CANTO RODANTE 2

THE   RIVER   ( El Río )


     
  EL LOBO ASOMA LAS OREJAS Y LOS COLMILLOS 

 Me habían citado en el cuartel a las 18.00 horas para recoger el petate y una vez allí pasado lista y un ligero reconocimiento nos fuimos sentando en bancos un montón de homínidos de distinta procedencia, con poco en común como pude apreciar en unos segundos.
 Me corté el pelo por  Navidad, más que nada por dar capricho a mi madre y por no llegar a semejante sitio con las greñas por los hombros. ¿ Para qué empezar haciendo amigos ?        Deambulamos por el recinto como lobos enjaulados. Observaba a ver si veía a alguien del barrio, un antiguo compañero de clase, incluso de Academia... nada. Todos eran caras desconocidas para mí.
 Era enero, enseguida se echó la noche encima, apenas unos faroles iluminaban la estancia. Se olía a militar, a rigidez, a disciplina. Se fueron formando grupos, me quedé descolgado, fumé tranquilo en un banco y pasé a una especie de bar donde comí un bocadillo y tomé una cerveza. Se suponía que en un rato nos llevarían a la estación de Atocha y durante toda la noche viajaríamos a Almería. Así fue pasadas las diez. 
 En aquella época había que hacer la mili salvo excepciones, tenía que hacer más de un año y el destino era por sorteo; así pues a mi me tocó ir al Mediterráneo. Al alba llegamos, se olía el mar,  sostuve mis brazos sobre la ventanilla del tren y el frescor llegaba a mis narices; veía cactos, tierra árida, me parecía un western de verdad. En la estación nos recogieron, nos  subieron a unos convoyes y subimos a Viator. En aquél momento era el tercer campamento militar más grande de España. Allí pasamos 15 días sin salir del cuartel. Nos ducharon, nos reconocieron más a fondo, nos raparon, nos dieron de comer, casa, palos, nos hicieron hombres... ¿ que más podías pedir ? Poco pensar y mucho correr. " Born To Run "; pues eso. Transcurrió un mes y medio, nos volvieron a rapar, conocí Almería, hice pruebas mecanográficas y aritméticas, mucho deporte, no pasaba hambre pero sí miedo, dormía de un tirón, me levantaba a orden-reacción, hice un amigo autóctono - hasta para eso fui raro - y me destinaron a Ingenieros después de jurar fidelidad a la patria, a la bandera, al rey...
 En 1980 Springsteen edita una obra cumbre del Rock: The River. Mi amigo Paco, el de Almería, tenía un pequeño tocadiscos en casa y un sábado por la mañana fuimos juntos a comprar el disco doble y corriendo sin parar en ningún sitio nos metimos en su casa a escucharlo. De un tirón, , toda la mañana dale que te pego hasta que su madre nos echó para que comiéramos.  "Sábado a la noche mamá voy a salir, quizás mañana el mundo puede explotar " Pues eso.
 En casa de Paco eran cuatro hermanos - dos varones, dos hembras -, los padres, la abuela y una perra, así que yo que aparecía por allí una vez al mes, no se extrañaban. Me quedaba en su casa desde el viernes al domingo por la noche que nos subía su padre en un Ford-Fiesta de  nuevo al cuartel .Bien duchado, comido, relajado, bañado en la playa del Zapillo. Insistían en que bajase el fin de semana siguiente, no quería abusar. Basta con una vez. Disponía de dinero, no me importaba quedarme en el cuartel : jugaba al fútbol los sábados, leía, ponía mi radio, no era mala vida porque era un chupatintas que me encerraba en la oficina de Ingenieros en la sección de Estadística donde estaba destinado, ponía los pies sobre la mesa, abría la puerta y las ventanas, corría aire, nadie me molestaba ni yo incurría en nada reprochable. Si no llega a ser por ese espacio me hubiese vuelto loco aguantar allí más de 14 meses. Eso me salvó.
 Ir a Almería estaba bien, veías mujeres, mar, comías de lujo, te lavaban la ropa... pero dormía en una cama plegable en el salón, a las ocho Paco se iba con sus amigos - tenía una vida antes de yo llegar - e iban a la playa. Yo sólo quería dormir más, quedarme en su cuarto y escuchar música de Lps, no de la radio. Leer, sentirme como en casa. Sacaba a pasear a la perra vestido de persona y pasadas las doce me encontraba con Paco y su pandilla, y así hasta la noche del domingo.
 Mantuve mi cerebro relativamente bien: el ejército español era impresentable en aquella época, dirigido por mandos subalternos y medios de una subnormalidad alarmante. No me creí nada, pero siempre hay flores que crecen en la basura y eso siempre me ha llamado la atención. El lobo mordía y descuartizaba alguna cara, mano y pierna, pero por lo general soltaba la presa aún viva y en condiciones de reparar.
 Entre la oficina, la casa de Paco y mi mundo autista lo sobrellevé bien. No hice amistad en el cuartel más allá de él y de Iñaki Guisasola, maestro y vasco, que se incorporó a filas al mismo tiempo que yo una  vez acabada la carrera y que trabajaba en la oficina al lado junto a donde yo estaba, y dormía en la litera debajo de la mía: ¿ así pues o era tú hermano o mal lo llevábamos ? Ocurrió lo primero. Él alquiló unas habitaciones en la capital con varios de nuestro reemplazo, para según ellos follar mucho, beber y fumar hachís el fin de semana que bajaban en tropel más salidos que el chocho de un mono. Un día de septiembre, recién llegado de mi permiso de 21 días de Madrid, me convenció Iñaki para que le acompañase el fin de semana al piso.  
 - No pagas nada, tío, sólo para que veas. Y vi... que no quería tropezarme con Paco por Almería porque me daría vergüenza de haber no ido a su casa, de encontrarme con algún familiar suyo o amigo... con mi Capitán de Ingenieros, que era la flor que crece en la basura, rara avis del estamento militar que merecía la pena y encima era mi jefe-instructor-guardián-confidente-asesor... El caso es que no sé si fumé mucho, bebí poco o fui feliz, pero no me gustó ver a tipos que ya observaba muchas horas en Viator. Una y no más, Santo Tomás.
 A finales de febrero de 1981 nos iban a licenciar. Esa tarde de un lunes día 23 caminaba del hogar del soldado hacia mi oficina con mi barrita de pan para cenar con Iñaki cuando un compañero, muy serio, muy tenso, me dijo : José, tío, que han dado un golpe de Estado. Le creí. En ese " reformatorio-manicomio " acabas distinguiendo la verdad de la mentira, al cuerdo del loco, ves en la noche y duermes de día. Era cierto. Un tipo acompañado de otros tipos sacudían sopapos, empujones y tiraban tiros en el Congreso. Muy edificante. Pensé, y pensé bien... que me quedaba allí de por vida, de militar.
 Luego el sol salió, la luna llena se incorporó a mi corazón, mi sangre corría por las venas, en un bolso llevaba mis Vibraciones, Star y algún Popular 1, un póster de Patti Smith, algo de dinero, una caja  de pitillos Malboro, un Zippo y dormí una vez más en el salón en casa de los padres de Paco; varios días hasta pasado el fin de semana cuando mis ojos vieron casi por primera vez lo bonita  que estaba la estación de Atocha desde lejos, la boina de polución sobre la gran ciudad. Había cambiado la Playa de Zapillo por el asfalto. Otra vez en casa, ahora escuchaba a Sprinsgteen, pero en mi cuarto, mientras acostado en mi cama con las manos detrás de la  nuca, un pitillo en la comisura de mis labios que me cegaba los ojos y me abría los oídos. Una vez más : The River.





EXILIO EN LA CALLE PRINCIPAL


 Respirar el aire de la ciudad que te ha visto dar los primeros pasos está muy bien. Se notaba un frescor especial, llegaba la primavera y renacían las esperanzas de una tambaleante democracia que como unos dados rodando van dando saltitos de conejo sobre el asfalto hasta chocar contra el muro y observar que ha salido de tanto alboroto. Lejos estábamos de sacar dos seises; pero parecía que los tambores de guerra se alejaban momentáneamente.
 Entre tanto disfrutaba de unas mañanas soleadas donde me levantaba tarde, desayunaba copiosamente y luego leía con ese primer pitillo que era un chute de adrenalina, lo que lo disfrutaba. Luego depende, porque en mi casa había habido algunos cambios. Mi madre seguía en la fábrica de zapatos Segarra, tenía el turno de mañana, y mi hermana consiguió un contrato temporal en El Corte Inglés. Dejó de estudiar provisionalmente hasta ver por donde transcurría su futuro. Fue una sorpresa. Pero unos meses antes de que me licenciase apareció con el contrato bajo el brazo, ni mi madre sabía nada. Comentó que ya que había que comprar el piso en el que vivíamos mejor colaborar y luego ya veríamos… Así que con 21 años caminando hacia los 22 yo era el eslabón suelto de la cadena familiar…Pero mi madre pensaba rápido y no perdió el tiempo. Antes de que yo regresase de mis “deberes conyugales con la patria “ me tenía trillado el terreno en esta parte de la calle principal.
 El tema consistía que como me negaba en redondo a asistir a una Academia para prepararme otras oposiciones, a veces más de un año sin tener ninguna garantía de aprobar y así una y otra vez; conocía gente que acabada la carrera, Derecho normalmente, pasaba de la treintena y seguía y seguía intentándolo, no veía el premio por ningún lado a alcanzar una Notaría, un cargo público; etc, aparte de que no poseía titulación superior. Pero mi madre me tenía abierto un sendero para que no perdiese el tiempo: un bufete de abogados conocidos de mi padre me abrió el camino. ¿ En qué consistía mi labor ? En botones Sacarino, chico para todo. Debió de aprovechar mi progenitora que tenía el cabello rapado como un marine, una pinta espléndida, incluso con morenez mediterránea, bien vestido y calzado y con un léxico exquisito, cuando quería, para mandarme a galeras. Así que una buena mañana de abril me presente en " Luzón & Villareal Asociados" con mi mejor traje,corbata, zapatos lustrados y mi mejor de las sonrisas.Tras pasar por un secretaria y luego por otra acabé con don José Luzón, el supuesto enlace familiar.
 No había regresado a casa y ya tenía una nota de mi hermana en la puerta de la nevera para que llamase al despacho. Debía de empezar al día siguiente. Así pues de repartidor de periódicos pasé a un bufete de la calle Serrano haciendo recados, llevando la correspondencia y certificados varios a Correos en Cibeles, a por cafés, tabaco y demás recados. De vez en cuando pasaba informes a máquina que debidamente asesorado colocaba en sus respectivas carpetas. Me pagaban cuando querían, en la primera quincena del mes, sin día fijo: la mitad se lo daba a mi madre, el resto para mí. Las tardes eran mías, pensé que de dónde venía y de dónde antes había estado, no se estaba tan mal, aunque era la última mierda que todo el mundo pisaba.   Pero si me hacían sentir diferente, es porque lo era; ver feliz a mi madre con su trabajo y sus dos hijos, reunirse con amigas, verla guapa y arreglada y que saliese a cenar y a bailar casi todos los sábados, me alegraba. Yo me conformaba con poco: tenía un gran foto de Keith Richards en la cabecera de mi cuarto, leía a Truman Capote, iba a una Academia una hora por las tardes a clase de inglés, para perfeccionarlo y hablarlo correctamente, aunque lo mejor era vivir en un país de habla inglesa, pero era lo que había. Esos y mis discos y libros me hacían feliz. Casi cinco meses después de regresar de la mili, todavía estaba un poco desorientado en cuanto a amistades. Los universitarios con sus exámenes y los punks diseminados por la gran ciudad; así pues salía a la Plaza de Tirso de Molina a leer y observar, y en un alarde de valentía me dejaba caer al salir de la Academia por la Plaza de Dos de Mayo, así un día y otro hasta que por la noche o quedaba con alguien o me encerraba en mi cuarto hasta el día siguiente.
 El día de mi cumpleaños mi hermana me regaló los tres discos que me faltaban de The Rolling Stones, nuevecitos, limpios. La pequeña que era ya toda una mujer con su sueldo de El Corte Inglés me los trajo en su bolsa de la empresa para la que trabajaba. ¡ Toma ya ! Esa tarde, y para tener contenta a mi madre que me trajo una tarta, me corté el pelo; ya descubrí por entonces que parte de lo que yo quisiera tener y ser, debía de ceder en otras  muchas cosas, para poder sobrevivir y quizás tal vez algún día: vivir



                 







DÉJALO SANGRAR


 Compramos el piso de toda la vida. O mejor, se lo debíamos a la Caja que le dio el dinero al promotor. La vivienda era de mi madre, los tres contribuíamos a pagar la cuota a  partes iguales.

 Seguíamos igual tres años después. ¡ Déjalo sangrar...! fue lo que hice durante largo tiempo. Exiliado en la Calle Principal de mi casa no se estaba tan mal; además, a diferencia de la gente que iba conociendo, estaba a gusto en mi domicilio y mi familia era mi familia y formaba parte de ella, porque quería y me aportaban más cosas estando juntos que por separado. Así pues: " déjalo sangrar "...


 Seguía de Sacarino en el bufete, me hacia el tonto y era el blanco de muchas bromas que yo sonreía sin más... mejor así, " ellos " sabían más, eran el todo, la guía espiritual del País, los clientes también; no tenía nada que ganar y necesitaba el dinero para mi parcela de libertad. Ese verano regresé a Almería, estuve con Paco, pasé una semana en Cabo de Gata:  en la Isla de los Muertos, otra semana, solo, en Las Alpujarras granadinas, ahí conocí a Adelaida García Morales la autora de " El Sur " llevada al cine por Víctor Erice. Me enseñó algunos trucos para escribir que unos meses más tarde apliqué con dedicación.
 De vuelta a Madrid empecé a colaborar en la revista " La Luna " desde el inicio. Y mientras en el bufete me hacia pasar por una especie de Yo Claudio y en la redacción observaba poniendo los ojos como platos y los oídos con antenas de agente de la Stasi. Lo que fue saliendo de allí a lo largo de los meses era la tan llevada Movida Madrileña: músicos, cineastas, fotógrafos, literatos, vagos, yonquis, maleantes, vividores y cantamañanas múltiples. Pero unido a la sangre que nos fluía a todos a una velocidad descomunal, estábamos ante la obra cumbre que iba a cambiar el país, luego el planeta y así... A unos les fue bien, a otros no, a los demás simplemente lo vivimos y estuvimos allí.
 No dejé mis clases de inglés y pese a que mi hermana seguía en El Corte Inglés y sus intentos de meterme en semejante sitio, acabé haciendo una entrevista para una nueva cadena de discos que se abría : " Madrid-Rock".
 El que me entrevistó se quedó fuera de juego por lo que sabía y mi léxico cuidado pero no pedante: lo justo de listo y algo de bobo, como mi estatura: no era bajo, no era alto. Una semana después hice una prueba de selección y al mes siguiente me propusieron trabajar en la tienda que se abría en la Gran Vía. Pagaban a primeros de mes. Estaba al lado de mi casa y por primera vez en mi vida iba a trabajar en algo que me gustaba y sabía y aprendería más, me relacionaría con personal interesante, el pero era que había que estar demasiado expuesto a la gente, se libraban dos días a la semana, sólo se cerraba Navidad y Año Nuevo y los turnos eran correderos. El trabajo no mataba y la verdad estaba cansado de ser Sacarino, iba a tener mi primer contrato laboral a los 23 años, mi hermana, dos años más pequeña, ya llevaba tres trabajando. El mundo es como es, pero yo hago las cosas a mi manera.

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