UN VERSO SUELTO .-

 Como cada mañana se dirigió a la parada del autobús sin mucha más esperanza que poder regresar unas horas más tarde sano y salvo y con la leve esperanza de poder hacer lo mismo 24 horas después. Así estaban las cosas. Poco podía pedir a la existencia, el mundo ya estaba aquí antes de que él estuviera y nada le tenía que pedir. Se sentía dichoso de respirar y poder pagar a primeros de mes los recibos que le llegaban a su " caja ", de hecho siempre esperaba unos días a ver su cuenta una vez ingresada la nómina porque lo que quedara era lo que había para el resto del mes. Mientras quedara para comida, vicios confesables, calefacción y algún capricho necesario, todo iría bien.
 Su lugar de trabajo era como " El Apartamento " de Billy Wilder. Nada más entrar fichaba, una sala enorme con pantallas de luz blanca y una larga  hilera de ordenadores les daban la bienvenida a una serie de homínidos que caminaban serios y poco a poco  se sentaban en sus respectivas sillas para afrontar una nueva jornada laboral. Apenas hablaba con nadie,  había que cuidar la voz porque era la herramienta que tenía para ganarse el sustento. Como un locutor de radio - que era lo que hubiese querido ser y no fue - , ya se sabe, la vida va por una lado mientras tú haces otros planes y raramente coinciden en un  punto -; el caso es que se encontraba ante la pantalla de un ordenador y por unos auriculares le entraban voces de humanos que debía atender, así varías horas, hasta que decidía poner " un ir al baño, descanso de 10 minutos, parada técnica ". Jamás se abusaba de estas consideraciones pues todo quedaba reflejado y a final de mes se le daba un expediente con todos los minutos no facturados junto a su nómina.
 Bien, deseamos un trabajo para subsistir, la mayoría de las veces no nos satisface, que encima nos sirve para pagar cosas que no necesitamos. En ese punto, parecía que había logrado un retorno. De hecho consideraba que por primera vez en su frágil existencia, jugaba con blancas, se desprendió de todos aquellos artilugios que no necesitaba, pagó lo necesario y no se observó abocado a males mayores como a su alrededor había : casas por pagar, hijos desbocados, divorcios por cubrir. Eso sí, había renunciado a una gran parte de su libertad para no ser un esclavo de por vida, había sido cauto con sus sueños, la vida es dulce pero nunca demasiado larga para hacer lo que se deseaba. Llegaría la hora en que se convertiría de nuevo en polvo, en nada, materia insustancial; pero aún en estos tiempos duros, grises... deseaba ver cómo llegaba la primavera, alcanzarla otra vez, leer esos cientos de libros que no se habían ni escritos, repasar en el verano esa  pequeña selección que siempre hacía en la época del estío; esas cientos de películas que deseaba admirar una vez más, esos discos que le llegaban a su fibra y le volvían a hacer bailar...
 Pero para que todo eso sucediese debía rendir, acatar órdenes: daba igual si eran buenas o no, sólo se planteaba que estuvieran dentro de una legalidad reinante. La modernidad vigente no es fruto de la desesperación sino de la ociosidad, ya todos somos náufragos y nos hemos acostumbrados a una inerte flotación, que el fin no es el olvido sino la dilución.-

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