flores que crecen en la basura, por el torpe, por el raro pero no imbécil. Amaba lo hermoso y Patty Hopkins lo era, pero esa  belleza interior que da un cutis especial a la piel.




                  
 DOWN ON THE STREET



 La ciudad estaba llena de punk importados de Gran Bretaña y el resto del país de indocumentados con sueños de anarquía y rock and roll, en el mejor de los casos, que soñaban con cambiar el sistema, quemar los metros, arañar la ciudad y crear del caos una nueva especie humana.

 The Sex Pistols cantaban a su reina y a la anarquía, aquí nos conformábamos con comernos una paraguaya; un chico casi de mi edad cantaba que el último punk se suicida en Putney Brige. Su cuero negro lleva el nombre de The Clash, se ha tirado sin mirar atrás ... quizás algunos todavía miraban hacia atrás: con miedo, con nostalgia. Echaban en falta orden, confianza en las instituciones. El caso es que los socialistas estaban  en  el poder apenas 7 años de enterrado el general y las calles de Madrid ardían de libertad, y no sólo de tetas y culos colgando de los kioskos de cualquier ciudad. Aquello que estaba prohibido ahora era permitido. Yo sólo pensé que algunos no tenían asumido que de repente nos hicimos mayores y teníamos que tomar decisiones y pensar... con lo que costaba.
 Malasaña estaba para ir con Patty Hopkins, y la Gran Vía para cenas románticas y los paseos por el Retiro agarrados de las manos y alquilando una barquita remando en el estanque. Pero el Rockola y la sala Jácara estaba para saltar, brincar, " tirar las peñarancas " y desinhibirse de los problemas cotidianos y escuchar rock en directo de todo animal que aparecía de gira por nuestra piel de toro. Así pues  la rabia de fuera de la calle se transformaba en bilis y quemar calorías cuando Iggy Pop estaba ahí delante de tus narices y querías retorcerte como la iguana, aunque sin su arte.
 La fauna que veía cada día en el Madrid-Rock me la encontraba en las salas de los conciertos. Como era felino de piel escurridiza y pocos amigos, como algunos creían que eran hermanos de sangre se me acercaban a pedirme opinión o simplemente a darme la tabarra por lo escrito en La Luna. Aparecía una foto en el lateral superior derecho del individuo que firmaba cada artículo; lo cual estaba bien, y no. Cualquiera que se dedique a escribir, pintar, fotografiar... le apetece el halago, todos somos hedonistas. Pero en el rock, palabras mayores cuando tus criterios no coincidían con el amigo de sangre y más a medida que el alcohol y otras sustancias nocivas entraban en su circuito sanguíneo y destrozaban su escaso cerebro convirtiéndolo en un homínido poco cultivado y asilvestrado. Así pues, darle la razón y decir que tú eres el equivocado. El próximo número rectifico. Si se calmaba bien, sino, te ibas con la mejor de tus sonrisas. Parecía que a varios compañeros les sucedía algo parecido. ¡ Gajes del oficio !
 Por la tienda aparecía toda la tribu urbana que uno pueda imaginarse. Aquello si que era una escuela de calor que cantarían los Radio Futura unos años más tarde. Pero de a poquitos llegaba alguien interesante. Jaime venía con su sonrisilla y unos discos bajo el brazo a pedirme consejo. Uno no tenía ni idea, dos sí. Y así se lo dije. Todo lo que sea de los 60-70, sí, de ahí en adelante... depende. Aquello que empezó siendo una tontería, acabó convirtiéndose en mi mejor amigo. Desplazado de los " universitarios ", unos porque estaban en la mili, otros acabando y planteándose largarse de España, el caso es que no tenía amigos desde que acabé COU. Tenía a Patty Hopkins y me bastaba con mis clases de inglés, mi tienda y el resto lo rellenaba muy a gusto con mi cerebro. 
 Tampoco Jaime andaba muy sobrado. Dos años más pequeño que yo, del tiempo de mi hermana, dominaba la década de los 80 al milímetro, pero tenía otras aficiones que nos engancharon a la amistad: el cine y la literatura. Eso, y que tenía una novia 10 años mayor que él,  estaba divorciada con dos hijos, vivía en la Moraleja y regentaba una empresa inmobiliaria. ¡ Coño, era interesante ! Recuerdan lo de las flores que crecen en la basura; pues eso. Dos pollos no hacen un pavo, pero dos tipos raros y que no saben que están cabeza abajo pero observan que los demás andan en vertical y con los pies, sí se dan cuenta a tiempo, forman un buen equipo.



                             HEART OF GOLD





 Los ochenta estaban en su pleno auge. Proliferaron las salas de conciertos de aforo medio o pequeño, pero para los grandes eventos, estaban los Palacios de los Deportes en las grandes ciudades o los ya manidos campos de fútbol o plazas de toros cuando el cartel, - nunca mejor dicho - requería de grandes escenarios y equipos de música y la demanda del grupo en cuestión era arrollador. Y España, ese nuevo país que se abría, cosmopolita, diáfano, al menos en las capitales, el interior era otra cosa, llevaba otro ritmo; requería de grandes recintos  para mayor resonancia mediática y también dar una imagen al exterior de renovado país. No en vano nos tiramos muchos años trabajando para entrar en las dependencias de Europa como miembro de pleno derecho.

 Con Patty Hopkins era difícil de ir a un evento de grandes dimensiones. A ella como a mi no nos gustaban las grandes aglomeraciones, pero a veces conseguía un pase de prensa para entrar en el baskstage y desde allí poder realizar durante los tres primeros temas que el grupo tocase, todas las fotos que pudiese en clara competencia con el resto de colegas, la mayoría periodistas-fotógrafos de los demás medios tanto musicales como de prensa nacional. Jugaba a dos bandas : o lo conseguía como reportero de La Luna, o bien cuando el representante del que traía el concierto venía a depositar un enorme taco de entradas en el Madrid-Rock para su venta. A veces podía coger varias, lo cual nos permitía entrar a Patty Hopkins, mi hermana y su novio, Jaime y Margarita, y a mí. Otras sólo iba yo. Aquello durante meses se convirtió en una especie de ritual, pero tenía un espacio para cada cosa y persona.
 A finales de la primavera del 85 dejé de asistir a la Academía en el curso de inglés. Mi trabajo y el pasar reportajes a La Luna de diversos eventos me ocupaba mucho tiempo. Pedir consejo a Alberto García-Alix para que me acompañara a comprar una cámara fotográfica era como pedir a un camello que te sirviera en casa como si fuese un vendedor a domicilio, salvo que fueras Keith Richards, claro. Así que me fui con Jaime y compré la que mejor se me podía adaptar a mis conocimientos. Mi madre, en un acto de generosidad, fue la que me la regaló aduciendo que había pasado mi cumpleaños y no me había regalado nada. Ella no sabía que sólo con verla feliz ya estaba regalado de por vida. Pero acepté, claro.
 Durante largos años Jaime y yo compartimos conciertos en todas las salas de Madrid: Jácara, Universal de Leganés, Universal Club, Bwana, Rockola, Argentina, Rock Club, Revólver... Y como no de rock vive el hombre, cada miércoles salvo que no hubiese show íbamos a ver una película, porque era  el día del espectador y salía más barato. Con los años nos dedicamos a verlas en versión original en el cine Doré o en las salas pequeñitas que empezaron a aflorar en la ciudad, Plaza de los Cubos por ejemplo.
 Su pareja, Margarita, vivía en un hermoso chalet en La Moraleja, cada vez que iba con Jaime, en su Ford -Fiesta azul, teníamos que pasar por varios controles hasta acceder a su residencia. Vivía con sus padres pero independiente, de hecho la vivienda se dividía en dos plantas y un acceso donde ella tenía un estudio que dedicaba a leer, escuchar música sin ningún reparo de volumen, fumar cannabis y pensar, según decía, y era cierto por lo que pude comprobar. Allí iba con Jaime a verle jugar al tenis - cuando ya eran pareja de hecho y aceptado a nivel familiar -, mientras yo perdía el tiempo sin más,  no estaba mal cambiar por unas horas Tirso de Molina por el césped bien cortado, olor a hierba natural, la piscina y algunos cuerpos sobresalientes que  no venían mal para la vista, que siempre permanece alerta y joven.
 Transcurrieron las semanas, los meses y hasta los años. Pocos cambios, ningún nuevo amigo, bastaba con los que tenía, íntimos, de verdad; con Patty Hopkins, mi madre y hermana, mi trabajo y La Luna.
 Músicos, bandas : Long Ryders, Dream Sindicate, Rem, The Blasters, Los Lobos, Green On Red, Violent Femmes, The Del Fuegos,Jason and The Scorches ... los más pequeños empujado por Jaime y Marga, lo más grandes por mí. Perfecta mezcla, íntimo sentimiento que nos unió por una década a los cuatro, aunque muchas veces sólo éramos triangulo, pues Patty Hopkins decidía no acompañarnos. Leño, Mermelada, Moris, Tequila, Nacha Pop, Radio Futura, Loquillo, Burning...
 Patty Hopkins decidió no irse el mes de vacaciones que tenía a Estados Unidos; por primera vez en años decidió que nos merecíamos unas vacaciones juntos. Nos alejamos de la gran ciudad camino de Asturias y de Galicia. Estuvimos varios días en Gijón, pude disfrutar de ver  a Rory Gallagher en directo por primera vez- mi guitarra favorito-; esa fender stratocaster sunburst en sus manos pura magia, energía y técnica. Nos  bañamos en la Playa de San Lorenzo, hicimos turismo, llegamos a La Coruña y en las Playas de Riazor pasábamos las tardes, a mi no me gustaba mucho eso de tomar el sol. El Atlántico era un Océano, acostumbrado a las cálidas aguas del Mediterráneo y de las playas de Almería, aquello estaba más frío, pero también el calor era llevadero. Ni a mi ni a Patty Hopkins nos sentaba nada  bien el sol directo, pero sí la brisa del mar...
 Eché de menos no tener coche o moto por primera vez en mi vida. Acostumbrado a moverme a pie o en metro o autobús por Madrid, nunca reparé en semejante vía de locomoción. Pero de vuelta al foro todo quedó en una nube pasajera.
 Los padres de Patty Hopkins y un hermano vinieron a pasar casi todo agosto a Madrid y a conocer al amor de su hija, la ciudad, su trabajo, España en particular, ese país  " tan simpático ", su sol, sus playas y sus gentes. Conmigo tenían todo menos la arena... Estuvimos juntos y separados. A finales de mes se fueron todos a la Costa del Sol y por primera vez en varios años me vi solo en Madrid. Mi hermana estaba en Alemania con su  novio, mi madre se fue unas semanas primero a San Sebastián con unas amigas y luego a visitar a una parte de la familia a Navarra. Así pues dormía en casa, apenas me hacía algo de comida, salvo desayunar en casa; era sagrado mi fruta, yogures y mi leche con cola-cao. Hasta el final de mis días así sería. El resto dependía del dinero, tiempo y ganas que tuviese de hacerme algo.
 Al año siguiente Patty Hopkins y yo asistimos al último concierto que fuimos juntos. Neil Young tocaba el 25 de Abril en el Auditorio de la Casa de Campo, año 87. Y entre la americana y yo se nos había acabado el misterio, las lunas ya no iluminaban nuestras noches, el sol no nos resplandecía tanto como antes y las sombras empezaron a ser demasiado alargadas para los dos. 

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